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MIGUEL GARZA | Un autógrafo: mi boleto al mundo de la actuación | EDUI TIJERINA | Mayo 2024

Por: Edui Tijerina
Fotografía: Cortesía Miguel Garza


MIGUEL GARZA
Un autógrafo: mi boleto al mundo de la actuación

En 1985, cuando trabajaba para el programa “Esta Mañana”, del productor Héctor Martínez Cavazos, para el entonces Canal 3 de Monterrey, tuve oportunidad de acudir al Teatro Monterrey del Seguro Social (IMSS) para entrevistar a las protagonistas de la pieza teatral “Ausencia de Dios”: Marga López y Blanca Guerra.
En el camerino me encontré no sólo a mis entrevistadas sino, también, a un muchachito de apenas unos 10 u 11 años, que entraba y salía de las instalaciones, como si nada, para platicar con el elenco de la puesta en escena y hasta pedir autógrafos.
Años después, estando ya en México en el equipo de producción de “Siempre en Domingo”, volví a coincidir con él a través de mis queridos amigos el cantante solista Flavio César y su hermano Charlie Martínez, del grupo “Magneto”. Para ese entonces, ya todo un joven que comenzaba su carrera en el mundo de la actuación.
Hoy, casi 40 años después de aquel primer saludo en un camerino de teatro, puedo decir que somos grandes amigos y tengo el gusto de platicar con él para presentarlo con todos Ustedes, queridos amigos lectores de “Arte, Cultura y Sociedad”.
Se trata del talentoso actor y productor regiomontano, Miguel Garza.
Mi querido Miguel. ¿Te parece si nos vamos al Monterrey de mitad de los 80s?
Entonces viva en mi amada Sultana del Norte. Tendría unos 8 o 9 años. Por ese entonces fue cuando descubrí mi atracción por los escenarios, por la actuación, por el mundo del espectáculo en general.
¿Cómo fue que la descubriste?

En el centro de Monterrey, por Avenida Constitución, estaba el centro de actividades artísticas, deportivas y recreativas del Instituto Mexicano del Seguro Social, IMSS. Ahí se impartían clases de cocina, baile, música, actuación.

“Así fue como empecé a coleccionar autógrafos.  Sin pensarlo, sin imaginarlo. ¡Mis boletos!”.
¿Tomabas clases en ese centro?


Mis tíos Guacho y Lupita eran maestros de baile y, como mi abuelita materna vivía cerca, yo me iba caminando hasta el lugar para verlos impartir sus clases. No era alumno, pero sí un observador muy interesado en el ambiente, en la disciplina, en los talentos y en ver la pasión con la que mis tíos compartían sus conocimientos.
¿Así fue cómo descubriste tu vocación?

Digamos que fue el comienzo del descubrimiento.


¿El comienzo? A ver, cuéntanos.

Un día, salí del centro y, al pasar frente al Teatro “Monterrey” del Seguro Social, que estaba al lado, vi que un grupo de personas rodeaban a una señora que les estaba firmando unas fotografías y papeles. Eso me llamó la atención y me acerqué a ver de qué se trataba. Alguien me preguntó si quería una hoja para que también me firmara y la acepté. No sabía de qué se trataba, pero pues ahí estaba, esperando mi turno a que me diera su firma, que luego supe que se le llamaba “autógrafo” y, junto con otros que se fueron sumando, se convirtieron en un gran boleto para comenzar mi carrera artística.
Y, finalmente, llegó tu turno.

Así fue. Llegué ante ella, le di mi papel y, en eso, le llamaron desde el lateral del teatro.  Comenzó a caminar mientras escribía una dedicatoria en mi hoja, y yo detrás, siguiéndola. Para cuando menos imaginé, ya estaba dentro del teatro, con ella.
Una niña, más o menos de mi edad, vino a encontrarla y entramos al camerino. La señora nos presentó y nos pidió ponernos a jugar mientras ella se arreglaba. La niña y yo jugábamos, íbamos y veníamos, entrabamos a la sala, volvíamos al camerino, en fin. Hasta que la señora estuvo lista y salió para ver dónde andábamos, pues ya se acercaba la hora de que entrara el público y dieran
la primera llamada para presentar la obra que protagonizaba.
A todo esto, ¿quién era esa señora? ¿Quién era la niña?

Se trataba de doña Jacqueline Andere y de su hija Chantal.
¿Y qué obra era?

