La traducción y la interpretación,
simultánea o consecutiva, un oficio
de velocidad y precisión.
Varios amigos me preguntan por qué a mi
edad madura (que algunos consideran ya
una marcha galopante hacia la ancianidad) me dedico a perfeccionar un oficio
agregado a los ya antiguos de la edición,
la escritura y la profesión de librero. El oficio, aprendido mucho antes de la pandemia, pero practicado
con pasión durante la larga peste de 2020 a 2022, es
el de traductor/intérprete. Pues bien, como trabajo
con el español como lengua extranjera en un país de
212 millones de hablantes de portugués -Brasil- diría
que una cosa lleva a la otra y todas exigen mucho
estudio y amor de eterno aprendiz.
Cuando hablamos de dificultades de traducción,
siempre hay quien recuerda de inmediato palabras
supuestamente intraducibles, como “saudade” y otras
por el estilo.
Tanto “saudade” como “morriña”, esta última compartida con el gallego, son palabras míticas, y todos
los idiomas tienen la suya, siempre presentadas al
novato y al amateur con alguna definición ingeniosa,
siempre deliberadamente complicada y ambigua, para
hacernos creer que nadie ha logrado traducir un concepto tan supuestamente retorcido. Y, sin embargo,
en la vida cotidiana, estas mismas palabras se utilizan
en frases sencillas y claras, que rara vez plantean
dificultades. El gran amigo portugués Marcos Neve,
especialista en estos temas se acuerda de la frase
“Echo de menos un buen bacalao a la Gomes de Sá”.
El traductor tal vez va a dedicarle más tiempo a la
resolución del problema de “Gomes de Sá” que al de
la nostalgia, el echar de menos, el extrañar, o sentir la
falta, que puedan resolverle el enigma de “saudade”.
Pero, al final, ¿qué es la traducción y qué es la
interpretación? ¿Es un mismo oficio? ¿Son dos? Sí, y
no: son profesiones amarradas, atadas fuertemente,
aunque algunos se dediquen más a una que a la otra.
Se trata, de cualquier modo, de llevar una idea, un
concepto o todo un discurso, de una lengua de origen
a otra, a un idioma “meta”. Pero mientras la traducción
es sobre todo escrita, la interpretación es oral: es
traducir en tiempo real lo que alguien está diciendo
en un idioma y llevarlo de un modo comprensible y
claro a la otra lengua. Es interpretar al emisor para
comunicarle sus ideas y conceptos a un oyente, o a
muchos receptores.
Últimamente, con la irrupción de la Inteligencia
Artificial, la traducción de textos ha empezado a
ser quitada de las manos del profesional humano
para entregarla a otro producto humano que hasta
ahora demuestra más fallas que aciertos, pero que
seguramente viene sacándole trabajo al viejo oficio
de la traducción “en papel”, que ya hace un par de
décadas y media llamábamos “en archivos digitales”.
Muchos traductores son llamados para “corregir”
errores groseros de la I.A. y a veces resulta más fácil
hacerlo todo de nuevo que simplemente revisarlo y
retocarlo.
Por ello, tal vez, gran parte de los traductores
migraron para el oficio más específico y -por ahora,
al menos- irreemplazable de la interpretación.
¿Y qué hace exactamente un intérprete? Ausente
del relato histórico, -incluso bastante invisible y
“ninguneado” la mayoría de las veces- quien interpreta, ya sea en tiempos de paz o en tiempos bélicos,
suele no ser retratado, por lo menos no en los textos de historia. En el libro “Lenguas entre dos fuegos.
Intérpretes en la guerra civil española (1936-1939)’” de
Jesús Baigorri, se reconstruye el conflicto bélico a
través de las palabras como oficio que a veces niega,
anula o minimiza, y en otras ocasiones reemplaza
al armamento. Entre los más de 2 mil hombres y
mujeres del contingente soviético, por ejemplo - 772
pilotos militares, 351 operadores de carros de combate, 222 consejeros de armas, 339 asesores técnicos,
100 artilleros, 77 marineros- había 204 traductores,
con una gran representación de mujeres traductoras,
algo muy poco habitual hasta aquel entonces. Para
decirlo de modo más claro: más de 2.000 ciudadanos
de la URSS participaron en combates, mientras 204
traductores e intérpretes provenientes de la Unión
Soviética, la mitad de ellos mujeres, realizaron sus
trabajos en situaciones difíciles y peligrosas.
Un fenómeno tan excepcional hasta el momento
de la Guerra Civil Española de 1936-39, según explica
Baigorri, el autor de la obra, tiene una explicación
sociológica clara pues la Revolución de octubre de
1917 promovió la integración femenina al mercado
de trabajo en igualdad con los hombres, y la inmensa
mayoría -el 90% de ellas- habían nacido a partir del
año 1900, o sea que su adolescencia y época de estudios coincidió con aquel contexto. Esto seguramente
también se dio como fenómeno durante la primera
revolución del siglo XX, que se adelantó una década
a la rusa: la Revolución Mexicana; pero casi no hay
datos sobre la participación femenina como apoyo
fundamental a la acción de periodistas, reporteros
y observadores extranjeros que llegaron al país en
ese período.
