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La traducción y la interpretación, simultánea o consecutiva, un oficio de velocidad y precisión | JAVIER VILLANUEVA | Julio 2024

La traducción y la interpretación, simultánea o consecutiva, un oficio de velocidad y precisión.

Varios amigos me preguntan por qué a mi edad madura (que algunos consideran ya una marcha galopante hacia la ancianidad) me dedico a perfeccionar un oficio agregado a los ya antiguos de la edición, la escritura y la profesión de librero. El oficio, aprendido mucho antes de la pandemia, pero practicado con pasión durante la larga peste de 2020 a 2022, es el de traductor/intérprete. Pues bien, como trabajo con el español como lengua extranjera en un país de 212 millones de hablantes de portugués -Brasil- diría que una cosa lleva a la otra y todas exigen mucho estudio y amor de eterno aprendiz.

Cuando hablamos de dificultades de traducción, siempre hay quien recuerda de inmediato palabras supuestamente intraducibles, como “saudade” y otras por el estilo.

Tanto “saudade” como “morriña”, esta última compartida con el gallego, son palabras míticas, y todos los idiomas tienen la suya, siempre presentadas al novato y al amateur con alguna definición ingeniosa, siempre deliberadamente complicada y ambigua, para hacernos creer que nadie ha logrado traducir un concepto tan supuestamente retorcido. Y, sin embargo, en la vida cotidiana, estas mismas palabras se utilizan en frases sencillas y claras, que rara vez plantean dificultades. El gran amigo portugués Marcos Neve, especialista en estos temas se acuerda de la frase “Echo de menos un buen bacalao a la Gomes de Sá”. El traductor tal vez va a dedicarle más tiempo a la resolución del problema de “Gomes de Sá” que al de la nostalgia, el echar de menos, el extrañar, o sentir la falta, que puedan resolverle el enigma de “saudade”.

Pero, al final, ¿qué es la traducción y qué es la interpretación? ¿Es un mismo oficio? ¿Son dos? Sí, y no: son profesiones amarradas, atadas fuertemente, aunque algunos se dediquen más a una que a la otra. Se trata, de cualquier modo, de llevar una idea, un concepto o todo un discurso, de una lengua de origen a otra, a un idioma “meta”. Pero mientras la traducción es sobre todo escrita, la interpretación es oral: es traducir en tiempo real lo que alguien está diciendo en un idioma y llevarlo de un modo comprensible y claro a la otra lengua. Es interpretar al emisor para comunicarle sus ideas y conceptos a un oyente, o a muchos receptores.

Últimamente, con la irrupción de la Inteligencia Artificial, la traducción de textos ha empezado a ser quitada de las manos del profesional humano para entregarla a otro producto humano que hasta ahora demuestra más fallas que aciertos, pero que seguramente viene sacándole trabajo al viejo oficio de la traducción “en papel”, que ya hace un par de décadas y media llamábamos “en archivos digitales”. Muchos traductores son llamados para “corregir” errores groseros de la I.A. y a veces resulta más fácil hacerlo todo de nuevo que simplemente revisarlo y retocarlo.

Por ello, tal vez, gran parte de los traductores migraron para el oficio más específico y -por ahora, al menos- irreemplazable de la interpretación.

¿Y qué hace exactamente un intérprete? Ausente del relato histórico, -incluso bastante invisible y “ninguneado” la mayoría de las veces- quien interpreta, ya sea en tiempos de paz o en tiempos bélicos, suele no ser retratado, por lo menos no en los textos de historia. En el libro “Lenguas entre dos fuegos. Intérpretes en la guerra civil española (1936-1939)’” de Jesús Baigorri, se reconstruye el conflicto bélico a través de las palabras como oficio que a veces niega, anula o minimiza, y en otras ocasiones reemplaza al armamento. Entre los más de 2 mil hombres y mujeres del contingente soviético, por ejemplo - 772 pilotos militares, 351 operadores de carros de combate, 222 consejeros de armas, 339 asesores técnicos, 100 artilleros, 77 marineros- había 204 traductores, con una gran representación de mujeres traductoras, algo muy poco habitual hasta aquel entonces. Para decirlo de modo más claro: más de 2.000 ciudadanos de la URSS participaron en combates, mientras 204 traductores e intérpretes provenientes de la Unión Soviética, la mitad de ellos mujeres, realizaron sus trabajos en situaciones difíciles y peligrosas.

Un fenómeno tan excepcional hasta el momento de la Guerra Civil Española de 1936-39, según explica Baigorri, el autor de la obra, tiene una explicación sociológica clara pues la Revolución de octubre de 1917 promovió la integración femenina al mercado de trabajo en igualdad con los hombres, y la inmensa mayoría -el 90% de ellas- habían nacido a partir del año 1900, o sea que su adolescencia y época de estudios coincidió con aquel contexto. Esto seguramente también se dio como fenómeno durante la primera revolución del siglo XX, que se adelantó una década a la rusa: la Revolución Mexicana; pero casi no hay datos sobre la participación femenina como apoyo fundamental a la acción de periodistas, reporteros y observadores extranjeros que llegaron al país en ese período.

