- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
La exquisitez
de ser nosotrxs
Del recuento de
los daños y la
reconstrucción
Año nuevo-vida nueva, solía decir mi abuela.
Y tiene cierta lógica pensar que al cerrarse los
ciclos, es una oportunidad de renacer como
ejercicio de depuración y escritura desde una
nueva hoja en blanco llamada año nuevo.
Y vaya que lo necesitamos, pues los tiempos
difíciles que se han cerrado a nuestra espalda,
han venido llenos de incertidumbre, hartazgo
y miedo.
El informe 2020 de ONU-CEPAL sobre los desafíos
en tiempos del COVID-19, señaló que la pobreza
y desigualdad aumentó en todos los países, y
los mayores aumentos de pobreza extrema se
dieron en México, Nicaragua y Ecuador. Que los
ámbitos de mayor afectación son los relativos
a la salud mental y física, educación, violencia,
ingresos laborales y acceso a servicios básicos.
Que las personas más afectadas son las mujeres,
infancias y juventudes, indígenas, migrantes,
adultos mayores, personas con discapacidad
y personas en situación de calle.
Las pérdidas humanas sobrepasaron los
pronósticos, y en lo cercano, los divorcios y la
pérdida de amistades se volvieron parte del
obituario común.
Todo esto nos lleva a pensar quien será el
próximo y lo efímero de los momentos.
Pero… ¿cómo reconstruirnos de las pérdidas?
Según la RAE, la palabra resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a
un agente perturbador o un estado o situación
adversos”, y la palabra toma una importancia
especial en estos tiempos, cuando descubrimos
que necesitamos echar mano de algún
salvavidas frente al naufragio.
Desde lo colectivo, seguro entenderá la importancia de sumarnos a cualquier activismo y
generar redes de apoyo, ver por el bien común.
Desde lo individual (si le sirve), permítame compartirle una propuesta personal, mi hoja de ruta.
Quiero volver a mirar con ojos nuevos.
Hacer más lecturas por disfrute y no por obligación. Dejar de preocuparme por el frío y las enfermedades, caminar descalza. Quiero más
charlas frente a una copa de vino. Bailar más.
Escuchar la lluvia metida en la cama. Quiero ir a
más conciertos y cantar a grito abierto. Tomar
un buen café con un croissant caliente. Tomar
más siestas bajo la resolana de mi ventana a
las 4 de la tarde. Reír hasta el cansancio. Quiero
oler el pan recién hecho y disfrutar el sonido al
morderlo. Quiero sonrojarme por una llamada.
Quiero más noches de películas. Tener más
encuentros de reconciliación y menos pleitos
por desahogo. Quiero más noches de desvelo
por gusto. Quiero más olor a mar.
Y es que una de las grandes enseñanzas que
nos dejan estos tiempos, es la consciencia de
lo vivido y la finitud.
Dejar de pensar en lo que NO tenemos y
disfrutar lo que SÍ está en nuestra mano. Perdonar desde la comprensión de lo humano y
no desde la creencia de la perfección. Hacer
desde la generosidad del compartir y no
desde la obligación. Dejar de pensar solo en
el futuro y actuar más en el presente. Quizás
así cumpliremos con la ruta que marcan las
palabras de Antonio Machado:
Y cuando llegue el día del último viaje,
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Busquemos nuestras propias rutas y hagamos
una buena travesía en el año que inicia.
Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps