Entrevista: Edui Tijerina Chapa
Fotografía: Cortesía Liliana Abud
LILIANA ABUD
No hay actores malos, sino guiones malos
No hay conocedor de telenovelas
que no conecte de inmediato el
nombre de Liliana Abud con una
gran y brillante trayectoria como
actriz, escritora y adaptadora de
éxitos, que han dejado huella en la
historia del melodrama de México
para el mundo.
Charlar con ella es adentrar en
un sinfín de anécdotas, aprendizajes
y referencias que alteran por completo la percepción del tiempo.
Y a propósito, nos regresamos hasta su infancia para lanzar la
pregunta con la que comenzamos:
¿Cómo fue tu infancia? ¿Alguna vivencia que marcó tu
vocación?
Desde la primaria, me apuntaba a todos los eventos. Ya en secundaria, a lápiz y con hojas sueltas, escribe dos obras de teatro
cómicas. Mis compañeras estuvieron encantadas de representarlas ante todo el colegio. Las risas y carcajadas que oía me
hicieron sentir muy satisfecha. Y eso que, aclaro, a esa edad
ninguna de nosotras había ido jamás a un teatro.
¿Fue entonces cuando descubriste la vocación por actuar
y contar historias?
De hecho, jamás fue mi vocación, aunque hubo varios escritores
en mi familia. Don Rafael Solana, mi tío, por mencionar alguno.
Y ya que comenzaste, ¿tuviste el apoyo de la familia para
seguir este camino? ¿O algún obstáculo?
A mi papá no le gustaba que fuera actriz, sobre todo por los besos
con otros actores, sólo que me casé muy joven y mi mamá le decía
que, si mi marido estaba de acuerdo, él no tenía derecho a opinar.
Al paso de los años, cuando abandoné mi ciclo de actuación,
todos en Televisa se sorprendieron porque estaba en la cúspide
de mi carrera debido a “Rosa Salvaje”, pero me empeñé en que
quería estar en el proceso creativo y no ser sólo una cara bonita
frente a la cámara.
Desde que empecé a escribir, gracias a Dios, mis novelas tuvieron mucho éxito. Entonces, mi papá no perdía ninguna de mis
historias, y se sentía muy orgulloso cuando la gente lo felicitaba.
Como actriz, tienes una gran responsabilidad social, desde
el momento que interpretas personajes de impacto masivo con
los que el público se puede identificar y/o proyectar. ¿Cómo te
sientes al respecto?
Con mucha responsabilidad, como tú lo has dicho. Mientras
actuaba no me sentía nada preocupada, pero cuando comencé
a escribir me di cuenta de que tenía grandes responsabilidades y no escribí, por ejemplo, sobre los venenos vegetales ni de
los hongos; tampoco acerca de poner gotas para los ojos a una
bebida, porque provocaría la muerte. Y así, varias cosas, ya que
alguien podría utilizar esos métodos para matar sin dejar huella.
 |
En la telenovela “Rosa Salvaje”. |
¿Quiénes han sido tus principales mentores en el terreno
de la actuación? ¿Qué consejos atesoras más?
En la actuación, mi primer gran maestro fue Dimitro Sarrás,
quien daba clases siguiendo el método. Aunque también asistí
a cursos breves con otros profesores de actuación, como Héctor
Azar, Manuel Montoro, Julio Castillo, Sergio Jiménez y algunos más.
El consejo que más atesoro es “No hay actores malos, lo que
hay son guiones malos”.
Y tú, ¿qué consejos das a las nuevas generaciones de
actores y actrices?
Que estudien, que se preparen, que se involucren con sus personajes, que no crean que la cara y el cuerpo bonito durará para
siempre. Que se bajen de la nube y hagan una carrera sólida,
que sean disciplinados, que no sean conflictivos, que respeten al
director y al guionista, porque ellos llevan el hilo de la trama. Y,
sobre todo, que piensen que siempre hay algo nuevo por aprender.
