Irreverente
Tanto
talento
junto en
plena
pandemia
MOS le regala a Monterrey,
tres funciones operísticas
de Mozart, a la altura de
los mejores escenarios del
mundo.
La luna aquella, aún siendo delgadita y fina,
hizo que la noche luciera más clara, radiante
y luminosa que cualquier día.
Y adentro, en el improvisado foro operístico,
la noche brilló aún más con el talento de
voces, músicos y directores que hicieron
de “Don Giovanni”, de Mozart, un manjar de
casi tres horas que se nos fueron como un
suspiro.
La ópera compuesta por el genio de Salzburgo
hace 233 años, sedujo a quienes -guardando
las severas indicaciones sanitarias- estuvimos al menos en uno de los tres días de su presentación en el Auditorio Carlos Prieto del Parque
Fundidora, en plena pandemia.
Les platico: Tengo el gusto de conocer a
Alejandro Pérez y a Gustavo M. de la Garza,
quienes con Luis Montemayor, Alberto de
la Garza Evia y Jorge Vázquez, son motor y
corazón de “México Opera Studio” -MOS para
los amigos- patronato que impulsa, promueve
y apoya a talentos musicales que por su
juventud están comenzando a abrirse paso
en el difícil, competido y complejo mundo
del arte.
Las voces que escuchamos la última noche
de su presentación; la calidad actoral; su
vitalidad histriónica; la música en vivo de siete
elementos que sonaron como si fueran una
orquesta sinfónica y el despliegue de dirección
musical (Alejandro Miyaki) y de escena (Rennier
Piñero) , hicieron que algunos de los asistentes
que han tenido la fortuna de ver ópera en
París, me dijeran al intermedio que esto que
vimos superó con creces lo que les tocó en
la Ciudad Luz.
Algo mucho más que sobresaliente está
haciendo “México Opera Studio” para que 37
actores, cantantes, músicos y directores, llenaran
de tanto talento la noche de la cual les platico.
La trama de Don Giovanni”, de tan conocida
que es, casi ni amerita que me ocupe de ella;
baste decir que las peripecias y enredos
amorosos tramados por el libretista Lorenzo
Da Ponte para ponerle historia a la música de
Mozart, fueron traídos al tiempo actual con
ingeniosos detalles de la producción.
El vestuario -con un cuidado de manufactura
de 1a clase- de pronto traspasó los umbrales
del tiempo para aderezarse con artilugios de
la modernidad, como los lentes oscuros que
lució uno de los personajes y los modernos y
a simple vista cómodos botines que por igual
calzaron mujeres y hombres.
El escritor español Tirso de Molina fue quien dio
lugar a esta historia de Don Giovanni (Esteban
Baltazar, bajo-barítono), el libertino cuyo criado
Leporello (Carlos Adrián Hernández, bajo bufo)
le come el mandado en varias escenas.
Y tan se lo come que en la trama casi se
merienda a Donna Elvira (Priscila Portales,
soprano lírico-spinto) cuando suplanta a su
amo, tratando de librarlo del asedio de la
engañada.
Me gustaron las libertades que el director
de escena Piñero les dio a sus cantantes y
actores para desplazarse a sus anchas en el
foro de dos niveles.
Fue delicioso ver cómo en momentos se
movían como si la escena se reprodujera
en cámara lenta, a manera de contra punto
-y esto hay qué destacarlo- precisamente
cuando la música era más rítmica, rápida y
melodiosa.
Los movimientos evidentemente formaron
parte de un guión escénico, pero hubo tanta
naturalidad en el baile de máscaras y en otros
cuadros, que lucieron como si el mismo público
estuviera dentro de la fiesta, y vaya que así
fue, pues teníamos a los cantantes/actores
pegados a nosotros.
Insisto, la calidad vocal de los personajes es
digna de un óleo y las arias que más me gustaron fueron el dueto “Lá ci darem la mano” del
primer acto y por supuesto, el recitativo del
final de esa parte: “Don Ottavio, son morta”.
Menciono aparte el aria de Donna Anna
(Patricia Pérez), “Or sai chi I´onore”, porque
el furor que Mozart le exigió a su soprano,
fue representado fielmente en un clamor de
venganza que aún al final de la obra resonaba
en mis oídos… y por lo menos en el de mi querido
amigo Gustavo, que se mantuvo firme las tres
horas en primera fila junto a Carmen.
Fue genial escuchar a las cuerdas imitando
las carcajadas de Leporello burlándose de
Donna Elvira y conforme el criado enlista las
1,003 conquistas de su amo Don Giovanni, la
orquesta de seis que parecía de sesenta, se ríe.
En serio, los cinco artistas de las cuerdas
hicieron reír a sus violines en ésta deliciosa
-perniciosa- parte de la obra.
Al final, el escenario todo y el aforo completo
del teatro también -incluyendo los afortunados
audientes- se vistieron de rojo en la lúgubre
pero a la vez brillante escena del “transporte”
del disoluto Don Giovanni a los infiernos, donde
pagaría las mil trastadas que en vida, por su
lascividad hubiere cometido.
La afición de la irreverente de mi Gaby y de
éste su servidor por la ópera, nos ha llevado
a buscarla hasta en un país como Panamá
donde de la bachata no pasan, sin que esto
sea para nada un agravio contra los gustos
musicales de los paisanos del General Torrijos.
Un día que transmitían por satélite la ópera
del Met de NY, ahí nos tienen yendo al único
lugar de esa ciudad en que la pasarían: el
auditorio del Canal, donde nos hicieron pagar
el doble de la butaca más cara del mismito
Met y todo con tal de ver cantar a mi tocayo
Plácido Domingo la delirante aria “E lucevan
le Stelle” de Tosca, de Puccini.
Y fue inevitable que las añoranzas me asaltaran
a mansalva: mi primera ópera en vivo fue
“Tosca”, en el desaparecido Cine Florida de la
Calzada Madero de Monterrey, cuando siendo
editor de la Sección Cultural de El Norte, me
apersoné para ser testigo de la cobertura
que haría de esa función el finado maestro
de canto, Xavier Garza Treviño.
Mi amigo Nacho Villarreal Junco me había
dicho: “si Plácido canta en Monterrey como lo
acaba de hacer en NY, se va a caer el Florida.
Y cantó mejor, y el cine donde fue la función,
se cayó, y a los pocos meses más tarde, fue
derrumbado”.
CAJÓN DE SASTRE
“Y brillaban las estrellas´, en el aria donde
Mario Cavaradossi canta su inmortal frase ´se
desvaneció para siempre mi sueño de amor´,
antes de ser ejecutado.
Y cuando salimos flotando de la última función
de Don Giovanni, la noche fue más clara que
el mismo día”, dice la irreverente de mi Gaby.
Nominado a los Premios 2019 “Maria
Moors Cabot” de la Universidad de Columbia de NY;
“Sociedad Interamericana de Prensa” y “Nacional de
Periodismo”. Forma parte de los Consejos de Administración de varias corporaciones. Exporta información
a empresas y gobiernos de varios países. Escribe para
prensa y TV. Maestro de distinguidos comunicadores en el ITESM, la U-ERRE y universidades extranjeras.
Como montañista ha conquistado las cumbres más
altas de América.