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La sororidad | PRISCILA FUENTES GONZÁLEZ | Junio 2024

Hacer, decir y pensar

La sororidad

Una actitud sorora para otra mujer, es justo lo que necesita el movimiento feminista actual, que, por medio del trabajo colaborativo, busca la igualdad.

Comienzo esté artículo rememorando una historia de la mitología griega, de esa cultura de mitos y leyendas; narrándoles en esta ocasión la historia de Perséfone, hija de Zeus y Deméter.

Perséfone, doncella que vivía con su madre de nombre Deméter, se encontraba alejada de los dioses. Cuenta la leyenda, que tenía la costumbre se salir a recoger flores acompañada de ninfas y diosas. Un día Hades, dios del inframundo, apareció de la tierra y la llevo con él, al reino de los muertos. Cuando su madre Deméter se percató de lo sucedido, comenzó a experimentar la desesperación y rabia, por lo que tomó su ropa de luto e inició una búsqueda exasperante, colmada de cuantiosos lamentos y logrando así que la tierra se estremeciera. Mientras realizaba la búsqueda, Deméter cruzo su camino con Hécate, quien era la diosa de las encrucijadas, quien la consoló y acompaño en su búsqueda. Ambas lograron confirmar que el responsable de lo acontecido había sido Hades.

Deméter terminó con su vida, con la finalidad de llegar a su hija, Zeus intentó evitarlo con oro y flores, pero era tanto el lamento de Deméter, que no le importó y exigió a Zeus el regreso de su hija antes de volver a florecer en la tierra. Debido a esto, Zeus obligó a Hades la devolución de su hija Perséfone, a lo que accedió, pero anteponiendo una condición para la liberación: no comer en el camino a casa. Sin embargo, Hades, utilizando engaños, consiguió que ella comiera seis granos de granada, obligándola a volver un mes por cada grano de granada que había comido.  

La tierra florecía de cálida vegetación cada vez que Deméter y su hija estaban juntos, sin embargo, cuando Perséfone regresaba al infierno, durante los otros seis meses del año, la tierra no florecía, convirtiéndose madre e hija en intimas compañeras durante la travesía.

Perséfone se convirtió en la más terrible Reina de los muertos, haciéndose llamar inclusive la Reina de Hierro, alguien que prometía la inmortalidad en el mundo subterráneo. 

Esta historia la cita la Dra. Silvia Martínez Cano, artista multidisciplinar desde la clave feminista y religiosa, y profesora de Teoría de la Educación en la Universidad Complutense de Madrid, en su artículo “Procesos de Empoderamiento y Liderazgo de las Mujeres a través de la Sororidad y la Creatividad”.  

Importante por resaltar, es que haciendo una comparación con historias de mujeres en la actualidad, descubrimos que existen mujeres viviendo el lamento y desesperación que sufrió Deméter.

Pero. . . ¿Cuántas mujeres hemos sido Hécate?

Dentro de esta historia de la mitología griega, una característica importante es la actuación de Hécate al ser testigo del sufrimiento que vivía Deméter en la búsqueda de su hija Perséfone. La reacción de ella hacia el dolor de otra mujer fue solidaria, con un apoyo incondicional al seguir con ella la búsqueda de su hija y no dejarla sola. Hécate fue sorora con Deméter y la apoyó, escuchó y acompañó en su recorrido.

¿Qué es la Sororidad? 

En los años 60’s fue cuando por primera ocasión se utiliza el término “sororidad” derivado de la traducción de “sisterhood” propuesto por la escritora estadounidense Kate Millett, quien se identificaba como una iniciadora del feminismo radical. La traducción de “sisterhood” al latín es “soror”, al francés “sororité”, al italiano “sorellanza” y al castellano “sororidad”. 

Actualmente, vemos actos sororos con la articulación positiva entre mujeres, al ellas crear redes de apoyo, afecto y solidaridad, con el objetivo de lograr el empoderamiento femenino. Tener una actitud sorora para otra mujer, es justo lo que necesita el movimiento feminista actual, que, por medio del trabajo colaborativo, busca la igualdad. 

No me refiero a una amistad, va más allá de eso, me refiero a la motivación hacia todas las mujeres que te rodean, compartan o no un vínculo afectivo o emocional. Me refiero a aprender de todas y cada una de ellas, a brindar y tomar herramientas derivadas de la enseñanza para la autoconciencia y a llegar a erradicar la violencia y la subordinación.   

