Adolfo Bioy Casares y su fantástico
Diario de la guerra del cerdo
En El Diario para un Cuento, el último texto
del último libro de Julio Cortázar (1914-
1984), el narrador se declara, ya en las primeras líneas del informe, sus dificultades
para empezar a escribir: “A veces, cuando no
puedes hacer nada más que empezar un cuento como quise
empezar este, es precisamente en esa hora que quisiera ser
Adolfo Bioy Casares. Me gustaría ser Bioy porque siempre
lo admiré como escritor y lo estimaba como persona,
a pesar de que nuestras respectivas timideces no nos
ayudaron a ser amigos, además de otras razones de peso.”
Y entonces recordamos que el cuento Enoch
Soames, de Max Beerbohm, lleva directo a Adolfo
Bioy Casares. Es la historia de un escritor que vende
su alma al diablo para saber si su obra todavía es
importante un siglo después de su muerte. Quien
tradujo tal historia solo podía ser un curioso excepcional con un estilo ardiente y sosegado. Alguien que,
por ser tan amigo de Borges solo podía producir los
cuentos del propio Bioy Casares, un caballero de prosa
elegante que oculta infiernos, audacias y pasiones.
El argentino Adolfo Bioy Casares publica en 1969
su Diario de la guerra del cerdo. En él se lee la ficción
de un momento de Buenos Aires en que un movimiento juvenil irracional persigue y mata a las personas mayores de edad, porque son improductivas,
inútiles y una carga para la sociedad.
Bioy Casares tenía 55 años cuando lanzó el libro,
que expresa preocupación por su propio envejecimiento. Isidoro Vidal, el personaje principal, es un
hombre en conflicto al pasar de la edad adulta a la
vejez. Las charlas entre Vidal y sus amigos hablan
de la sordera, la dificultad para dormir, los dientes postizos, y lo peor, la incontinencia urinaria y la
impotencia sexual.
Sus amigos, Jimi, Néstor, Dante, Arévalo y Rey lo
llaman “don Isidro”. Vidal vive en un conventillo de
la Recoleta, cerca del Parque Las Heras. Isidorito,
su hijo, es vigilante nocturno en una escuela. Vidal,
abandonado por su esposa cuando Isidorito era niño,
convive en el conventillo con su hijo.
El primer capítulo del libro adelanta el drama de
la historia. A Vidal le duelen los dientes y su vecino
Bogliolo le indica un dentista. Vidal oye al profesional que le explica que a los viejos las encías se les
ablandan, pero la ciencia ofrece un remedio práctico:
“extraer toda la dentadura y reemplazarla por una
más apropiada”.
Luego de pasar por esta carnicería, Vidal vuelve
a casa. Al día siguiente se despierta con fiebre y se
queda en cama. Pero al otro día, “el miércoles 25
de junio, decide poner fin a esa situación. Iría a la
cafetería a jugar el truco habitual. Piensa que por
la noche sería el mejor momento para encontrarse
con amigos”. Entra al café y se encuentra con Jimi,
que también había pasado por el mismo sufrimiento
odontológico.
Los amigos se tratan entre sí como “los muchachos”,
palabra que trae un deseo inconsciente de ser jóvenes.
Así, las charlas sobre el envejecimiento se repiten a
lo largo del Diario. En la noche del 25 de junio, en
pleno invierno, después de tomar Fernet, –bebida
popular en Argentina, hecha de diferentes hierbas
y alcohol–, comer queso y maní, jugar al truco –que
Vidal siempre dierde–, el grupo se va a casa. Pero
cuando están por salir, el vendedor de diarios, don
Manuel, entra al café, se toma un vino y se va.
En las calles “los muchachos” enfrentan un frío
helado; dicen frases ingeniosas y se provocan entre
ellos. Mientras se divierten, un grito los sorprende.
Primero piensan que están matando a un perro, un
gato o un ratón. Pero a medida que caminan, ven
un grupo de jóvenes, armados con palos y hierros,
que golpean a alguien. Es el vendedor de diarios, don
Manuel. “Vidal vio que el pobre anciano estaba de
rodillas, su torso inclinado hacia adelante, su cabeza
destrozada, protegida con manos ensangrentadas”.
No había tiempo para salvar a don Manuel, que ya
estaba muerto.
Alejándose, Vidal ve a una pareja que mira y desaprueba el crimen. “El joven, con gafas, llevaba libros
debajo del brazo; ella parecía una chica decente. Buscando el apoyo de los jóvenes, Vidal comenta: “¡Qué
ensañamiento!” La joven dice: “Estoy en contra de
cualquier violencia”. Tratando de ganar su solidaridad,
Vidal dice: “No podemos hacer nada, pero la policía,
¿de qué sirve?”. Pero el joven lo mira y le advierte:
“Abuelo, este no es momento para discutir. ¿Por qué
no se va antes de que pase algo?”. Vidal va a su casa,
pero no puedo dormir esa noche.
