La exquisitez
de ser nosotrxs
El derecho
a la memoria
Hoy le avisaron a María que el cuerpo encontrado
en una fosa corresponde al de su hijo. No pudo
evitar la sensación de una especie de alegría y
tristeza infinita. Esos ojos cansados de llorar y ya
secos de tanto hacerlo, de repente volvieron a
cobrar vida, pues descubrió que borbotones de
lágrimas corrían delineando sus mejillas. Junto
a ese cuerpo, encontraron muchos otros sin
nombre.
Según cifras oficiales, en México hay más de
cien mil desaparecidos señalan datos de
la Secretaría de Gobernación y la Comisión
Nacional de Búsqueda en 2022.
Es un fenómeno que afecta y fractura al entorno
inmediato, y sin duda las cifras reales se quedan
cortas, ya que en muchos de los casos, no se
denuncia.
Las causas de desaparición son diversas y
cualquiera podría estar expuesto. El Comité
de la ONU contra las Desapariciones Forzadas
denunció el ambiente de “impunidad” e
“ineficacia” en las búsquedas.
Las madres y padres buscadores de México han
tenido que hacer uso de sus propios medios, y
hasta prepararse en antropología forense.
El 30 de agosto de 2021 día de las víctimas
de desaparición forzada, diversos colectivos
frente a Palacio Nacional hicieron un letrero de
grandes dimensiones con ropa de personas
desaparecidas y pinturas, con la pregunta:
“¿dónde están?”.
Pareciera otra imagen del México surrealista.
La imagen oprime el pecho, pues cada trazo
que se percibe es una historia, y una vida, y
una familia rota. Desde las alturas se perciben
como pequeñas hormigas que acomodan un
extraño altar y me pregunto si la sociedad civil
organizada a través de estos simbólicos actos
construye nuevos escenarios de cambio. Ojalá.
El espacio público se resignifica a partir de la
intervención social y gráfica, lo que es un acto
político y de resistencia. No puede leerse desde
la simpleza del rayón. Tampoco puede leerse
desde la anécdota del paseante. Son historias.
Para muchos, es mejor voltear a otro lado.
La violencia en el país choca con el discurso
oficial. De aquí que el grito social en la intervención
gráfica, no solo hace evidente el problema, sino
también el vacío de acciones institucionales y
el daño en el tejido social.
La utilización de grafismos pretende desde el
trazo la humanización del signo. Son cuerpos
ausentes, abrazos pendientes y silla vacía en
las historias familiares.
Desde los estudios sociales, se considera que
la intervención del espacio público resignifica
y favorece la construcción de ciudadanía.
Los objetos, los espacios intervenidos y su
visualidad, es mirada que construye un discurso
cultural de reapropiación. En el espacio público,
esta narrativa es una resistencia a naturalizar
la violencia y una manera de contraponerse
al poder, territorio tomado por la ciudadanía
en un ejercicio participativo, de aquí que toda
producción en el ámbito público, deriva de un
sentir social que emana ante la ausencia de
canales de comunicación eficientes entre las
partes.
De aquí que el grafismo, la imagen, la palabra, el
sitio, el objeto y el grito, es un signo teñido que no
escapa de lo político, y que marca adhesiones
o fobias.
Repensar la ausencia de esos cuerpos, lleva
a entender al cuerpo social doliente que
también tiene una historia que lo motiva a
generar cuestionamientos a quien debería dar
respuestas.
Hoy, María regresa a casa con la respuesta
ansiada de haber encontrado a su hijo. Está muy
cansada, pero sabe que hoy da vuelta a una
página. Calentó un poco de agua para un té y
se sentó en el comedor con la foto que por tanto
tiempo ha venido cargando en el pecho como
un gran escapulario. Hoy la colocará en un altar
y encenderá una veladora, hoy sabe que tendrá
donde depositar sus rezos. Hoy descansa, pero
mañana el trabajo continúa en la búsqueda de
los familiares de sus compañeras. Son los hijos
e hijas de todas.
Diana Elisa González Calderón Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.