Por:
Nazaret Torres Padrón
Un soñador en tiempos
de dictadura
Henry tenía su ticket dorado para representar a
Venezuela por primera vez, en la Copa Culinaria del
Pacífico 2019 en Ecuador, de no ser porque lo detuvieron
cuando salía de una manifestación convocada por la
oposición venezolana.
Las arepas asadas. El olor de la mantequilla
derretida. El contacto con el calor de la
cocina. El sonido del sartén con aceite. Lo
dulce de las tajadas. El Guayoyito caliente
por la mañana. El queso derretido. La
cremosidad de la chicha después del trabajo o de
clases. Todas esas descripciones que transportan,
casi de manera inmediata, a los momentos que han
marcado la psiquis y el recuerdo del venezolano.
Y eso lo sabe bien Henry Alberto León Gutiérrez,
un chef que dice trabajar desde las emociones que
produce la comida.
“No es solo comer y cocinar”, dice confiadamente.
“Sino que yo cocino desde adentro, desde mi corazón.
Puedo hacer una chicha y vas a recordar ese momento
en que la compraste al salir del liceo”, expresa como
si se adentrara a ese instante de su niñez. Vive en
Maracaibo, pero no fue hasta hace cuatro años que
decidió mudarse de su natal Machiques de Perijá,
municipio productor agropecuario por excelencia,
para emprender en la cocina. Sus principales impulsos
fueron su papá y su tía “Vicky”, quienes le convencieron
de insistir en el mundo gastronómico.
El mismo día de su graduación de bachillerato
comenzó a estudiar cocina. Con esa euforia y exaltación, hizo sus maletas para mudarse al sector Belloso
en Maracaibo, donde se le abrieron las puertas del
Centro Educativo de Estudios Gastronómicos Alejandro Magno (Cegama).
En noviembre de 2018, Henry y sus compañeros
de Cegama, realizaron cenas para buscar patrocinio
que les ayudara a costear sus participaciones como
representantes de Venezuela en la Copa Culinaria del Pacífico 2019 en Guayaquil, Ecuador, pautada para
el 11 de febrero.
Hace tres años tuvieron que declinar sus sueños
de participar en Guatemala y Chile, puesto que no
consiguieron los recursos económicos en su momento,
para inscribir al país. La tercera era la vencida, como
dicen. En el 2019 lograron inscribir a Venezuela en este
evento de gastronomía mundial, y lo representaría,
nada más y nada menos, que un zuliano.
Henry tenía su ticket dorado para representar a la
nación por primera vez en un concurso de esta índole,
de no ser porque lo detuvieron el 23 de enero de 2019
cuando salía de una manifestación convocada por la
oposición venezolana en la Av. 5 de julio con Delicias,
donde participó “por la libertad de Venezuela”.
“Yo venía saliendo de la concentración. Ya estaba
a dos cuadras de mi casa cuando seis motos con dos
funcionarios en cada una, se me acercaron. Yo salí corriendo, y cuando volteé, era el último que quedaba.
En ese momento una moto me atropelló, y después
una segunda moto pasó por encima de mis piernas”,
relata un Henry sin nerviosismo, sin tapujos y sereno.
Los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana
(GNB) lo levantaron del suelo como si de un papel se
tratase, y lo montaron en una de esas máquinas con
dos ruedas que inspiran terror cuando se escucha el
motor a una cuadra de distancia.
“Por la adrenalina y el miedo me dolían las piernas, pero no las sentía”. Desde ese momento, fue
trasladado al destacamento 111° de la GNB, al lado del
puerto, en la Av. El Milagro de Maracaibo.
El cocinero por vocación, cuenta que mientras llegaban al destacamento, los funcionarios lo golpeaban
con los cascos y “con un bate que ellos tenían”. Le
gritaban que era “guarimbero”.
Por si los golpes y los chillidos no fueran suficiente
violación de derechos humanos, también fue víctima
de robo por parte de los que se visten de verde oliva:
“Yo intentaba meterme la mano en el bolsillo pero me golpeaban tanto que se me fue la consciencia y me
desvanecí. Cuando llegué ya no tenía el teléfono”.
A las 7:00 de la noche llegó al calabozo, el cual
describe como “oscuro” y “muy húmedo”. Pero no
estaba solo: le acompañaban otros 65 detenidos (presos comunes), más 11 jóvenes como él, que fueron
apresados por protestar.
Alguien en su celda le prestó un celular para comunicarse con algún familiar, y fue por Instagram que
contactó a sus compañeros de cocina. Allí no había
espacio para caminar ni respirar. “Orinábamos y
hacíamos nuestras necesidades ahí mismo”. Debido
a las bacterias emanadas de las eses fecales de los
reclusos, él contrajo escabiosis (sarna), al igual que
los demás.
Con magulladuras en ambas piernas y sin atención
medica, Henry pasó esa primera noche en vela, entre
olores nauseabundos y ronquidos de desconocidos,
hasta que amaneció.
Estuvo 6 días apresado en ese cúmulo de bacterias
e insalubridad sin saber qué hora era, pues “sólo veía que amanecía y caía la noche”. “Teníamos no más
de 3 o 4 minutos para bañarnos. Nos sacaban en la
mañana y ese era el único beneficio que teníamos”,
indica León.
