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Por: Diego E. Cantore - Georgina Cantore
Fotografía: Especial
El cuento del libertador
Para nosotros los argentinos, tal vez el triunfo de la
derecha haya sido la conjunción de muchos elementos,
pero también la intención de querer ser lo que no
somos.
S
i estas líneas que comienzan a gestar una
idea, resultas en ser el comienzo de un cuento, retratarían la historia del triunfo electoral por la presidencia de la Argentina, de un
político pseudo liberal, sin antecedentes y
prácticamente desconocido para la gran mayoría de
los argentinos. Desconocimiento que no impidió, que
le sacara casi 12 puntos de diferencia a su contrincante
político Sergio Massa, del espacio peronista.
Se habló de voto bronca, producto de años de
desaciertos económicos de los representantes de
los partidos tradicionales y se habló de un discurso
directo, sin mentiras, por parte del candidato de la
“Libertad Avanza”, el economista Javier Milei. También se hizo referencia al carisma del mismo, que,
con promesas de cambio estructural, se adueñó de
la concepción de la “libertad” y cuestionó duramente
al resto de los políticos denominándolos “la casta”,
de la que dijo diferenciarse.
Tal vez el triunfo de la derecha haya sido la conjunción de todos estos elementos y otros tantos que se
escapan de un registro nacional y popular, pero, lo
que sí deberíamos registrar los argentinos, a esta
altura de la historia, es la intención de querer ser lo
que no somos. Es decir, no somos un pueblo europeo,
ario, blanco, sino latinoamericanos, mestizos; por
más que hayamos sido conquistados por europeos.
No somos un país rico, sino más bien pobre, muy
pobre, más allá de los recursos que tengamos. No tenemos un conocimiento del idioma de Shakespeare,
por más que 45 millones de compatriotas prácticamente ostenten un supuesto saber del mismo. Eso
sí, para nuestras navidades estivales, nuestros platos
siguen siendo netamente europeos, con una excesiva
nutrición calórica.
Ya avisaba Don Rockefeller, que, de quedarle un
sólo dólar, de su incalculable fortuna, lo destinaría a
la publicidad. Y es ahí donde radicaría el origen de
nuestra decadencia. Hemos sido colonizados, como
cualquier nación periférica, pero no nos sentimos
(puertas para afuera) colonia; sino colonizadores. El
origen de la tragedia.
Hoy en día los imperios no nos destinarían ni
una sólo bala para conquistarnos, les basta con una
industria como Hollywood, un jean, un rock. Lamentablemente esto no es un cuento, en todo caso (como
se dice en esta parte del mundo), el “cuento del tío”.
El tío es el mismísimo Javier Milei.
Y el cuento fue la promesa de que el ajuste lo iba a
pagar la casta. Apenas asumió y su primera medida
fue una devaluación brutal del 118%, la eliminación de
subsidios de tarifas de electricidad, gas y transporte,
el desamparo a los jubilados y más vulnerables, al
igual que un salto de precios en los supermercados,
debido a su creencia de un libre mercado sin un estado
presente.
Todo esto hace que hoy, a tan sólo semanas de
haberse convertido en presidente de la nación, la gente
se dé cuenta que, la famosa casta de la que hablaba,
en realidad no eran los políticos sino el pueblo.
Desde mi óptica, no le veo solución posible y siento
muy a mi pesar, porque amo a mi nación, que esto es
solo el principio de males peores y que actualmente
los argentinos, estamos a merced de una persona
que carece de toda sensibilidad y conocimiento en
el manejo de un país y sobre todo de un país como
Argentina, que cuenta con una inmensa diversidad
cultural.
geor.cantore@gmail.com
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