El virtuoso modelo
nórdico de desarrollo
No es ningún secreto, que la base del éxito de los países nórdicos sea su inversión en
educación y cultura, algo en lo que todavía tenemos mucho que trabajar.
Generalmente a nuestras autoridades les gusta encaminar sus discursos a las prácticas de los países
nórdicos y a sus políticas de bienestar. Y eso no es raro, ya que países
como Suecia, Dinamarca y Noruega,
encabezan las listas de indicadores socioeconómicos y modelos
exitosos ligados a este concepto;
modelos que se antojan para ser
analizados, estudiados y ¿por qué
no?, replicados.
Lo triste es que quienes los usan
como ejemplo, ni idea tienen sobre
su modelo de desarrollo y solamente
perfilan sus palabras a algo que será
muy difícil, por no decir imposible de
lograr. Y es que no es sólo cuestión
de voluntad, sino de entender los elementos que conforman la cultura y
estructura de dichas sociedades,
que ofrecen a sus habitantes un conjunto de instituciones que les brindan
seguridad, protección y bienestar.
No obstante, empecemos entendiendo los patrones de desarrollo de estos
países escandinavos, que, por cierto,
son muy diferentes a los de México, al
igual que el número de habitantes y
la cultura laboral que impera en cada
una de sus organizaciones.
Entendamos primeramente, que en dichos países no se regala nada, ya que los impuestos
que sus habitantes pagan por esa “seguridad
social” no sólo son altos, sino pagados por todos
sus habitantes; a diferencia de lo que ocurre
en México, país con alta informalidad laboral y
donde el Estado desafortunadamente continúa
regalando beneficios a un gran porcentaje de
la población.
Adicionalmente, los modelos económicos nórdicos de bienestar, están sustentados en una
estructura económica productiva, fundamentada en el papel que juegan las grandes empresas como motor económico nacional. En este
esquema, el Estado y las empresas cuentan con
un compromiso serio de desarrollo y crecimiento,
no exclusivamente en el tema económico, sino
también en el tipo de fábricas que
se establecen, donde no se aceptan
únicamente “manufactureras”, sino
empresas que inviertan en centros
de investigación y desarrollo para
sus trabajadores. ¿Qué sucede en
México? Cada actor político lleva
su propia agenda, aceptando todo
tipo de propuestas, sin importar si lo
único que buscan es “mano de obra
barata” para fabricar sus productos.
Ahora bien, pasando a los sindicatos,
sabemos que, en los países nórdicos,
estos forman parte medular de la
relación empresa-trabajador, legitimando su rol como actores estratégicos dentro de las negociaciones de
sus agremiados y ofreciendo un contrapeso real y beneficios verdaderos a
los afiliados. ¿En México? Que le puedo
decir, por su falta de transparencia,
rendición de cuentas e incentivos,
tienen muy poca afiliación y baja
representatividad para convertirse
en un equilibrio auténtico y eficiente.
Es importante recalcar, que la base
del éxito de los países nórdicos, se
basa también en su inversión en
educación y cultura, ya que creen
firmemente, que, al invertir en ellas,
aseguran una alta productividad y
competitividad, desarrollan una cultura empresarial, fortalecen sus instituciones, e
influyen positivamente en el comportamiento
cívico de su población.
Por todo lo ya mencionado, quizás sea ya hora
de que dejemos a estos países fuera del discurso
y nos pongamos a trabajar en ser mejores, ¿no
cree usted?
robgarza@att.net.mx