Las siluetas de las sombras que acompañaban a
Henry en esas exasperantes noches, resultaron ser
“grandes personas”. Los presos comunes no empeoraron la situación: “Ni me tocaron. Nos apoyaron
sabiendo que éramos nuevos. ‘Llegaron los del kínder’,
decían. Hasta nos dieron cobijas”.
Sin embargo, las noches no fueron tan cordiales.
“Yo no dormía casi. Sufro de asma y tenía que dormir parado todas las madrugadas, por cuestiones
de que me ahogaba con la humedad y como estaba
de último en la celda, me costaba mucho trabajo respirar. Gracias a Dios pudieron ingresar la bombita
para respirar”.
En cada oración Henry empieza diciendo “gracias a
Dios”. No dejó de repetirlo en ninguna de las oraciones
mientras compartía su agobiadora historia. Tal vez
de allí se desprende esa aura de tranquilidad que
contagia. A pesar de la rudeza del asunto, lo contaba
como si lo hubiera imaginado, y no como si hubiese
sido su realidad.
“Había funcionarios que nos daban palabras, nos
decían que fuéramos fuertes. Que todo iba a acabar
pronto. También había un pastor dentro del calabozo
y todas las mañanas oraba”.
Con una actitud muy pasiva, pero no débil, habla
mucho del perdón. No pude evitar preguntarle si perdonaría a los funcionarios que lo golpearon hasta
dejarlo inconsciente.
“¿Qué si perdoné a los funcionarios que me golpearon? ¡Claro! Desde que salí lo he dicho: ellos no
tienen culpa”, arrojó esa absorbente frase que estoy
segura, no lo pensó dos veces.
“Si me vieron débil y me atropellaron es porque
ellos tienen alguna debilidad en su familia”, lanzó ese
comentario inesperado y tan refrescante, en medio
de un testimonio escabroso.
A pesar de su optimismo, revela que no cree que
hubiese soportado 45 días en ese recinto: “No lo hubiera logrado. No se lo deseo a nadie: ni al propio
presidente”
Aunque sabía cual era su destino cuando lo detuvieron, no dudó en levantarse de la moto en movimiento,
donde estaba siendo sofocado por dos desconocidos
militares, para gritar la palabra más significativa y
renombrada en estos últimos veinte años en Venezuela: “¡Libertad!”. La gente le respondió lo mismo;
un lenguaje que sólo entienden los demócratas.
Para María Inés Hernández, Coordinadora de
Comunicación de la Comisión de Derechos Humanos
del estado Zulia (CODHEZ), se trató de una detención
arbitraria, puesto que “él sólo estaba yendo a su clase
de cocina, no estaba cometiendo ningún delito ni
tampoco actos de flagrancia. Y en ningún momento
se le explicó por qué estaba siendo detenido”.
Esto pone de manifiesto las irregularidades en
el sistema judicial venezolano, ya que ni siquiera le
proporcionaron comida. Los alimentos, que legalmente deberían ser otorgados por las cárceles de la
nación, se los ofreció una voluntaria de este comité
de derechos humanos en coordinación con Cegama.
Así como los “detalles leves” de sobrevivencia, los
cimientos de la ley son carcomidos por las termitas
de la corrupción y la complicidad.
Lorena Arcaya, abogada de Henry y Coordinadora
de Defensa para Codhez, denunció las irregularidades
cometidas en el caso: “A él le imputaron cuatro delitos,
entre ellos, agavillamiento, intimidación pública, resistencia a las autoridades y obstaculización de las vías.
En este último delito hablan de palos y piedras, pero en
la custodia no aparecen ninguno de esos elementos”.
También afirmó que el Ministerio Público es
parte del poder moral y ciudadano, y están en el
deber de, no sólo buscar elementos de culpabilidad,
sino de ex culpabilidad: “El fiscal nunca le realizó
preguntas a los muchachos para buscar la verdad
verdadera”. Tampoco fue legal que el chef zuliano
estuviera aprehendido con otros presos comunes,
por lo que Arcaya explicó que “en Maracaibo no
hay cárcel nacional y los comandos fungen como
calabozos”.
No pudo asistir a la copa culinaria, y muchos se
preguntarían qué hizo para terminar así, para él, la
respuesta es simple: “Solo tenía una bandera y mi
morral. Yo sabía que no había hecho nada malo, más
que salir a reclamar la libertad de mi país”.
El amante de la comida salada y caliente, define su
experiencia en tres palabras, como aprendizaje, valor
y pensamiento. “Hay que pensar mucho para que ellos
hicieran lo que hicieron, y yo para poder perdonar”.
Nazaret Torres Padrón
Youtube: Nazareth Torres Instagram: Nazatorresp
Licenciada en comunicación
social, mención periodismo audiovisual por la
Universidad del Zulia. Laboró para Radio Fe, Alegría
Noticias y Canal 11 del Zulia desde el 2018 y ha realizado
coberturas electorales especiales en Venezuela.
Actualmente es colaboradora del Caracas Chronicles y
de otros medios digitales.