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CARLOS AMADOR | Un correctivo convertido en pasión | EDUI TIJERINA | Abril 2021

Entrevista: Edui Tijerina Chapa
Fotografía: Cortesía Carlos Amador



CARLOS AMADOR
Un correctivo convertido en pasión

A Carlos Amador me unen el gran respeto que le tengo como actor, así como la admiración a su sensibilidad y pasión por el arte, pero, sobre todo, una amistad de años y muchos afectos compartidos.

“Esqueletos en la Cama”, mi texto teatral que protagonizó al lado de Alpha Acosta y Montse Benasco, bajo la dirección del maestro Luis Vélez, en “Teatro en Corto” Nápoles, de CDMX, fue el primer proyecto que compartimos. Y vendrán muchos más.

Por ahora, nos volvemos a encontrar para esta entrevista exclusiva de “Arte, Cultura y Sociedad”.

Carlos Amador en “Los Amigos de Frida”



¿Cómo descubriste tu vocación artística?

¡No la descubrí! Me la impusieron mis padres, el Ingeniero Mario Amador Díaz de León, reconocido periodista en mi natal Torreón, Coahuila, y mi madre, Graciela Padilla, talentosa pianista y escritora, quienes ya no sabían que hacer conmigo.

Los dos siempre fueron muy responsables y preocupados por la formación de todos sus hijos, que, además, crecimos escuchando desde música clásica hasta boleros; poesía, piezas al piano, en fin. Sin embargo, yo era un niño terriblemente inquieto, hiperactivo, desordenado, grosero. En pocas palabras, era una “especie maligna”, por eso decidieron aplicar conmigo aquello de “educación por recompensa o castigo”. Me condicionaron a asistir a clases de ballet y teatro infantil, cosa que acepté. Si iba y tenía buen desempeño, ellos ganaban al canalizar mi energía y tranquilizarme un poco y yo, claro, consiguiendo los regalos que pidiera. Si no cumplía, pues ya sabrás: algún castigo ejemplar.

Lo que comenzó con mi interés por obtener bienes materiales, se convirtió en un profundo amor y respeto por el mundo de la danza y la actuación.

Y encontraste la vía para tu carrera. ¿Te apoyaron siempre?

¡Siempre! Primero los dos, y luego mamá, cuando quedó viuda con seis hijos. A cada uno nos orientaron y ayudaron a decidir lo que queríamos en la vida. Con su magia y pasión, nos infundieron a todos la entereza necesaria para salir adelante.

¿Qué satisfacciones te dejó el ballet?

La maestra Martha Graham dijo que “la danza es el lenguaje del alma”. Yo digo que “la música es un lenguaje universal”. Juntos, lo son todo y, basado en ello, desde entonces y hasta hoy, sigo indagando, observando, experimentando. Quiero saber y sentir cuál es el real lenguaje del alma; entender la condición humana.

Carlos Amador en “El Deseo”.


Y en pos de esa búsqueda, te fuiste a Ciudad de México.

En cuanto terminé la preparatoria, mi madre preguntó qué haría con mi vida. Contesté con otra interrogante: “Tú, ¿dónde me ves? ¿En una fábrica, juzgado, consultorio? ¿Dónde?”. Esbozó una enorme sonrisa y, sin dudarlo, aseguró: “En un escenario”. Y así me abrí a todo lo demás.

Ya tenía en mi ser la adicción por los escenarios, esa adicción que, una vez que se da, no desaparece nunca; ya no hay remedio ni marcha atrás.

Has hablado de la danza y la música, sin embargo, te fuiste por el camino de la actuación.

Yo sabía perfectamente que la carrera de bailarín sería muy corta, más que en otros países. Con la edad, uno va perdiendo habilidades, flexibilidad, y demás, y no consideraba que tuviera capacidad para ser buen coreógrafo, así que se lo dejé al destino. 

Presenté audición para la Escuela Nacional de Danza del INBA (Instituto nacional de Bellas Artes) y en el Centro Universitario de Teatro de la UNAM. Quería pertenecer a ambas y esperé que las cosas fluyeran; que pasara lo que tenía que pasar.

