Por: Edui Tijerina Chapa
Fotografía: Cortesía Catherine Mazoyer
CATHERINE MAZOYER
“Los artistas tenemos otra
forma de ver al mundo”
Catherine Mazoyer es una de las actrices
chilenas de mayor presencia en el Festival
Internacional de Cine de Lebu. Ha participado cumpliendo con distintas funciones
pero, eso sí, siempre con el gran amor
que se tiene a un evento al que se considera “como
una familia”.
Ahora, recordamos nuestras charlas con ella, como
preámbulo a la edición 2024 de este gran evento cinematográfico al sur del continente, en Chile.
Dime, Catherine… ¿Cuál ha sido, para ti, una de
las experiencias más significativas de tu faceta
como actriz?
Hay tantas… Cada personaje, cada proyecto, resulta
importante y significativo como paso fuerte en este
camino. Pero ya que lo preguntas, me viene a la
mente una anécdota que refleja el vínculo entre el
ser humano, el artista y la responsabilidad de estar
sobre un escenario.
Recuerdo cuando interpreté a la villana de una
telenovela. Fue una producción que estuvo dos años
al aire. Esa antagonista era un personaje lleno de
matices, de locuras, de extremos. Un día noté que se
me caía el cabello y fui a un especialista.
¿Pérdida de cabello? ¿Por nervios, presión o por
la intensidad de tus interpretaciones que se fue
somatizando?
Después de hacerme todos los exámenes, todos los
análisis, le comenté al Dr.: “Bueno, quizás somaticé
al personaje”. Me preguntó si era actriz, y al responderle afirmativamente me dijo: “tendrías que haber
empezado por ahí”.
Me explicó que no se me caía el cabello por ser
actriz, sino que yo era actriz porque se me caía el
cabello.
Tuvimos una larga conversación en la que me
expuso que nosotros, los artistas, tenemos otra
manera de ver el mundo. Una óptica muy distinta a
la del resto de los mortales; que tenemos una sensibilidad diferente frente a las cosas, y es eso lo que
nos lleva a ser artistas y dedicarnos a al arte como
estilo de vida y profesión.
Y creo que tiene razón.
Para ti, ¿qué significa ser actriz?
Soy actriz chilena. Y digo “chilena” porque es distinto
ser actriz chilena, que actriz mexicana, o ser actriz
francesa, o china. Cada industria es distinta, cada
medio es diferente, cada país vive su propia madurez
cultural y artística.
Los actores y actrices aún nos exponemos a los
prejuicios de las personas cuando decimos que estudiaremos teatro (todos preguntan: ¿y de qué vas a
vivir?). Luego jugamos a abrir nuestras entrañas
para aprender un oficio que expone nuestras almas
(mientras nos dicen: “ustedes deben pasar de fiesta
en fiesta”). Luego salimos a la vida laboral, con una
maleta de sueños e ideales, con una bandera de lucha,
que es el arte, para cambiar el mundo.
Eso es difícil de manejar, ¿no? No creo que todos
lo logren.
Algunos lo logran, otros quedan en el camino. Y a
veces nos vemos en ese lugar incómodo de ponerle
un valor a nuestra pasión, cuando nos enfrentamos a
un mundo de números y dinero como es la televisión.
Pero seguimos trabajando desde el amor absoluto,
aunque nos hayamos transformado en un punto de
rating.
También hay otros mundos expresivos, porque
cada ventana maneja un lenguaje distinto: el
cine no es igual que TV, ni éstos son iguales al
teatro, por ejemplo.
Coqueteamos con lenguajes tan distintos como son
la televisión, el cine, el teatro, en un medio que aún
es pequeño pero que vemos con emoción cómo ha
ido creciendo y ha traspasado esta cordillera que a
veces nos aleja tanto del mundo.
Y pensar que allá afuera hay muchos que
piensan que actuar es fácil, que cualquiera lo
puede hacer y que, incluso, es un pasatiempo.
Y seguimos escuchando frases como “lo tuyo no es una
profesión, es un hobby” cuando sonreímos al contar
nuestro próximo proyecto, ese hermoso trabajo que
haremos gratis.
También se trata de un oficio que no todos
entienden. Tanto, que luego lo toman como
variable de validación o invalidación de la
persona.
Exacto. O somos validados o invalidados con un “¿Eres
actriz? Entonces, ¿en qué teleserie has trabajado?”.
Pero seguimos amando cada suspiro que el personaje de turno nos provoca y seguimos creyendo en
nuestros sueños cada vez que llega alguien al teatro
a ver nuestra obra.
Y aunque nunca sabemos qué nos depara el mañana,
podría asegurar, desde lo más profundo del corazón,
que un artista de verdad seguiría aferrado a su oficio,
a su medio de expresión, escogiéndolo una y otra vez
por siempre. Así sea por una, dos, cincuenta o cien
vidas. Las que nos toque vivir.