No recuerdo el título, pero también actuaban Pilar Pellicer y Javier Marc.
¡Gran anécdota!

Disfruté mucho esa experiencia. Tanto, que empecé a ir cada fin de semana y hacía lo mismo: me acercaba al elenco y pedía autógrafos. Esos eran mis boletos, como te decía, para hacerles plática y entrar por la puerta de atrás.
¿Y no te regañaban? ¿Llegaste a tener problemas con el personal del teatro?

¡No! ¡Para nada! Al contrario. Llegó un momento en que todos me conocían: tramoyistas, utileros, taquilleros. Todos me veían como “el niño del teatro”. Iba, venía, subía, bajaba; andaba por el “paso de gato” y casi, casi, era el que recibía a los actores.

“Nuestra responsabilidad como figuras públicas implica aprovechar el escenario para compartir información que oriente, que haga reflexionar, que encamine”.
¿Qué actores o actrices fueron tus primeros amigos dentro de esa dinámica de integración al mundo del teatro?


Me hice amigo de Ofelia Guilmain. También de Lucy Gallardo, Juan Ferrara, Marga López, Helena Rojo… Llegué a tener buena comunicación con todos los que iban.  Me trataban como si fuera su hijo, su sobrino.  Parte de la familia, vaya.
Y todo a partir de un primer autógrafo.

De hecho, así fue como empecé a coleccionar autógrafos.  Sin pensarlo, sin imaginarlo. ¡Mis boletos!
Pero, bueno. Así surgió tu atracción por el mundo de la actuación y los escenarios, pero, ¿cómo fue que comenzaste profesionalmente?

A los 15 años, durante una visita familiar a la Ciudad de México, fuimos a Televisa a saludar a mi tía, prima segunda de mi madre. Durante la charla, ella se me quedaba viendo, como pensando que tal vez daba el tipo para estar a cuadro en una pantalla de televisión, y me preguntó que si me interesaba actuar. Obviamente, la respuesta inmediata fue que sí.



¿De quién estamos hablando cuando refieres a “mi tía”?

Irma Lozano.  Una grande del teatro, cine y televisión mexicanos.  También, una estrella del doblaje.  Fue la voz en español de Barbara Eden con su personaje de Jeannie en “Mi Bella Genio”.
Entonces, preguntó si te interesaba actuar…

Y dije que sí.  Luego de eso, me mandó a la oficina de Juan Osorio.  Arturo Guízar fue el encargado de hacerme una audición; un casting.  Yo no sabía qué era eso.  Ni una sola idea de nada de eso.
¿En qué consistió esa audición?

Me pidió leer un libreto de escena de telenovela. Yo hacía un personaje y él, otro, dándome réplica. 
Durante la lectura, él se reía y reía. Le pregunté de qué se burlaba. Muy apenado, me dijo que no era burla. Simplemente le parecía graciosa mi forma de hablar, con acento norteño, muy regio, muy marcado. Fue cuando pensé que tenía que trabajar eso.  Ahora hay instructores para ayudarte con los acentos.  Les llaman “Coach de acento neutro”.
¿Y qué pasó? ¿Te dieron el papel?

Me quedé con el personaje. Se llamaba “Alejandro”, el mejor amigo del personaje de Cristian Castro en “Mi Segunda Madre”, una telenovela producida por el propio Juan Osorio, con María Sorté, Enrique Novi, Daniela Castro y Alfredo Adame, entre muchos otros grandes nombres que completaban el elenco.
Ahí sí que fue el inicio del camino…

¡Exacto!  Me vine a Ciudad de México y, al principio, estuve viviendo en casa de mi tía Irma.   Cuando terminó “Mi Segunda Madre”, con la que fui muy feliz porque aprendí muchísimo sobre lo que era hacer televisión por todo lo alto, comenzaron a llegar otros proyectos.
Seguro lo hiciste muy bien con tu personaje de debut. De otro modo, no habrían llegado otras oportunidades así tan pronto.

Pues sí.  Y, modestia aparte, debo decir que fueron producciones muy exitosas. Por ejemplo, “Luz y Sombra”, con Thalía y Enrique Álvarez Félix; “En Carne Propia”, de Carlos Téllez -el productor y director de “Cuna de Lobos”- con las actuaciones de Gonzalo Vega y Edith González.  Yo interpretaba al hijo del personaje de la señora Ana Bertha Lepe.
¡Ah! ¡También hice episodios de “Papá Soltero”! Inolvidable esa serie de comedia y drama familiar, con César Costa como estelar.
¿Y te preparaste con cursos y talleres de actuación, o todo fue con base a tu sensibilidad y talento nato?

