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Flores de papel | IRMA IDALIA CERDA | Abril 2021

Por: Irma Idalia Cerda
Fotografía: Especial

Flores de papel

Hace más de 30 años leí “Flores en el Ático”, l a p r i m e r a parte de la saga Dollanganger escrita por V.C. Andrews, cuya impactante historia es sobre una madre que mantiene encerrados y ocultos a sus hijos en el ático de la casa de sus padres, quienes ignoraban la existencia de los pequeños.

Corrine quedó viuda con cuatro niños, y aunque sabía que no sería bien recibida, fue a visitar a sus progenitores y sólo su madre la aceptó con su descendencia, pero con la condición de que nadie supiera que estaban ahí. Ella aceptó porque no quería que la desheredaran.

Cathy, Chris, Cory y Carrie, fueron víctimas de maltrato por parte de su abuela y su madre, pues aunque sí tenían techo y alimento, no podían salir a respirar aire puro y no eran libres. Pasaban las horas, los días y los meses en una recámara y el ático de la enorme residencia, y para tratar de alegrarse la vida en ese sitio, elaboraron unas flores de papel y decoraron ese oscuro lugar.

Y en este momento, estoy en mi casa, hoy es 21 de marzo del 2021, y aunque no es un ático, de alguna manera me siento como los cuatro hijos de Corrine - aunque por diferentes motivos - encerrada en contra de mi voluntad, confiando en que algún día saldré a tomar el sol y el aire sin ninguna restricción.

Si, tal vez estoy exagerando, pero en el fondo, quien haya leído ese libro, sintió la desesperación y frustración de Cathy y Chris, los hermanos mayores, quienes se hicieron responsables de Cory y Carrie, como si fueran unos segundos padres.

Al principio, trataron de adaptarse a esa nueva vida, pero sin entender por qué no podían salir como lo hacía su madre, y poco a poco fueron perdiendo la chispa y la vivacidad que tienen todos los niños de su edad y la apatía se adueñó de su espíritu.

Los adolescentes hacían lo imposible por entretener y animar a los niños, pero sus esfuerzos no eran suficientes. El encierro estaba causando estragos en su salud física y mental, y eso, aunado a que su madre empezó a ausentarse cada vez más de ellos.

El punto es que no les voy a contar de que se trata toda la novela, sino que a un año de que empezamos con el confinamiento, pienso en lo vulnerables que somos, como estos cuatro hermanos, pero no por culpa de la ambición de una mujer, sino el peligro de contraer un virus altamente contagioso.

Y hemos superado esta situación un día a la vez: trabajando en casa, aumentando de peso, viendo series de TV, leyendo; algunos hacemos actividades normales, pero otros han aprovechado para aprender algo que querían, pero por falta de tiempo, no lo habían hecho.

Creo que todos a nuestra manera, nos la estamos ingeniando para hacernos más amable este confinamiento, hacemos nuestras propias flores de papel para ponerle un poco de belleza y color a estos días, para luego convertirlos en “Pétalos al viento”. 

irma_idalia@hotmail.com