En Bellas Artes no me aceptaron, pero después de un curso propedéutico -impartido por la maestra Julieta Egurrola- logré ingresar al prestigiado CUT. Cabe señalar que no dejé la danza, de hecho, ha sido clave en mi formación como actor.

Carlos Amador caracterizando a Mariano Matamoros.


“Yo sabía perfectamente que la carrera de bailarín sería muy corta, más que en otros países”
 

¿Qué tan difícil fue integrarte no sólo a una urbe como la Ciudad de México sino, también, a un medio tan competido como el de la actuación? 

Provinciano y solo. Mi primer cuarto de renta fue en una antigua casona de la colonia Roma. La mayoría de sus habitantes eran prostitutas que, antes de salir o al regresar de trabajar, me procuraban y alimentaban. Me veían como a su hermanito menor. Para mí era una situación muy fuerte y aleccionadora a la vez. Fui educado para no juzgar a nadie y eso me sirvió para descubrir en esas mujeres a seres humanos maravillosos. Cuando comencé a ejercer mi carrera y pude pagar mi primer departamento tuve que despedirme de ellas. Fue terrible y doloroso, pues ya éramos como una familia.

Al paso del tiempo regresé a buscarlas, pero la casa que tanto amé ya no existía. La habían demolido. Jamás volví a saber de ellas, pero siempre les agradeceré haberme enseñado a no tenerle miedo al miedo, que finalmente era lo único que podría detenerme. Me enfoqué a observar más, a competir menos con los otros y a aceptar sus aportes para mi crecimiento. Si llegaba a pensaba en competencia, era en una conmigo mismo. Nada más.

También aprendí a no engancharme e ignorar el rechazo, la burla y las negativas de trabajo. En todo caso, valorarlas como pruebas de mi amor real por la carrera. Claro, cuando se me va un proyecto de las manos grito y lloro, pero a los cinco minutos ya estoy tranquilo y pensando en lo que sigue.

Carlos Amador con el primer actor Héctor Bonilla.



¿Quiénes han sido tus grandes maestros? ¿Qué te han dejado?

Rogelio Luévano me enseñó a volar. Hugo Argüelles a defender mis ideales. Luis Vélez a no permitir que el ego común de los actores me contagiara y Anna Silvetti, quien, definitivamente, marcó mi vida y carrera, me enseñó el respeto al oficio, la disciplina como base del todo; que la actuación es amante que exige, hechiza, envuelve y no te suelta jamás.

“Es lamentable ver a actores, músicos, productores, en necesidad extrema; en la quiebra, con depresión”

¿Cómo fue tu primer trabajo en plan de actor profesional?

Fue en “Flor de Fango”, un montaje dentro del concepto de teatrocabaret combinado con elementos de revista. Fui apadrinado por nada más ni nada menos que Doña Margo Su, la propietaria del legendario “Teatro Blanquita”, y el tremendo actor Tito Vasconcelos. Ellos me dieron la patadita de la buena suerte.

Entonces supe a qué sabe la libertad de expresión, de analizar y criticar, de alzar las voces, cuestionar, exigir cuentas, sobre todo al gobierno y aquellos líderes que, al llegar a puestos clave de la administración pública, olvidan sus promesas. Por esto mismo, nuestra gran responsabilidad era estar siempre bien informados del acontecer económico, político y social de nuestro país.

Me moví en un ambiente singular, tan real como surreal, entre actores de carpa, mujeres voluptuosas, payasos, coristas, padrotes. También con grandes estrellas de la talla de Ninón Sevilla, Yolanda Montes “Tongolele” y María Victoria, por referir sólo algunas. Toda una gama de personajes ricos en matices.

Póster de la película “Peligro Letal”.


¿Dónde encuentras mayor exigencia actoral? ¿Cine, teatro o TV?

Un actor no puede dejar de exigirse. De lo contrario, no es actor de verdad. La entrega debe ser absoluta. Sin embargo, debo decir que mi formación es teatral y me he ido construyendo en espacios en los que, a diferencia del cine y la televisión, no hay segunda toma. 

