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Sin audiencia no hay medios

Cine y series

Manzanas de la discordia entre el público.

En números anteriores tuvimos la oportunidad de escribir un poco sobre la eterna discusión que se da cuando se plantea la pregunta: “Qué es mejor, ¿el libro o la película?”. (o el cómic, la pieza teatral, o cualquiera que sea la base de aquello que estamos viendo) No faltan los que se manifiestan en uno de los dos extremos. Sin embargo, en mi punto de vista, creo que el hecho de establecer esa “competencia injusta” está fuera de lugar.

¿A qué me refiero? Para proceder a una adaptación, se requiere de compromiso de análisis y apropiación de la esencia del trabajo que se trasladará de un lenguaje y criterio narrativo-literario a otro, muy distinto, como el audiovisual. De inicio, ese paso de un lenguaje a otro, ya supone -por sí- una variación significativa. 

Si el espectador conoce la historia original, irá al cine con sus expectativas en alto y con prejuicios. Si no la conoce, irá confiando en que el adaptador hizo su tarea y en que lo que verá es un reflejo de lo que se abstuvo de leer en versiones literarias u otros montajes. En ambos casos, la responsabilidad es mucha.

Por eso, no es del todo correcto que comparemos tan rigurosamente, porque, aunque muestren la misma trama, las consideraciones y códigos son distintos. Mejor verlos como ofertas independientes y disfrutarlas como tales.

Luego, tenemos que algo muy parecido sucede cuando se habla de la tendencia cada vez más marcada hacia los remakes, secuelas, precuelas, reboots, revivals, spin-offs, etc.

El tema aquí es que los planteamientos referidos, entre muchos otros, detonan grandes e inútiles polémicas. Los afanes se intensifican y, al moverse hacia el nivel de fanatismo, rayan en discusiones violentas.

No conformes con esas bases de discusión, se buscan más puntos de inflexión para debates vanos. Las exigencias, el perfeccionismo, el apego a los cánones de los diferentes universos de trama son, sin duda, los principales detonadores.

Si hay algo que define a las audiencias en la actualidad es, precisamente, buscar defender intensamente sus preferencias y confrontar a todos aquellos que no compartan su pensar, pero por el hecho de “porque no te gusta lo mismo que a mí”, más que por una defensa purista formal.

Pelean los seguidores de “Star Trek” contra los de “Star Wars”; los de “Harry Potter” contra “Lord of the Rings”; los de Marvel contra los de DC; los de la saga de “Viernes 13” contra la de “Halloween” y, así, una larga lista de ejemplos.

Cuando una película o serie incluye en su realización alguna variable que no coincide con el cánon, es decir, con lo establecido en sus bases referenciales (cómic, libro, pieza teatral, programa u otra película primigenia), los seguidores, sin el mínimo análisis, se lanzan a la yugular de todos los involucrados, no sólo contra el producto en pantalla. Así, directores, guionistas, actores, ejecutivos de casas productoras y hasta la gente del público que defiende el trabajo, sufren las críticas y agresiones.

El ser “fieles seguidores” de un personaje o universo en particular es sólo un pretexto para quejar argumentando el patrón de cánon, ante la frecuente falta de argumentos sólidos y bien tramados.

Hay muchos ejemplos de secuelas tan bien hechas que igualan o superan a su antecesora, como “Terminator 2” y “Aliens”, por recordar algunas. También de versiones retratadas de personajes y atmósferas, como las de Christopher Nolan en su trilogía “Batman” o la película “Joker”, de Todd Phillips.

El éxito de estas referencias, tanto entre la crítica especializada como entre los espectadores, deja en claro que el apego a los cánones no es requisito para lograr un buen trabajo. Finalmente, el principio de adaptación prevalece en cuanto considera las variables de producción tanto como la dinámica de las audiencias al paso del tiempo.

Con lo anterior, no quiero decir que no podamos juzgar una mala película o serie. Al contrario. A lo que voy es que cuando hagamos juicio y expresemos una valoración, procuremos que sea tras una revisión de fondo y con buenos argumentos, no sólo por reacción meramente visceral. Se vale que algo no nos guste o que nos encante, pero eso, el gusto personal, es una cosa… la calidad de la obra es otra. Lo uno y lo otro, no siempre van de la mano.


Edui Tijerina Chapa 
edui_tijerina@yahoo.com.mx 
Twitter: @EduiTijerina 
Instagram: @eduitijerinachapa 

Escritor, dramaturgo, guionista, asesor y analista de medios. Autor de numerosas piezas teatrales y de scripts para películas como “Cantinflas”, “Somos invisibles” y “Jesús de Nazaret”