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Los zombies digitales

El uso prolongado de dispositivos digitales está creando serias afectaciones de salud y alteraciones sociales en nuestras niñas, niños y adolescentes.

¿Había usted escuchado hablar acerca del término Zombie Digital?

De alguna forma, dicho término se refiere de manera coloquial, al estado “hipnótico” al que una persona es transportada a través de un smartphone o una tablet, al navegar en las redes sociales y plataformas digitales durante un periodo prolongado de tiempo. Un estado que lo desconecta física y mentalmente de toda interacción con el mundo real.

Quizás pudiéramos pensar que, en el pasado, eso ocurría también con los innovadores walkman en los ochentas y más recientemente con los ipods, al permitir esos dispositivos desconectarse del mundo a través de unos audífonos.

No obstante, ahora la atención que se nos exige por estos nuevos dispositivos es TOTAL, ya que nos obligan a enfocar nuestra atención a una gran cantidad de información que fluye a velocidades que no somos capaces de procesar; plataformas digitales que generan contenido de nuestro interés en base a algoritmos, que garantizan que sigamos consumiéndolo, exponiéndonos así a una de las formas más sencillas de manipulación y convirtiéndonos también en Zombies Digitales.

Ahora bien, de acuerdo a la Asociación Americana de Pediatría y otras similares de países europeos en relación al uso de smartphones y tablets, los niños de menos de 2 años no deberían usarlos, los de 3 a 5 años de edad, sólo 1 hora diaria y los de 6 a 18 años, un máximo de 2 horas diarias. ¿Y los adultos? De acuerdo con varios especialistas, entre 2 y 3 horas como máximo.

Sin embargo, ¿por qué es tan malo usarlos en exceso? Quizás las peores consecuencias se vayan a reflejar en nuestras niñas, niños y adolescentes, debido a la exposición que están teniendo los mismos desde muy temprana edad, ocasionándoles un bajo desarrollo cerebral, alteraciones del sueño, obesidad, ansiedad, estrés, aparición de trastornos mentales, miopía y otros problemas relacionados con la adicción generada a la interacción con el aparato.

Evidentemente también alteran socialmente a las personas de manera importante, ya que les afecta en sus relaciones personales, familiares y laborales, al igual que a la baja productividad que se genera en los espacios laborales. A tal grado que ¡Ya hasta los guardias de seguridad se la pasan viendo sus dispositivos, en lugar de hacer sus labores de vigilancia!

Ante esta situación, ¿Qué sigue? ¿Limitar su uso en escuelas, dependencias y espacios públicos? ¿Que hagamos lo mismo en casa, no sin antes poner el ejemplo? ¿Que se regule su uso de manera general?

En este contexto, quizás debamos empezar a realizar campañas de concientización acerca de los efectos negativos de este fenómeno social, que al parecer mucha gente no conoce o simplemente no quiere conocer.

robgarza@att.net.mx