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Sin cambio no hay mariposa | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Enero 2021

La exquisitez de ser nosotrxs

Sin cambio no hay mariposa

Año nuevo vida nueva, dice una frase popular. Pasar de un año a otro trae siempre nuevos aires; sin embargo, algunos creen que el pasado 2020 es un año perdido por el encierro y parálisis mundial obligada por la pandemia, pero más que pensarlo como un año perdido, quizás deberíamos reflexionarlo en lo simbólico:

Un cubrebocas que evoca un “guarda silencio”.

El encierro. 

El encierro como límite. 

El encierro como escondite. 

El encierro como protección. 

El encierro como introspección.

En ese pequeño mundo surge el redescubrimiento de quienes viven conmigo, pero también de mis capacidades para aguantar, hacer rendir, cuidar y sobrevivir. La búsqueda de la escurridiza paciencia y del silencio para trabajar, pero también del espacio para el desahogo sin que se den cuenta, o del escondite del miedo para que no lo descubran. 

Pero “Quien no sabe lo que busca, no entiende lo que encuentra” dice Claude Bernard, por eso importa reflexionar en lo encontrado, hallazgos que son parte de un obligado cambio que empezó a gestarse en el 2020… y viéndolo así, quizás no nos hemos dado cuenta que el universo nos puso en una CRISÁLIDA.

“La crisálida implica la transición entre el estado de larva y el estado de imago (cuando el ejemplar alcanza la adultez). […] En el proceso se guarecen en una especie de cápsula que les brinda protección mientras sus órganos se modifican y adoptan la nueva estructura. Durante la etapa de crisálida se desarrollan las alas y las patas de manera progresiva. […] La fase de crisálida puede durar desde hace algunas semanas hasta varios meses. En el momento de la eclosión, el animal disuelve o rompe el capullo y emerge en su estado adulto” (definicion.de).

Esta es una buena metáfora del cambio al que nos llama este encierro obligado para:

Valorar lo importante, como tener salud. 

Valorar a los que importan, como la familia, los amigos, aquel que necesita una mano. 

Valorar lo simple, como el aire en la cara, la risa, un abrazo o la compañía. 

Valorar lo complejo, como lo efímero del tiempo. 

Valorar los momentos jubilosos y aquellos llenos de silencio.

Pero también a quien ocupaba las sillas que se han ido quedando vacías y a aquellos que siguen ocupándolas en casa.

Dicen que cuando la etapa de crisálida llega a su fin, de ese capullo emerge una mariposa que debe su belleza a ese tiempo de encierro y cambio.

Cambio. 

Transformación.

Dice Alejandro Jodorowsky que hay una gran diferencia entre quitarle alas a una mariposa para hacer un gusano o ponerle alas a un gusano para hacer una mariposa y ése es el acto poético; y eso es sumar, construir. Pero si llevamos esta reflexión a nuestro entorno, a nuestro mundo o con nuestra comunidad, es obligarnos a pensar desde el bien común, desde el respeto, la empatía, la responsabilidad, la resiliencia, la solidaridad con el otro-otra, con el medio ambiente, empezando por lo cercano. 

Ojalá que de este largo encierro emerja esa necesaria transformación. No podemos salir de esta experiencia siendo los mismos porque el mundo nos lo está pidiendo en señales diversas a través de la naturaleza, los movimientos sociales o las enfermedades.

Imagino la vida en el interior de la crisálida y recuerdo momentos en mi pequeña burbuja en el encierro. Sin duda todo cambio cuesta generarlo y quizás puede ser doloroso y cansado, pero sin este, no habría mariposa.


Diana Elisa González Calderón 

Docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México