Has interpretado infinidad de personajes en películas, series, telenovelas, obras de teatro y cortometrajes, pero me llaman especialmente la atención tus trabajos de carácter histórico…

Siempre me ha atraído ese tipo de personajes.

Uno de ellos fue para la serie “Secretos de una Nación”, en la que interpreté a Mariano Matamoros. Al recibir el llamado para casting faltaban sólo tres días, así que me apuré, investigué, busqué asesoría de historiadores. Recopile todos los elementos necesarios para empaparme y apropiar de este gran hombre que fue clave en nuestra historia patria.

Decidí no ir caracterizado. Todos los demás actores estaban ahí, en sala de espera, con uniformes y elementos de utilería. Yo sólo llevaba mis tenis, mezclilla y playera. Mi idea no era mostrar cómo me vería vestido como él, sino retratar su alma, su sentir, sus actitudes, su fuerza. Después de todo, me lo dieron. 

Luego, TV UNAM me buscó para interpretar a Sergei Eisenstein, el genio del cine soviético, director de “El acorazado Potemkin”, “Octubre” e “Iván el terrible”, entre muchas otras que sentaron nuevas bases para el montaje cinematográfico.

Este papel fue para la serie “Los amigos de Frida”, que exploró, precisamente, los círculos cercanos de Frida Kahlo, sus vínculos emocionales, sentimentales, intelectuales y artísticos. Fue muy exigente. Tanto que hasta tuve que estudiar y practicar el acento ruso.

Algo muy importante que todo actor debe considerar ante este tipo de retos es evitar caricaturizar al personaje. Debemos salir de esa tendencia; tener cuidado con los arquetipos porque se corre el riesgo de evidenciar la falta de imaginación, el enredo con lo chambón y la carencia de compromiso con el principio de verosimilitud.

Actualmente estoy preparando para una nueva serie histórica que será dirigida por Letty Pineda. No puedo adelantar el título, pero sí que interpretaré a un General que me exige que, desde hace semanas, esté tomando clases de equitación. 

Carlos Amador como Sergei Eisenstein en “Los Amigos de Frida”



¿Qué personajes te han marcado más, emocional y profesionalmente hablando?

Puedo referir dos personajes totalmente diferentes. Ambos del género “pieza”, cargados de realismo, muy crudos. Por un lado, Víctor, de “El deseo”, obra del Maestro Víctor Hugo Rascón banda y, por el otro, José, de “Esqueletos en la Cama”, tu obra, Edui Tijerina Chapa. En los dos casos representaron un gran reto, pues requerían de apego a la verdad, a la realidad, a lo rudo e intenso de los textos. 

Cuéntame más de tu experiencia con José, de “Esqueletos en la Cama”

Cuando leí el texto tuve la sensación inmediata de que eso no podía quedarse en el papel. Tenía que montarse y bajo el mando de un gran director. Sólo uno podría con tremenda responsabilidad: el Maestro Luis Vélez, quien fue mi mentor durante la carrera, concretamente en la materia de cine. 

Él trabaja en Televisa San Ángel, pero no podía buscarlo ahí porque me tenían vetado por haberme ido a TV Azteca. Pedí el favor a mi hermana Wendy, quien planteó la idea y le dejó el libreto. Apenas terminó de leer, aceptó dirigirnos. ¡Fue maravilloso! ¡Uno de los directores más importantes de México, a cargo de nuestros “Esqueletos en la Cama”!

Fuimos los más taquilleros de la temporada. Luego tuvimos una segunda, en otro teatro y después hicimos presentación en Estados Unidos, para el público de Houston, Texas, que abarrotó el lugar y nos aplaudió de pie. Recuerdos imborrables.

Desde entonces no he vuelto a hacer teatro y, de momento, no pienso hacerlo, a menos que encuentre un equipo y texto que me apasionen tanto como en ese caso. Será difícil, pero nunca se sabe. Tiempo al tiempo.