Al avanzar el Diario de la guerra del cerdo vemos
al hijo de Vidal, Isidorito, y al de Néstor, junto a los
jóvenes que matan a los mayores. El movimiento se
llama Jóvenes turcos, y su jefe ideológico es Arturo
Farrell, un líder que inflama los ánimos en su programa radial. Acá está el contexto histórico del libro,
publicado en 1969, con referencias de la década de1940. “Arturo Farrell” combina los nombres de dos
protagonistas políticos de Argentina.
El general Arturo Rawson dio un golpe de estado
en 1943, y fue derrocado ese mismo año por el “Grupo
de Oficiales Unidos” (GOU) que, luego de un presidente
interino, fue sucedido por el general Edelmiro Julián
Farrell, presidente de Argentina desde 1944 hasta 1946,
cuando empieza la era de Perón. A su vez, el Movimiento
Jóvenes Turcos nació en el ejército turco en 1908 con
el objetivo de occidentalizar a Turquía. Eran oficiales
formados en Alemania, interesados en la Revolución
Francesa, Rousseau, Montesquieu y Víctor Hugo. Fue
este movimiento, sin embargo, el culpable del Holocausto armenio de abril de 1915. Fue el genocidio del
pueblo armenio en Turquía, en el que 250 intelectuales,
religiosos y políticos fueron encarcelados y enviados
al exilio, y la mayoría asesinada. En 1923 cerca de
1.5 millones de armenios fueron muertos de hambre,
fusilados, quemados o decapitados.
El Diario de la Guerra del Cerdo narra la muerte de
Néstor, quien fue al fútbol con su hijo y es asesinado
durante un motín de la hinchada joven. En el velorio,
“los muchachos” hablan sobre sus problemas y sobre
el gobierno que retrasa el pago de las pensiones.
Un joven entra en la conversación y dice: “Uno de
estos días escuché sobre un plan compensatorio, la
oferta de tierras en el sur a las personas mayores”.
Enojado, Dante grita: “¡Di simple y claramente que
deportarán a los viejos en masa!” Y Rey agrega: “Como
carne de cañón”. Arévalo concluye: “Para detener
posibles infiltraciones de nuestros hermanos chilenos”. ¿Pretendía el gobierno enviar a los mayores
a la Patagonia, al sur de Argentina, donde parte del
territorio es un desierto y otro lleno de glaciares?
En este ambiente violento, el Diario también cuenta
las relaciones amorosas y sexuales de los ancianos,
llenos de conservadurismo, machismo y total falta de
conocimiento del tema. Don Isidro, por ejemplo, lleva
una relación de cercanía y de distancia con Nélida,
una joven que quiere acercársele, pero él cree que es
un amor imposible. Sobre las mujeres más jóvenes,
Don Isidro dice: “Tenés que decirte que no son para
vos. En cuanto las mirás demasiado, te convertís en
un viejo repugnante”.
Adolfo Bioy Casares también escribió otro gran
libro: La Invención de Morel, de 1940, que Jorge L.
Borges llamó el “libro perfecto”. Pero cuando escribe
el Diario de la guerra del cerdo, usa una serie de
recursos, como el personaje-narrador del diario,
que se identifica a sí mismo. Otras veces trata de
distanciarse de los hechos; y hay momentos de la
narrativa del Diario, en los que aparecen los sueños
de Vidal, de tal modo que ciertos eventos se confunden con ellos. Toda la historia está marcada
por un clima de pesadilla; descripciones de violencias físicas y simbólicas, como las ofensas verbales
contra los ancianos y la exaltación de la juventud.
También es curioso el título del libro, pues “Cerdo”,
es el nombre del animal, pero también puede significar “capado”, un animal que engorda después
de extraerle el órgano reproductor. Este, entonces,
es un diario de la guerra contra las personas viejas,
castradas sexual, económica y socialmente.
El Diario del Cerdo muestra el cinismo de los jóvenes, que dicen que son “en contra de la violencia”,
pero se quedan socialmente mudon. Y denuncia las
dificultades de la gente mayor para luchar por su
propia defensa. Bioy Casares describe ese dilema,
que es la dificultad para identificar y protegerse de
“los enemigos mortales de los ancianos”.
blog.javier.villanueva@gmail.com
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Argentino, establecido en Brasil,
profesor de idiomas, editor, traductor, escritor y
librero. Investigador y conferencista de temas
hispanoamericanos y de la historia y las culturas de los
pueblos nativos. Autor de más de una centena de libros
didácticos publicados en Brasil, y de dos colecciones de
cuentos en Argentina.