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Editorial: ¿Por qué no invertir en cultura? | ROBERTO GARZA | Junio 2025

¿Por qué no invertir en cultura?

Si invertir en cultura es invertir en desarrollo, ¿por qué no es prioritario para México hacerlo? 

Es bien sabido que la cultura por definición, es el conjunto de conocimientos, ideas, tradiciones y costumbres que forman parte de una sociedad. Sin embargo, la cultura también es la responsable de modelar las identidades de las personas, de formar puentes entre grupos humanos y de ser la base para el desarrollo de una sociedad. En pocas palabras: La cultura es el motor requerido para lograr una transformación y reinvención en un mundo globalizado.

Si lo anterior es verdad, entonces, ¿por qué en Latinoamérica seguimos sin invertir de manera responsable en la cultura? ¿por qué el tema cultural sigue percibiéndose como un “accesorio de gobierno”, como un “generador de eventos sociales” o simplemente como un “complemento” de las instituciones públicas y privadas?

Invertir en cultura es invertir en desarrollo. Quizás esa sea la razón, por la que países como el Reino Unido, Alemania, Francia, Holanda, Dinamarca, Suiza, Austria y Bélgica, no sólo son de los más desarrollados, sino de los que han sido capaces de crear una industria cultural tan poderosa, que ya contribuye fuertemente a su Producto Interno Bruto. ¿Será casualidad también, que la mayoría de estos países formen parte del ranking de los países más innovadores del mundo?

Para muchos países latinoamericanos con altos índices de pobreza, el invertir en la cultura debería de ser prioridad dentro del sector público y privado. No obstante, habría que ver lo que hizo Inglaterra desde finales de los noventa, al poner a la cultura como centro de su proyecto de gobierno, impulsando así la imagen del país a nivel internacional y creando una industria cultural que se ha convertido en parte esencial de su economía. 

Si nuestros gobiernos estuvieran verdaderamente preocupados por fortalecer la cultura y por convertirla en un motor de desarrollo para nuestras comunidades vulnerables, deberían comenzar por aumentar el porcentaje de ingresos destinados a la misma y crear esquemas donde la iniciativa privada pudiera participar junto con ellos de manera inteligente. 

Es importante que dejemos de ver a la cultura como deficitaria. Nuestras autoridades culturales deben darse cuenta, que ésta no sólo puede ser autosustentable, sino también puede convertirse en una industria bastante lucrativa. Tienen que dejar de pensar, que las producciones culturales pierden su nobleza al generar un desarrollo económico. 

En resumen, nuestras instituciones culturales deben migrar sus modelos basados en subsidios de gobierno y dádivas privadas, a modelos que sean capaces de generar ingresos por sí mismos y crear círculos virtuosos de desarrollo económico al interior de la industria. 

¿No cree usted, que ya es momento de que nuestra industria cultural se convierta en un motor de desarrollo?

robgarza@att.net.mx