Poster de la pieza teatral “El Deseo”.

 
"Sueño con un país en paz, sin violencia, sin divisiones. Un país que no esté desgarrado ni atribulado"

 

¿Qué características debe tener un proyecto para que te entusiasme a participar? 

Cuando empezaba mi carrera en Ciudad de México tomaba todo cuanto me ofrecían, hasta que me aburrí de hacer lo mismo. Decidí vivir un tiempo en Oslo, Noruega, pues llegué a sentirme intoxicado. Allá, trabajando como mesero, tuve oportunidad de reflexionar sobre mi compromiso con el arte y caí en cuenta de que para conseguir ingreso puedo dedicarme a lo que sea, pero para cumplir mi pasión necesitaba sólo proponer o aceptar proyectos que me enamoraran. Y es que, si no hay amor por lo que haces, terminas en montajes que pasan sin pena ni gloria. Se trata de ofrecer enfoques nuevos, frescos, innovadores, no imitaciones baratas de lo que todos han hecho antes. Otra cosa que tomo mucho en cuenta es el equipo de trabajo. Indago a fondo sobre los involucrados: director, productor, la empresa, compañeros del elenco, guion o libreto, etcétera.

Luego de hacer cine en Estados Unidos, ¿sueñas con llegar a Hollywood o prefieres seguir moviendo tu carrera desde México?

Precisamente, gracias a “Esqueletos en la Cama”, fui invitado por productores chicanos a protagonizar “Maldito sueño americano” y “Peligro letal”, esta última al lado de Guillermo Quintanilla como antagónico. Fueron grandes experiencias. Es maravilloso trabajar en producciones así, pero creo que mi deber es seguir en México. Tengo mucho que hacer por mí mismo y por mi país, desde adentro. No me enfocaré en la internacionalización. Si se da, qué bueno. Adelante. Pero no es mi prioridad.

Poster promocional de la película “Maldito Sueño Americano”.


"Un actor no puede dejar de exigirse. De lo contrario, no es actor de verdad"

¿Con qué sueñas, Carlos?

Los sueños del Yo-Hombre y los de mi Yo-Actor van de la mano. Sueño con un país en paz, sin violencia, sin divisiones. Un país que no esté desgarrado ni atribulado; con buenos sistemas de salud, con salarios dignos, igualdad de derechos, con apoyos reales para que la gente se sienta realizada en sus trabajos y con la seguridad de que su familia está bien, bajo un techo y con comida que les permitan seguir adelante.

Son tiempos difíciles. La pandemia llegó para poner ante los rayos X a todos y cada uno de nosotros. Dejó en evidencia lo mejor y lo peor. También puso a prueba a nuestros líderes, muchos de los cuales no han tomado las decisiones correctas. Eso, por desgracia, ha afectado a todos los sectores, pero el mío, es decir, el del arte y la cultura, que es el que conozco, me preocupa sobremanera. 

Es lamentable ver a actores, músicos, productores y demás, en necesidad extrema; en la quiebra, con depresión. La mayoría carecemos de seguridad social, por tanto, no contamos con pensión, y mucho menos con algo como el “seguro de desempleo” que hay en Estados Unidos y otros países. Algunos tenemos la suerte de contar con actividades complementarias, como yo, por ejemplo, que tengo mi negocio de ventas, pero hay quienes viven cien por ciento de la actuación. Los sindicatos no han servido de nada. Cada vez nos ayudan menos. Les importa más la grilla, el desvío de fondos y la imagen pública. Todo junto me llena de impotencia. Por eso, mi sueño es que las cosas cambien, pero de verdad y para bien. No sólo al momento de hacer propuestas de campaña. Tenemos que reinventarnos, generar nuevas fórmulas y ser más listos que el hambre…y que el enojo. 

¿Algo que quieras agregar?

Sólo hacer un llamado para todos. Es algo sencillo pero que, a la vez, exige mucha conciencia y responsabilidad: ¡Vivan! Vivan intensamente y veneren la vida. Sean felices, siempre.