JULIA LAGE | La música como propósito y poder transformador | ROBERTO GARZA | Abril 2024

Amarillo: el ‘sensacional’ color de la noticia | EDUI TIJERINA CHAPA | Noviembre 2020


Sin audiencia no hay medios

Amarillo: el ‘sensacional’ color de la noticia

Los especialistas en procesos comunicativos se muestran preocupados ante el aumento en el número de adeptos al tratamiento amarillista de la información.

En un tiempo en el que las noticias circulan en mayor cantidad e inmediatez; las ventanas de exposición se incrementan en número y formatos y las audiencias se dejan guiar más por la forma que por el fondo, los conceptos de “sensacionalismo” y “amarillismo” cobran fuerza.

Estos términos son de uso común, aunque no todo mundo tiene idea clara de a qué refiere cada uno y muchos, incluso, hasta los consideran sinónimos.

El sensacionalismo presenta las noticias buscando detonar una emoción, producir sensaciones o moldear una impresión en los receptores. Ofrece notas escandalosas o perturbadoras -aunque irrelevantes- para llamar la atención por encima de temas realmente importantes. Es parte de lo que antes hemos referido como “Infotenimiento” (Información que entretiene; entretenimiento disfrazado de información valiosa).

El amarillismo, en cambio, explota el morbo, altera la información (a veces, la inventa), trivializa la vida social, promueve la violencia, refiere a situaciones sexuales y recurre a la escatología (sangre, vísceras, mutilaciones, deformaciones).

¿Por qué se le llama “amarillo” al periodismo -de medios tanto impresos como electrónicos- que sigue ese patrón?

Todo comenzó en 1895 -1898, con la fuerte competencia entre el “New York Journal” de William Randolph Hearts y el “New York World” de Joseph Pulitzer, por el liderazgo en circulación y ventas. Estas publicaciones, buscando llamar la atención, optaron por exagerar algunas noticias, presentar encabezados escandalosos y hasta buscar a los involucrados en los acontecimientos referidos y pagarles por declaraciones exclusivas.

En este trance surgió una tira protagonizada por Mickey Dugan, mejor conocido como “The Yellow Kid” (El chico amarillo) en la que Richard F. Outcault hacía crítica social y compartía, desde el alter ego de un muchachito travieso, las notas más escandalosas del momento. Estos trabajos, que se publicaban en ambos diarios, se distinguieron en la historia del cómic por ser los primeros en usar los llamados “globos” para contener los parlamentos de los personajes (aunque Mickey, el carácter central, compartía la idea principal con textos impresos sobre su bata).

La información que se turnaba a esas tiras solía ser la de mayor potencial morboso. De ahí que, en 1898, un editorial del “New York Press” usó el adjetivo “amarillista” para conectar el color que destacaba en las viñetas con la falta de seriedad al tratar las noticias. El significado se subraya al considerar que, en juego de palabras en inglés, “yellow” alude características a la crueldad y la cobardía.

Según la “Revista Latina de Comunicación Social”, en su número 22, “Los medios amarillistas son fuente de entretenimiento, de satisfacción de necesidades, de protagonismo y también de voyerismo público”.

Tanto el sensacionalismo como el amarillismo se mantienen e intensifican gracias a sus cada vez más seguidores. Según los expertos, en mucho se debe a que los medios que recurren a ellos trabajan bajo la teoría de “Usos y Gratificaciones”, que señala que cada receptor selecciona los materiales a los que se expone, dependiendo de sus necesidades intelectuales y/o emocionales del momento. Precisamente eso es lo que ha complicado el análisis de los consumidores y la relación de sus contenidos con la agenda pública.

Si analizamos las características que predominan entre los asiduos, encontramos distintivos como: prefieren la diversión por encima de la veracidad; no ponen atención a los aspectos estéticos ni al tono moral ni de valores de las notas; gustan del lenguaje coloquial y hasta en doble discurso u ofensivo y disfrutan más de la narrativa que del análisis de las situaciones.

Se afirma que el periodismo sensacionalista, así como el amarillo, no son ni mejores ni peores que el serio y formal; que sólo se trata de variantes en el tratamiento informativo. Ustedes, ¿Qué opinan? 


Edui Tijerina Chapa
edui_tijerina@yahoo.com 
Twitter: @EduiTijerina 
Instagram: @eduitijerinachapa  

Escritor, dramaturgo, guionista, asesor y analista de medios. Autor de numerosas piezas teatrales y de scripts para películas como “Cantinflas”, “Juan Diego” y “Jesús de Nazaret”