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El partido final se juega en el alma | FÉLIX RIVERA | Junio 2025

Por: Félix Rivera
Fotografía: Félix Rivera


El partido final se juega en el alma

Un entrenador de fútbol, se juega su carrera en un partido definitivo.

En Casa Musca, el teatro no se representa: se respira. Cada montaje en este lugar parece estar en diálogo con las placas que tapizan sus paredes, como si el presente escénico tomara impulso de las memorias pasadas. Estrenar no era penal en ese espacio íntimo y cargado de historia no soo en un acierto: es un acto de amor al teatro, fútbol y a la complejidad del ser humano.

El texto es de Juan Villoro, quien vuelve a demostrarnos que no hay jugada inocente cuando el balón y la vida se disputan en la misma cancha. La dirección corre a cargo de Hernán Galindo, dramaturgo consagrado, maestro de generaciones, quien esta vez asume con humildad y maestría el reto de dirigir una obra que no es suya, pero que interpreta como su la hubiera escrito con toda la pasión de su propia pluma. La fecha: miércoles 7 de mayo. El lugar: Casa Musa, la casa del buen teatro.

La historia es simple, sólo en apareciencia: un entrenador de fútbol, apodado "El tanque", se juega su carrera en un partido definitivo. Al otro lado del campo -pero arriba, desde el púlpito moderno del narrador deportivo-, Valeriano Fuentes observa con detenimiento. Fue su amigo, fue su hermano, y ahora es juez. Ambos arrastran heridas antiguas y sueños frusttrados que van más allá de cualquier silbatazo. Lo que parece ser solo un partido sin goles, es en realidad un ajuste de cuentas emocional y existencia.

Hernán Galindo dirige con precisión quirurgica. Sabe que en esta obra el subtexto grita más fuerte que el diálogo, y por eso su puesta en escena es contenida, íntima, podersa. La escenografía, minimalista pero sugerente, permite que cada mirada, cada respiración cada silencio tenga un peso específico. La iluminación -otra gran protagonista- no solo ambiente: escribe con luz lo que las palabras callan.

El tanqye está interpretado por Fernando Lozano, quien vuelve el escenario como una estrella que no ha perdido un ápice de brillo. Lozano es impulsivo, electrico, con una festualidad sumamene honesta. Su visceralidad no es exageración: es la sangre caliente del personaje que habita. Frente a él, Hugo Santos contruye a Valeriano con una sobriedad estremecedora. Es un actor profundo, de silencios que dicen mas que los parlamentos. Su voz, grave y medida, parece arrastrar siglos de dolor que, al mismo tiempo, no pierde la esperanza. 

Juntos, Lozano y Santos no actúan una enemistad: la sobrevuelan desde la historia compartida.

No interpretan la masculinadad como un cliché ruidoso: al contrario, presentan a dos hombres vulnerables, dignos y rotos. Si bien el fútbol soccer ha sido campo fértil para lo estereotipos, No era penal les da la vuelta con inteligencia y compasión.

Hay que aplaudir tambien a Santiago Luna, quien asume con asoltura las tres llamadas y diversos apoyos escénicos. Su presencia discreta pero eficaz es parte del engranaje perfectamente aceitado que es esta obra.

Lo que Villoro escribió es una exploración sobre la memoria, la culpa, la justicia y el perdón. Lo que Galindo dirigió es una particura emocional que sabe cuándo gritar y cuándo guardar silencio. Lo que Lozano y Santos ejecutan es una clase magistral de actuación desde dos escuelas distintas, unidad por la honestidad.

No era penal, no es un texgto sobre fútbol. Es una obra sobre lo que soccer despierta: pasiones, rencores, nostagias, redenciones. Es teatro que golpea, arropa y deja pensando. VIsto en Casa Musa, adquiere un valor aún mayor: el de una ceremonia íntima, donde los recuerdo del espectador se mexclan con los de los actores y los de las paredes. Porque en ese lugar, el teatro no solo ocurre: se queda.


Félix Rivera

Actor, conductr, roductor, locutor, editorialista y escritor. Su agua capacidad como comunicador lo ha llevado a tener gran trayectora en todas las disciplinas. Él prefiere afirmar, "es por rollero qye me meto en todo esto".