¿Cómo se comunicaban los miembros de las Brigadas internacionales entre sí y con los combatientes del Ejército Republicano? ¿Cómo se hablaban, en el otro lado de las trincheras y barricadas, los alemanes de la Legión Cóndor con las tropas de Franco?

Por causa de la escasez de efectivos con capacidad de políglotas, las mujeres soviéticas cumplieron su función de traductoras e intérpretes en España de modo más individual que en equipos, y les tocó ejercerla en unidades separadas o acompañando a mandos específicos durante las batallas en las que se juntaban rusos con españoles y hombres y mujeres de todo el mundo llegados en las Brigadas Internacionales. 

Y menciona Jesús Baigorri a las casi desconocidas Soledad Sancha, las hermanas Abramson, Lydia Kúper, Ruth Zernova, Anna Obrucheva y Elizaveta Parshina, como algunas de las más de cien mujeres “entre dos fuegos,” protagonistas silenciadas de la Guerra Civil Española, fenómeno que se repetiría posteriormente al estallar la Segunda Guerra Mundial.

Al terminar la II Guerra Mundial de 1939-45, en los juicios de Nuremberg, los intérpretes bilingües y políglotas fueron imprescindibles, una vez que los idiomas de trabajo fueron el inglés, el francés, el alemán y el ruso. Por lo tanto, se armaron cuatro cabinas, con tres intérpretes en cada una de ellas, y un total de doce intérpretes rotativos en la sala del tribunal que juzgó y condenó a los criminales de guerra. Sin los trabajos de traducción simultánea, los juicios serán inviables.

¿Sería posible? Se preguntaban los jueces y abogados. ¿Podrían traducir al vivo y en directo unas 100 palabras por minuto? Esto nunca se había hecho antes. Por primera vez en la historia se haría una traducción simultánea de cada palabra hablada por lo menos otros tres idiomas diferentes -al alemán, en este caso- y dentro de un amiente judicial. Muchos dijeron que no se podría hacer, pero al final se logró y el suceso marcó la entrada por la puerta grande de la interpretación simultánea.

El trabajo de los traductores simultáneos en Nuremberg fue un enorme avance en la interpretación simultánea, como lo expresó Kimberly Guise, subdirectora de servicios de curaduría del Museo de la II Guerra Mundial en EEUU. en su texto “Traducción e interpretación de los juicios de Nuremberg”.

Pero, al final ¿cuál es la diferencia entre los dos tipos de interpretación, la simultánea y la consecutiva? Para entenderlo mejor, volvamos al caso de Nuremberg: si se hubiera realizado una interpretación consecutiva en vez de una simultánea de los juicios en los cuatro idiomas mencionados, el conjunto del proceso habría demorado cuatro veces más, afirma Philip Wiedemann, profesor de traducción e interpretación de la Universidad Europea de Valencia. De haber sido usado el método consecutivo, mientras alguien hablaba en alemán o en ruso, los intérpretes de los otros idiomas tomarían sus notas. Al terminar el discurso del primer orador, vendría el turno de los traductores: el de francés, luego el de inglés, y así hasta completar las cuatro versiones.

La modalidad de la interpretación simultánea usada en los procesos de Nuremberg produciría un gran avance y una revolución técnica, aunque ese modo de traducir ya se había empezado a emplear unos veinte años atrás. Ya antes de los juicios a los criminales nazis se usaba la interpretación susurrada o chuchotage, una modalidad de interpretación simultánea en la que el intérprete le va susurrando al oyente-meta o receptor la traducción en tiempo real del discurso del orador-emisor. Esa modalidad se utiliza hasta hoy en ámbitos pequeños, como el de las visitas de negocios, o en la diplomacia y conferencias con audiencias menores. Pero nada como la interpretación simultánea usada mayoritariamente hoy en día, con la misma tecnología simple del aparato emisor y el receptor en cada uno de los asistentes a un congreso internacional, por ejemplo.  

Bueno, y después de tanta explicación; ¿por qué este servidor se decidió a agregar este noble oficio a su lista de actividades de editor, escritor y librero? Pues porque seguramente nada ayuda más a mantener la mente ágil y dinámica como el hecho de oír en un idioma y, simultáneamente hablar en otro, haciendo que el conferencista y sus oyentes, en lenguas diferentes, queden igualmente satisfechos.

Javier Villanueva. São Paulo, junio de 2024. 


Javier Villanueva
blog.javier.villanueva@gmail.com 

Argentino, establecido en Brasil, profesor de idiomas, editor, traductor, escritor y librero. Investigador y conferencista de temas hispanoamericanos y de la historia y las culturas de los pueblos nativos. Autor de más de una centena de libros didácticos publicados en Brasil, y de dos colecciones de cuentos en Argentina.