¿Es cierto que Rulfo
pensaba que Borges no existía?
El autor de Pedro Páramo, -Juan Rulfoera un hombre demasiado pudoroso
para hablar de sí mismo. Tímido,
según algunos; y aunque sus obras
están allí, siempre es bueno conocer
las convicciones del escritor sobre su oficio.
“Uno de los principios de la creación literaria
es la invención, la imaginación. Somos mentirosos, -decía Rulfo-, todo escritor que crea es
un mentiroso, la literatura es mentira; pero de
esa mentira sale una recreación de la realidad,
-insistía, -recrear la realidad es, pues, uno de
los principios fundamentales de la creación”-
decía Rulfo en su charla en la UNAM con el
título de El desafío de la creación, en 1960.
Ya con esta idea fija en la cabeza, y después de haberme leído de cabo a rabo las
628 páginas del Borges babilónico del FCE
de Argentina, recordé también que algún
autor trasnochado, al acercarse con una cierta
mirada matemática a La Biblioteca de Babel -el
famoso cuento 1944 (en Ficciones) de Jorge Luis
Borges que habla de una identidad entre la biblioteca y el Universo-, calculó que el número
de libros posibles en sus estanterías,
basándose en las mismas coordenadas
borgianas, era algo así como 25 elevado
a la 656 milésima potencia.
La biblioteca-Universo tenía un
número indefinido, y quizás infinito, de
galerías hexagonales, con vastos tubos
de ventilación en el centro, rodeados
por balaustradas muy bajas, y desde
cualquier hexágono se podían ver los
pisos inferior y superior: infinitamente. Esto llamó
bastante la atención de un físico, cuyo nombre no
recuerdo, que publicó un artículo en el que se preguntaba si realmente existía esa tal biblioteca, porque situarla en el Universo parecía matemáticamente
imposible y, finalmente, llegaba a la conclusión que
J. L. Borges tampoco existía o era, en todo caso, un
burdo impostor.
Si le creyéramos a Borges, el volumen del Universo,
en centímetros cúbicos, exige un número de 85 cifras.
Entonces, pensemos bien: ¿cómo podría caber en el
Universo esa cantidad -25 elevado a la 656 milésima
potencia- de libros? Tal biblioteca no suena como algo
posible, ya que no cabe en el Universo; me siguen, ¿no?
Por otro lado, según las teorías de Newton, la densidad media de la presunta biblioteca sería algo así
como un décimo de la del agua, y así llegaríamos a
una obra brutal de arquitectura con un diámetro
de más de un centenar de millones de kilómetros,
lo que nos llevaría irremediablemente a un agujero,
negro, tenebroso y fatal para el Universo.
Pienso que si Juan Rulfo hubiera hecho estos simples cálculos matemáticos, con seguridad habría desconfiado del cuento -La Biblioteca de Babel, digo- y
también del mismo Borges. Piensen, pues es más que
evidente: una persona común -una bibliotecaria, por
ejemplo- no puede andar, a lo largo de toda su vida de
25 o 30 años de labor, más que medio millón de kilómetros. Siendo así, -y una vez que Juan Rulfo sabía que
todo escritor al crear su obra se vuelve un mentiroso
contumaz, y que la literatura es puro engaño, de la
cual sale una recreación de la realidad- es evidente
que iría a darse cuenta que es imposible que alguien
pudiera mantener una velocidad constante por entre
los estrechos corredores y las empinadas escaleras
de la tal hipotética biblioteca, ¿no?
Tampoco podemos olvidar, por otro lado, que Rulfo
afirmó en una charla de 1960 en la UNAM –El desafío de la creación-: “Sabemos perfectamente que no
existen más que tres temas básicos: el amor, la vida
y la muerte. No hay más, no hay más temas, así es
que, para captar su desarrollo normal, hay que saber
cómo tratarlos, qué forma darles; no repetir lo que
han dicho otros”.
O sea, digo yo: si Borges era un convencido de que
existen los universos paralelos, planos y enormes,
y que la física tiene allí sus propias leyes y valores
muy diferentes; y por otro lado Rulfo repetía que la
literatura es una mentira que recrea la realidad, seguramente que La Biblioteca de Babel sí podía realmente
existir, y que una construcción tan grande seguro
que existía en alguno de los super-planetas de un
universo paralelo inventado y, por lo tanto, hecho
realidad -sí, realidad- por Borges, y de puro gusto.
¿Era Borges él mismo un invento de sus propios
textos? Dice Juan Rulfo que, cuando se encontraron
por fin en México, en vez de aquella historia de
“ando muriéndome”, en un susurro le dijo: “No
se preocupe por saludarme, Juan, yo no existo.
Soy un error, un fantasma”. Como diría el
personaje, medio real, medio fantástico del
brasileño Ariano Suassuna: “Não sei, só sei
que foi assim”.
Muchos creemos, décadas después de
estos hechos, que Juan Rulfo pensaba justamente en esto cuando dijo que compartía la
idea de José María Arguedas, de que “al autor, al
escritor, hay que dejarle el mundo de los sueños
ya que no puede tomar el mundo de la realidad”
Javier Villanueva.
blog.javier.villanueva@gmail.com
www.albertointendente2011.worldpress.com
Argentino, establecido
en Brasil, profesor de
idiomas, editor, traductor,
escritor
y librero. Investigador y
conferencista de temas
hispanoamericanos y de
la historia y las culturas
de los pueblos nativos.
Autor de más de una
centena de libros
didácticos publicados
en Brasil, y de dos
colecciones de cuentos
en Argentina.