La búsqueda de
nuestra esencia
Un padre
para cada
hijo
Con el tiempo me di cuenta
del amor tan grande que me
tenías, de tu sufrimiento
y preocupación de verme
descarrilado y entendí tu
plan de retarme para sacar lo
mejor de mi.
Recuerdo verte hacia arriba con gran admiración,
cada paso que dabas aprendía de ti. Me
encantaba esperar a que llegaras del trabajo,
para enseñarte alguna cosa que había aprendido
a hacer, platicarte mis fantasías y escuchar tus
historias. Cuando intentaba hacer algo nuevo,
imaginaba que me estabas viendo y me daba
orgullo hacerlo bien.
Pasó el tiempo y mi admiración bajó, ya no te veía
hacia arriba, cuestionaba tu comportamiento,
te ocultaba las cosas y muchas veces no quería
inclusive que llegara la hora de verte. Peleábamos
todo el tiempo y constantemente me decías
que yo estaba mal, me retabas y comparabas
con los demás. No comprendía lo que sentías
al verme caminando sin rumbo, no tenia idea
que tus enojos, eran gritos de impotencia al no
saber cómo encaminarme. Aun así, mis acciones
iban direccionadas a tratar de sobresalir para
agradarte, venían a mi imágenes viéndote gozar
mi esfuerzo y eso me daba paz.
Luego llegó un día en que te vi cansado, sin
ganas, sin alegría, me platicaste que tenías
miedo de perderlo todo, que el negocio no estaba
funcionado, pero que mañana seria otro día, que
te sentías orgulloso de mi y que confiabas en que
llegaría muy alto.
Al día siguiente, al estar llegando a mi oficina, el
teléfono sonó, era mi madre con voz temblorosa,
pidiendo que regresara a casa porque mi padre
estaba muy mal; se me paró el corazón. Durante
el trayecto, me imaginé mil cosas, trataba de
calmarme pero los nervios y la incertidumbre
iban más rápido que mi mente.
Llegando a casa, me encontré con mi madre
quien confirmó lo que más temía. Mi padre, mi
ídolo, el porqué de mis esfuerzos, se había ido. En
ese momento entendí lo que significaba que se
te viniera el mundo encima, abracé a mi madre
pidiéndole que me dejara verlo. Al entrar a su
recámara yacía tendido en su cama ya sin vida,
con los ojos cerrados y con una expresión de
impotencia. Tomé su mano diciéndole que se
fuera tranquilo ya que yo me encargaría de la
familia. En ese momento, tuve un descanso en
mi pecho y tomé el camino de la aceptación y
crecimiento, proponiéndome firmemente el no
convertirme en víctima.
Con el tiempo comprendí muchas cosas. Me di
cuenta del amor tan grande que me tenías, de tu
sufrimiento y preocupación de verme descarrilado
y entendí tu plan de retarme para sacar lo mejor
de mi. Dios no se equivoca y nos pone en la vida a
un padre para guiarnos, a veces sufriendo, otras
gozando, pero siempre caminando.
Gracias Papá
Te Amo
Leonardo Escobar
Leonardo.escobar@me.com
Instagram: nayo_escobar
Facebook / YouTube / Spotify: Nayo Escobar
Es un empresario músico
y escritor regiomontano