¿Cómo se comunicaban los miembros de las Brigadas internacionales entre sí y con los combatientes
del Ejército Republicano? ¿Cómo se hablaban, en el
otro lado de las trincheras y barricadas, los alemanes
de la Legión Cóndor con las tropas de Franco?
Por causa de la escasez de efectivos con capacidad
de políglotas, las mujeres soviéticas cumplieron su
función de traductoras e intérpretes en España de
modo más individual que en equipos, y les tocó ejercerla en unidades separadas o acompañando a mandos
específicos durante las batallas en las que se juntaban
rusos con españoles y hombres y mujeres de todo
el mundo llegados en las Brigadas Internacionales.
Y menciona Jesús Baigorri a las casi desconocidas
Soledad Sancha, las hermanas Abramson, Lydia Kúper,
Ruth Zernova, Anna Obrucheva y Elizaveta Parshina,
como algunas de las más de cien mujeres “entre dos fuegos,” protagonistas silenciadas de la Guerra Civil
Española, fenómeno que se repetiría posteriormente
al estallar la Segunda Guerra Mundial.
Al terminar la II Guerra Mundial de 1939-45, en
los juicios de Nuremberg, los intérpretes bilingües
y políglotas fueron imprescindibles, una vez que los
idiomas de trabajo fueron el inglés, el francés, el
alemán y el ruso. Por lo tanto, se armaron cuatro
cabinas, con tres intérpretes en cada una de ellas,
y un total de doce intérpretes rotativos en la sala
del tribunal que juzgó y condenó a los criminales de
guerra. Sin los trabajos de traducción simultánea, los
juicios serán inviables.
¿Sería posible? Se preguntaban los jueces y abogados. ¿Podrían traducir al vivo y en directo unas
100 palabras por minuto? Esto nunca se había hecho
antes. Por primera vez en la historia se haría una
traducción simultánea de cada palabra hablada por
lo menos otros tres idiomas diferentes -al alemán, en
este caso- y dentro de un amiente judicial. Muchos
dijeron que no se podría hacer, pero al final se logró
y el suceso marcó la entrada por la puerta grande de
la interpretación simultánea.
El trabajo de los traductores simultáneos en Nuremberg fue un enorme avance en la interpretación
simultánea, como lo expresó Kimberly Guise, subdirectora de servicios de curaduría del Museo de la
II Guerra Mundial en EEUU. en su texto “Traducción
e interpretación de los juicios de Nuremberg”.
Pero, al final ¿cuál es la diferencia entre los dos
tipos de interpretación, la simultánea y la consecutiva? Para entenderlo mejor, volvamos al caso de
Nuremberg: si se hubiera realizado una interpretación
consecutiva en vez de una simultánea de los juicios
en los cuatro idiomas mencionados, el conjunto del
proceso habría demorado cuatro veces más, afirma
Philip Wiedemann, profesor de traducción e interpretación de la Universidad Europea de Valencia. De
haber sido usado el método consecutivo, mientras
alguien hablaba en alemán o en ruso, los intérpretes
de los otros idiomas tomarían sus notas. Al terminar
el discurso del primer orador, vendría el turno de los
traductores: el de francés, luego el de inglés, y así
hasta completar las cuatro versiones.
La modalidad de la interpretación simultánea usada en
los procesos de Nuremberg produciría un gran avance
y una revolución técnica, aunque ese modo de traducir
ya se había empezado a emplear unos veinte años atrás.
Ya antes de los juicios a los criminales nazis se usaba la
interpretación susurrada o chuchotage, una modalidad
de interpretación simultánea en la que el intérprete le
va susurrando al oyente-meta o receptor la traducción
en tiempo real del discurso del orador-emisor. Esa
modalidad se utiliza hasta hoy en ámbitos pequeños,
como el de las visitas de negocios, o en la diplomacia y
conferencias con audiencias menores. Pero nada como
la interpretación simultánea usada mayoritariamente
hoy en día, con la misma tecnología simple del aparato
emisor y el receptor en cada uno de los asistentes a
un congreso internacional, por ejemplo.
Bueno, y después de tanta explicación; ¿por qué
este servidor se decidió a agregar este noble oficio
a su lista de actividades de editor, escritor y librero?
Pues porque seguramente nada ayuda más a mantener
la mente ágil y dinámica como el hecho de oír en un
idioma y, simultáneamente hablar en otro, haciendo
que el conferencista y sus oyentes, en lenguas diferentes, queden igualmente satisfechos.
Javier Villanueva. São Paulo, junio de 2024.
blog.javier.villanueva@gmail.com
Argentino, establecido en Brasil,
profesor de idiomas, editor, traductor, escritor
y librero. Investigador y conferencista de temas
hispanoamericanos y de la historia y las culturas
de los pueblos nativos. Autor de más de una centena
de libros didácticos publicados en Brasil, y de dos
colecciones de cuentos en Argentina.