Marcela Lagarde nos dice que “la sororidad reconstruye a las mujeres y es un camino real para ocupar espacios, lograr derechos, conso-lidar protecciones entre mujeres y eliminar el aislamiento, la desvalía y el abandono” (2012, p. 34). Las situaciones complejas de la vida, nos ofrecen una oportunidad de ser sororas y crear una red de resiliencia que disminuya, erradique y prevenga la opresión machista y el patriarcado.

Me gustaría resaltar que cuando menciono el patriarcado, lo hago como una estructura social que lastima de manera directa y/o indirecta a las mujeres, una otredad que se percibe con facilidad. 

LA OTREDAD Y LA SORORIDAD

Filosóficamente, comprendemos la otredad como las características que permiten identificar a unos de los otros, por ejemplo, la existencia de otras culturas ajenas a la comunidad propia. Antropológicamente, es el apreciar al otro como un entre ajeno a nosotros, diferente a la cultura que nos identifica, al igual que contar con la sabiduría de reconocerlo y respetarlo para una convivencia sana.  

Por eso existe el lema de: “unidas somos mejores”. Tener una actitud sorora para otra mujer, es justo lo que necesita el movimiento feminista actual, que, por medio del trabajo colaborativo, busca la igualdad; siendo fundamental desde esa unidad, dialogar con la otredad, reconociendo la igualdad en los derechos y el respeto a los mismos (Camacho, 2018), con la clara conciencia de la exclusión y pobreza de un gran número de mujeres.

Actualmente la antropóloga Marcela Lagarde hace redefinición del término sororidad y lo define como “amistad entre mujeres diferentes y pares, cómplices que se proponen trabajar, crear y convencer, que se encuentran y reconocen en el feminismo, para vivir la vida profundamente con un sentido libertario”.

En la época actual es común ver estereotipos profesionales que pretenden establecer tareas relacionadas con el género, demeritando, desvalorando y desaprovechando la capacidad, sabiduría, inteligencia y habilidad de creación de las mujeres. En esos casos necesitamos una sororidad y hermandad que no solo se enfoque en lo emocional, sino que tenga como objetivo subir escalones para cambiar y transformar de manera positiva la vida profesional, laboral y académica. Un ejemplo claro, es la marcha mundial de las mujeres realizada en el año 2000, en el seno de la política que beneficia solo a los hombres, para obtener: “La carta mundial de las mujeres a la humanidad”, que se refiere a que las mujeres, hombres y pueblos oprimidos, planteen un pacto dirigido a transformar el mundo y a modificar radicalmente los nexos que nos unen. (Lagarde, 2009)

Es un poder alternativo, que conllevará la erradicación de lo que no queremos, se sostiene sobre cinco pilares principales: 

• Igualdad 

• Paz 

• Libertad 

• Solidaridad 

• Justicia

DIVISIÓN DICOTÓMICA DEL GÉNERO Y LA CULTURA FRATRIARCAL

Finalizo puntualizando la ausencia de sororidad que existe no solo en las mujeres, sino también en las comunidades de personas cuya identidad de género no coincide con las expectativas convencionales y carecen de un trato igualitario; creando una división de personas por la biología del sexo.

Cuando inició la cultura fratriarcal, se estableció como una fraternidad y hermandad entre grupos de hombres que se apoyaban y lograban el empoderamiento por medio del patriarcado. Sin embargo, con el paso de tiempo, llegó el matriarcado que fue aceptado por la cultura fratriarcal, teniendo como visión la relación horizontal entre hombres y mujeres. 

Pero esto no fue así, ya que el fratriarcado permitió que la mujer tuviera acceso a esta hermandad por medio del matriarcado, queriendo decir que se encontraba dentro de esta fraternidad, pero con un rol de regresión por medio del control social sobre su personalidad que se complementa de su comportamiento, pensamientos y creencias. 

Es por eso, que, cuando una institución pública o privada realiza la contratación de mujeres con el fin de cumplir con la igualdad de oportunidades y paridad, pero el crecimiento dentro de la institución es limitado, muy probablemente será nula o muy baja la oportunidad de ocupar puestos de gran jerarquía; razón por la que para una servidora, resulta ser igual a la invisibilidad profesional, laboral y académica de la mujer.

Priscila Fuentes González 

Versada en seguridad pública, criminología, prevención del delito, derechos humanos, constitucionalidad, gobernabilidad, impartición de justicia y políticas públicas en materia de seguridad. En su tiempo libre es Profesora, Doctorante y Pet lover. “Estoy dispuesta a pagar el precio de ser mal entendida, con tal de vivir una vida de adentro hacia afuera y no de afuera hacia dentro