Pues entré al Centro de Capacitación de Televisa, conocido como CEA, pero tuve que salirme al relativamente poco tiempo.

“Completamos 7,200 representaciones de la obra “Juegos de Amor” donde compartí escenario con mi prima María Rebeca y Claudia Ivette”.

¿Cuál fue el motivo?


Entrar al elenco de “Muchachitas”, una telenovela que hizo historia en el bloque de producciones juveniles de la empresa.
Ah, bueno. Al menos el motivo de tu salida del CEA fue algo bueno: más trabajo.

Para ese tiempo ya me había mudado a vivir con mis amigos, el cantante Flavio César, y su hermano, Charlie de “Magneto”, también regios.


¿Qué pasó después de “Muchachitas”?

La telenovela tuvo tanto éxito que se fue alargando.  En el inter, me fui a Perú para hacer una telenovela que, finalmente, no se concretó. Me regresé a México y logré reintegrarme a “Muchachitas”. Después, “María Mercedes” con Thalía, “Marisol” con Erika Buenfil, “Contra Viento y Marea”, “El Último Año”, “El Juego de la Vida”, “Vivo por Elena”, “La Candidata”, “Amar Otra Vez”,
“El Señor de los Cielos”, “Camelia la texana”, “La Piloto 2”, “El Conde”. ¡Han sido más de 30 telenovelas y series con papeles de todo tipo: grandes, medianos, pequeños!
¿Importa el tamaño del papel?

Sí y no. Sí, porque un papel protagónico, o secundario con alto nivel de presencia en la historia, te da presencia, proyección y beneficio económico. No, porque como actor, todo personaje
representa un reto y la exigencia de hacerlo con amor, con pasión, con toda la entrega, aunque no diga una sola palabra. Lo que le da peso es lo que logres transmitir a través de él.
¿Y has hecho unitarios?

¡Claro! He estado en los tres unitarios de mayor índice de rating. Puedo mencionar, hasta ahora, 2 de “Como Dice el Dicho” y 25 de “La Rosa de Guadalupe”, pero mi récord está en “Mujer, Casos de la Vida Real”, con la señora Silvia Pinal.  De ese programa participé en 53 historias.
¿Cuándo comenzaste a enfocar en los escenarios teatrales?

Con un libreto titulado “Juegos de Amor”, una obra muy especial para mí en la que compartí escenario con mi prima María Rebeca y Claudia Ivette.
¿Qué tuvo esa obra para que la refieras como algo muy especial para ti?

La representamos por doce años ininterrumpidos. Con ella recorrimos secundarias, preparatorias, universidades tecnológicas, teatros, kioscos, gimnasios, explanadas. Tuvimos eventos especiales por el “Día Mundial del Sida” y el “Día Mundial contra la Drogadicción”. En fin… Muchas satisfacciones.
Entiendo que se trataba de un montaje de carácter social.

Exacto. Finalmente, nuestra responsabilidad como figuras públicas implica mucho de eso, es decir, aprovechar el escenario para compartir información que oriente, que haga reflexionar, que encamine.
¿Cuántas representaciones en esos doce años?

¡7,200 representaciones! ¡Muchísimas!
¿Fue la única puesta en escena de carácter social?

No. Luego hice “Desatinos”, con Irma Lozano.  Fueron diez años de funciones. De hecho, fui alternando las dos obras en todo tipo de escenarios. Esta también abordaba el tema del VIH, que para los tiempos que corrían, mediados de los 90, era tabú.
Con “Desatinos” estuvimos, incluso, en el Festival Cervantino. Muy enriquecedor. Experiencias únicas. Pero, con tantos años abordando un mismo tema, uno llega a necesitar un cambio, un giro, aire fresco.
¿Y qué hiciste para conseguir esa redirección, ese nuevo aire?

Me compré otra obra. Fui a Nueva York y conseguí los derechos de “Las Mariposas son Libres”.  Hice la traducción y, luego, con la ayuda de Irma Lozano y Roberto D’Amico, me encargué de la adaptación. A esa versión la titulé “Ciego Amor”.
¡Y seguro fue otra puesta de larga temporada!