“Me resulta más fácil
hacer llorar
que hacer
reír, aunque
en mis novelas siempre tengo
salpicaduras de comedia”
¿Cuál ha sido tu mayor reto? Cuéntanos del personaje
que más te ha exigido o el proyecto que más presión te ha
representado.
Todos provocan presión, pero creo que, como escritora, el más
pesado fue “Fuego en la Sangre” porque se acabó la trama, pero con
un excelente rating y ya estaban escritos 300 capítulos de una hora.
Para mí, ese proyecto estaba terminado, sin embargo, me mandaron llamar para que antes de poner FIN escribiera más capítulos
porque el público y los patrocinadores querían que siguiera.
Yo me negué diciendo que ya se había acabado la historia, pero
los ejecutivos siguieron argumentando que el público estaba
encantado con la novela. Mi negativa no sirvió de nada y tuve que
agregar 140 capítulos de una hora. Fue muy pesado, pero cumplí.
Como actriz, el personaje más difícil que interpreté fue Alba
en la telenovela “Colorina”, por la fuerte presión que el director
Sarrás ejercía sobre todos los actores. Era muy exigente. Yo tenía
un personaje algo complicado y me esforzaba para no defraudarlo.
 |
En la serie “Destinos” con Arturo Puig |
¿Prefieres desarrollar historias originales o trabajar
adaptaciones?
Supuestamente, mi trabajo era sólo adaptar las novelas, pero
por la mitad, los guiones se volvían flojos y repetitivos, entonces
tenía que ponerme a escribir originales hasta el fin de las tramas.
Escribí algunos originales que tuvieron mucho éxito, como
“La Otra”, “Amarte es mi Pecado” y “Barrera de Amor”. Antes,
“Yo Compro esa mujer”, que no era mi original, pero tuve que
reescribir mucho. Y, por supuesto, la dramatización de las novelas históricas.
¿Tienes algún “elemento clave” al escribir una historia?
De entrada, y definitivamente, a mí nunca se me han aparecido
las famosas musas. Pienso que disciplina y talento deben ser los
ingredientes necesarios. Y también la observación es un buen
elemento. Observando a las personas en su manera de ser y de
expresarse se obtienen muchos datos interesantes.
 |
En la telenovela “Colorina” |
¿Cuál es tu género preferido, el consentido?
El melodrama con una buena historia de amor, conflictos, concreta psicología de personajes y si se puede aderezarla con un
poco de suspenso, mejor.
¿Y el que más se te dificulta?
La Comedia.
¿Por qué?
Me resulta más fácil hacer llorar que hacer reír. Aunque en mis
novelas siempre tengo salpicaduras de comedia, especialmente
con los personajes del pueblo.
“A mí nunca
se me han
aparecido
las famosas musas.
Pienso que
la disciplina
y el talento
deben ser
los ingredientes necesarios”
¿Cuál ha sido la mayor complicación que has enfrentado
en tu papel de escritora?
Tener a William Levy como protagonista. Tiene muy mala dicción
y no se le entendía nada, aparte que actuaba como con flojera,
sin ánimo.
Un día me lo encontré dentro de su camerino con el director
de escena y el de cámaras corrigiendo mis libretos según las
indicaciones de William. No dije nada, sólo me di la vuelta y me
fui a mi casa a escribir.
Les escribí a todos, menos a Levy. Dejaba espacios vacíos para
que él escribiera si es que tanto sabía. Sé corrió el rumor, la
prensa de espectáculos hizo un gran escándalo. Pensaban que
lo habían sacado de la novela. Yo, calmadamente, contestaba:
“No es nada personal, es que así es la historia”.
