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Todos somos Camelia ‘La Texana’

Los Tigres del Norte han recorrido los miedos y las oscuridades de nuestra sociedad. Su música efervescente, incómoda, añeja y actual a un tiempo, conjuga un sentido festivo y crítico que los lanza como cronistas de un México visceral.

La música que recorre la frontera es incendiaria, se debate permanentemente entre la vida y la muerte, no en vano Carlos Fuentes ha dicho que la frontera norte es una cicatriz. Los Tigres del Norte horadan la cicatriz, la vuelven música, reconquistan el territorio perdido por Santa Anna en una campaña de redención musical que no por redimir olvida los terrores de la existencia. En su música volvemos a ser valientes, no valentones ni forajidos, su música arranca una valentía terrenal que estaba olvidada ante la aparición de la banalidad del pop y ante la invasión de la balada. Los Tigres del Norte hacen emerger de nosotros la posibilidad del mito, de lo prohibido, de lo oscuro, para dar paso a la fuerza del relato de lo ocurrido en los duros caminos del norte.

Es extraño, debo confesar que mi mente me lleva a un territorio imposible, cada vez que escucho esta música no puedo evitar relacionarla con la obra de los grandes artistas del Barroco. Acepto que la comparación es del todo audaz, arbitraria y sumamente difícil de justificar, pero esto es así, la imaginación nos lleva a trampas deliciosas de las que en realidad no queremos escapar.

Sin embargo, esa oscuridad permanente, esos destellos de luz inesperados, esa belleza del mártir, del réprobo, del vagabundo, del mendigo, ese dios que desciende al mundo a andar entre la gente de campo como en “El triunfo de Baco” de Diego de Velázquez. Esa reflexión inaplazable sobre la muerte como en Juan de Valdés Leal, esas escenas cargadas de dramatismo y de transgresión como en Caravaggio, todo está ahí, en los corridos y las narraciones musicales de Los Tigres del Norte. El Barroco renace en las cenizas de la música norteña, renace, claro esta, deformado, casi irreconocible, sin embargo, la relación entre la tiniebla, el mártir, la redención y la perdición sigue vigente.

En este contexto, la música de los corridos prohibidos nos envuelve como una densa manta de misterios. Camelia “La Texana” y Emilio Varela se multiplican por millares, pronuncian la cruel realidad de miles de personas expuestas al horror en donde las emociones se mezclan en un mundo al límite.

En un emotivo concierto ofrecido en la prisión de Folsom, ahí donde las personas han cometido crímenes a veces inenarrables, en donde la oscuridad se plantea como la regla y el espíritu habita en una hostilidad constante, la música de Los Tigres del Norte fue capaz de elevar esos espíritus al menos durante unos minutos. En este sentido el Barroco sigue vivo, esta música visceral que narra el desfondamiento de todo un mundo es también capaz de elevarnos. En algunos momentos de sus canciones entendemos que tal vez no sea del todo cierto que la vida está cerrada con tres candados.


Samuel Rodríguez Medina
 
Email: samuelr77@gmail.com 
Instagram: @samuelrodriguezdiciembre

Profesor de Arte, Cine y Estética en el ITESM campus Monterrey. Cuenta con un posgrado en Filosofía Contemporánea por la Universidad de Granada. Su más reciente publicación literaria es el libro de cuentos “La Ausencia” editado por Arkho Ediciones en Buenos Aires Argentina.