Por: Miguel Ángel Arritola
Fotografía: Especial
A dos años de su partida...
Desde hace más de dos meses,
sus llamadas por lo general
eran por inbox y ya entrada
la madrugada.
Solíamos platicar de cómo estaba el
mundo allá afuera.
Nos gustaba recordar anécdotas que
ambos habíamos vivido.
“Ya quiero salir, Arritola, ya no
aguanto tanto encierro”, era la frase
que usaba para terminar la charla.
“Ya mero maestro, ya verá que pronto
nos veremos y lo abrazaré como a usted
le gusta que lo abrace”.
“Pues es que tus abrazos son sinceros
y me he dado cuenta que no se los das
a cualquiera, Arritola”.
Solíamos hablar por la madrugada.
Me regañaba constantemente porque andaba en la calle reporteando en
tiempos de pandemia.
“Cuídate mucho Arritola, cuando
todo esto acabe, te quiero ver en primera fila, como siempre, apoyando el
teatro. Pero para que eso suceda, tienes
que cuidarte Arritola, yo te agradezco
a nombre de mi familia que gracias a ti
sabemos cómo está afuera, pero cuídate
mucho, por favor”.
Sus charlas siempre eran de fe, de
optimismo, eran charlas para darme
ánimos para que un día me animara
a escribir ese famoso libro que desde
hace 4 años me había venido pidiendo.
“Deberías de escribir un libro Arritola, habla con Pepe Garza de la UANL,
habla con la misma gente de la UANL
para que te apoyen, tengo años leyéndote y te estás tardando”, solía decirme
cada vez que me lo encontraba en una
obra de teatro o cada vez que hablábamos.
Decía ser mi admirador, cuando
en realidad yo lo era de él y lo seguiré
siendo.
Siempre gentil, siempre atento y
siempre presto para ayudar a quien
se caía o “tumbaban”.
Fue un hombre entregado y con
mucha pasión a su oficio.
Contrario a muchos, gustaba de alabar el trabajo de sus colegas y siempre
buscaba la palabra exacta para remediar lo “irremediable”.
A lo largo de 30 años que lo conocí,
jamás de su boca salió un improperio
para nadie.
Amaba el teatro y no concebía cómo
es que la gente del gremio día a día se
encargaba de restarle brillo.
“Son tiempos de unión Arritola,
no tiempos de odios o divisiones. He
hablado con algunos de ellos y les he
dicho que se dejen de pleitos y se unan
para sacar adelante el teatro. No es nada
fácil lo que estamos viviendo”.
Su grandeza como ser humano era
fenomenal.
Su grandeza como ser humano ES
fenomenal.
Como director de teatro, todo un
profesional.
Como amigo, el más entregado y fiel.
“¿Estás despierto, Arritola?”
Sí maestro, ¿cómo está usted.?
“Bien Arritola, oye, te pido un favor,
dile por favor a Ale Alva que cuando
salga del hospital me busque, quiero
invitarla a hacer teatro conmigo, dile
que tengo un proyecto para ella que
no podrá rechazar”.
Sí maestro, yo le digo.
“Y tú, cuídate Arritola y en lugar de
salir, ponte a escribir ese libro, quiero
ser yo el primero que compre tu libro....”
¡Gracias, maestro!