Fueron 1,900 representaciones, para ser exactos, a lo largo de seis años. En ella actué junto a Sylvia Pasquel, que estuvo cuatro años y, al completar su ciclo, se fue a hacer una telenovela, dejando su personaje a Norma Lazareno y Alicia Bonet, como actrices invitadas. Luego llegó Ana Luisa Peluffo, con quien hice dos años, hasta que terminó la temporada.


Cuéntanos de tu faceta como empresario.

Bueno, sí. También he pisado esos terrenos y, la verdad, también lo he disfrutado mucho. Te ayuda a explorar otras vetas creativas y a desarrollar la capacidad administrativa y de logística.
Como empresario, por ejemplo, trabajé con Jenny Rivera en todas sus presentaciones del Auditorio Nacional. También traje por primera vez a nuestro continente, directo de Berlín, Alemania, el espectáculo “Soap”, que es tipo Cirque Du Soleil, pero jugando con tinas de baño. 
Otra de mis grandes satisfacciones como empresario fue el montaje de “Mame”.  Compré los derechos, junto con Gaby Ruffo traduje el texto y la adaptación corrió a cargo del maestro José Solé.

“El ser empresario te ayuda a explorar otras vetas creativas y a desarrollar la capacidad administrativa y de logística”.

¿Y qué tal?

¡Fueron dos años maravillosos! Tuvimos alternando a Itatí Cantoral y a Stephanie Salas con el papel estelar de la tía Mame. Con ellas, un elenco integrado por figuras como Lorena Velázquez, Dalilah Polanco, Eduardo Liñán, Ricardo de Pascual y Víctor Noriega, entre muchos otros.
¿Participaste como actor, o sólo como empresario?

Hice dos personajes: Patrick, el sobrino, y Lindsay, el mejor amigo de Mame.
¿Qué tal tu incursión en el formato de teatro breve?

Hice una llamada “Sueña”, que tenía como concepto básico el principio del teatro en el cine.  Lamentablemente no funcionó por temas de logística de la cadena de exhibición que participaría.  Pero llegaron muchas otras, incluyendo dos de tu autoría, mi querido Edui: “La Segunda Oportunidad” y “Rojo 33”, ésta última con Rossana San Juan y con el regreso a los escenarios teatrales de Carmen Campuzano.
¿Cómo surgió la idea de tu programa “De Noche con Amigos”?

Durante la pandemia, cuando se suspendieron las grabaciones de “Falsa Identidad 2”, mis compañeros de elenco y yo, como todos los actores y actrices, nos quedamos sin trabajo y, claro, igual que la población mundial, nos tuvimos que guardar en casa.
Para entretenerme, desahogar la necesidad expresiva y de comunicación, y para mantenerme vigente también como conductor y entrevistador, empecé a hacer lives de Instagram.  Lives que luego se convirtieron en entrevistas con identidad propia… y esa identidad es el programa con el que acabo de cumplir cuatro años con casi 500 emisiones.
¿A quiénes has entrevistado, por ejemplo?

Ricardo González “Cepillín”, Rebecca Jones, Rosita Pelayo, Raquel Pankowsky, Lorena Velázquez. Los menciono primero a ellos a manera de homenaje, porque ya se nos adelantaron en el camino.
También he tenido entre mis invitados a Lin May, Maxine Woodside, Dulce, Rocía Banquells, Carlos Cuevas, María Antonieta de las Nieves “La Chilindrina”, Lupita Lara, Carlos Bonavides, Anabel Ferreira. ¡Vaya! Te digo, han sido casi medio millar.
Dada mi pasión por el teatro, cada cien programas develo una placa conmemorativa.  Y espero develar muchas más.
Mis respetos, mi querido Miguel. Realmente tienes una trayectoria larga, constante, que has andado a paso firme y que promete seguir abriendo muchas nuevas puertas para ti.   Por algo, la Asociación Nacional de Actores (ANDA) te reconoció con la medalla “Virginia Fábregas”.

Sí.  Fue una ceremonia muy linda; emotiva e inolvidable.
Y aquí andamos, entregando cuerpo y alma a esta pasión por los escenarios, que es lo que nos mantiene vivos, la que da fuerza para trabajar, para forjarme día con día, empezando cada mañana como si fuera a partir de cero.