William tenía que ir a grabar sin diálogos durante 20 capítulos. Le dije: “Esto no lo hago para molestarte, al contrario, te
estoy dando la oportunidad para que te expreses libremente y
así ya no tengas que corregir mis libretos”. Como era de esperarse sus diálogos eran malísimos y no sabía qué escribir para
relacionarse con el resto del elenco. Aquello era un desastre y ya
todos, hasta los técnicos, lo veían con malos ojos y los actores le
sacaban la vuelta por miedo a que yo les hiciera lo mismo. Pero
estoy segura de que todos entendieron el mensaje: “No te metas
con el guionista porque tiene el poder de sacarte de la novela
sin pedir tu autorización”.
 |
Como jurado en el certamen Señorita México con Salma Hayek y Sergio Bustamante. |
¿Y la mayor gratificación?
Con mi trabajo, ganarme el respeto de todos los que dudaron
de mí.
¿Qué prefieres escribir? ¿Televisión, cine, teatro o
literatura?
Mi fuerte son las telenovelas, pero, supuestamente, al recortarlas
las hicieron “Series”, que viene siendo lo mismo. Finalmente, una
telenovela es variante de serie, pero puntualizar eso requeriría
una muy larga explicación de las ramas.
Por supuesto que me gustaría saber escribir cine y teatro.
¿Hay algún proyecto que te arrepientas de haber hecho?
Si. “La Tempestad”, por las situaciones ya referidas con William
Levy.
Desde tu perspectiva, ¿qué función social juegan las
historias que compartes con el público?
Entretenimiento y diversión. Oportunidad de desahogo, tanto para mí como para quienes se identifiquen con los personajes
o situaciones.
Muchas veces reflejo mi estrés en algún personaje, en otros
mi ansiedad, pero también en ortos mi sentido del humor, o un
cariño entrañable, y así a cada personaje le dejo un poco de mis
estados de ánimo.
“Mi género
preferido
es el melodrama con
una buena historia
de amor,
conflictos
y concreta
psicología
de personajes”
¿Cómo contemplas el estado actual de la narrativa y sus
muchas ventanas para el público?
Desde siempre he pensado que el público es como la pirámide
del Tajín que está en el Estado de Veracruz y que se caracteriza
por tener muchos nichos. Me imagino, como escritora, ante el
reto de tener que llenar todos los nichos para crear empatía
con los diferentes perfiles del público. Cada uno decidirá qué
personaje seguir.
¿Y qué nos dices del estado de las cosas respecto a las
telenovelas?
Siempre existirán, aunque sea disfrazadas con otro nombre.
Es como negar la aportación del Teatro Griego desdeñando los
Tres Actos. La telenovela los sigue manteniendo vivos. Las series
que he visto en varias plataformas, incluida Netflix, son grandes
historias, donde en cada capítulo están el amor, los conflictos,
el castigo y el triunfo o el suspenso.
Si ha persistido desde los griegos, el oficio de contar sigue teniendo
futuro. Sólo hay que cuidar una regla muy importante: La empatía
con el público. Mientras más pronto se logre crear lazos muy fuertes entre tu historia y el público, mayor audiencia cautiva tendrás.
De no ser escritora, ¿qué serías?
Ejercería como psicóloga, que de esa licenciatura me gradué en
la Universidad Veracruzana. Desde que empecé a escribir, esa
formación académica me ha servido mucho para descifrar a los
personajes.
“Desde que
empecé
a escribir,
mis novelas
tuvieron
mucho
éxito”
¿Cuál sería tu máximo como autora?
No lo sé. Fui una de las escritoras de mayor renombre en este
país. Televisa me cobijó para que diera lo que he aprendido, y
lo hice. A mi paso enseñé a escribir a varios autores que ahora
ya escriben solos. Sin embargo, no creo que ya debo cerrar la
cortina. Aún tengo inquietudes que no sé si lograré. Así que
he recorrido varios puntos máximos como autora; puntos de los
cuales me siento muy satisfecha.
Gran parte de mi formación se la debo al Señor Ernesto Alonso,
quien me llevó de la mano por este camino. Agradezco al Universo
que pude coincidir con él en esta vida y sé que en todas las demás
compuertas que tenga que pasar, al final, lo encontraré de nuevo.