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Otros enfoques para la cultura en nuestro país | IGNACIO MENDOZA | Marzo 2023


Corriente alterna

Otros enfoques para la cultura en nuestro país

Nuestras instituciones se encuentran ante una oportunidad invaluable para intervenir en el desarrollo social, una necesidad evidente en el país considerando el deterioro que tiene nuestro tejido social tras años de crisis económicas y de seguridad.

En la columna anterior compartí algunas pautas con las cuales podríamos disfrutar al arte en el escenario que supone la nueva normalidad. Gracias a ello consideré que las instituciones a cargo de la cultura en nuestro país deben observar otros enfoques en su labor ante la presencia de los siguientes factores que fueron visibilizados por la pandemia.

Antes que todo, me parece obligado mencionar a una circunstancia excepcional: esa en donde se cree que los problemas que enfrenta actualmente el ámbito cultural son consecuencia directa del coronavirus. 

Eso no es así pues, en todo caso, la pandemia sólo vino a agudizarlos. Por ejemplo, la precariedad laboral de los creadores ya era constante desde antes del COVID-19, y también lo era la necesidad de algunas instituciones por conocer mejor a sus audiencias o por superar esa perspectiva sobre la cultura como un evento de entretenimiento al que se puede recurrir para fines administrativos o políticos, sin mayor valor que el de la numeralia. 

Tales situaciones han persistido por diversas razones y por ello creo que, antes que seguir embelesados por asuntos significativos aunque pasajeros (como la reapertura de los espacios), debemos reparar en estos problemas para detectar sus causas y resolverlos a la brevedad.

Pero no todo es adverso. Las plataformas virtuales y los recursos digitales se han revelado como un factor que no puede perderse de vista.

Estos recursos demostraron que el ámbito digital no sólo contribuye a la formación de públicos o a la difusión del trabajo artístico, sino que también son una pauta para modernizar las políticas culturales y relacionar a la cultura con el comercio electrónico; también pueden favorecer la vinculación profesional de los creadores e incluso sirven para construir plataformas que consoliden a las industrias creativas. Por fortuna hay casos de éxito a nivel internacional que podemos adaptar a nuestra circunstancia y presupuestos. 

Su realización sólo requeriría de departamentos técnicos a cargo de la implementación, así como de un compromiso institucional para con el perfil de los contenidos que ahí se ofrezcan. 

Continuando con el ámbito digital, en él se ha posicionado una práctica que debe explorarse: el crowdfunding. 

Esta forma de financiamiento en línea (donde la gente aporta donaciones voluntarias para el desarrollo de un proyecto) ha demostrado el poder que tiene la participación de la gente, lo cual revela la necesidad de revisar nuestras leyes de mecenazgo cultural no para regular a la iniciativa, sino para tomar lo mejor de ella y crear esquemas que agilicen la entrega de recursos a creadores e involucren a la comunidad en la toma de decisiones y el desarrollo de propuestas, ventajas que desburocratizarían al sistema cultural a través de presupuestos participativos.

Por otro lado, más allá de los retos que hay tras las condiciones aquí expuestas, nuestras instituciones se encuentran ante una oportunidad invaluable para intervenir en el desarrollo social, una necesidad evidente en el país considerando el deterioro que tiene nuestro tejido social tras años de crisis económicas y de seguridad. La nueva realidad ha demostrado que la cultura no sólo radica en lo tangible (el teatro, la música o el cine), sino también en aquello que hacemos como colectivo (las tradiciones o nuestros gustos), por lo cual es importante que las instituciones nos ayuden a reconocernos como generadores de cultura en todas las pautas de nuestra convivencia. Si las instituciones comprenden esto y lo toman como un punto de partida para proponer programas donde reconozcamos nuestros valores y expresemos o exploremos nuevas ideas, podremos entonces florecer como personas, como comunidad. Esto además serviría para terminar con la dicotomía entre lo que se considera como “cultura popular” y “alta cultura (concepto este último que refiere a cuestiones de clase y no de expresiones artísticas)”, sesgo tan arraigado que por ello muchos siguen considerando a la cultura como una actividad superflua.

Al margen de que, en un escenario ideal, donde todo lo anterior se concretara en acciones y acuerdos, estos factores requieren que tanto las instituciones como nosotros consideremos, de manera continua, la importancia de la cultura en nuestra cotidianeidad.

Eso nos llevaría a verla como lo que es: la oportunidad para convertirnos en mejores personas, no como el patrimonio de una minoría cultivada. El momento de hacerlo es ahora y la vía para ello es la innovación responsable, es decir, desde la voluntad de cambiar por un fin trascendente, no por una obsesión, tendencia o meta que, por su inmediatez, no garantizaría huella ni crecimiento.  

Aprovechemos que la pandemia nos hizo revalorar aquello que nos humaniza (la familia, el tiempo libre, el espacio personal) y que, por ello, hoy podemos expresar lo que sentimos mientras terminamos de reconfigurarnos.


Ignacio Mendoza
Instagram: @ignaciomendoza.consultor 

Docente y consultor académico y cultural. Ha sido Premio Nuevo León de Literatura y Director de Cultura en el Municipio de Monterrey. También se ha desempeñado como profesor de Letras Hispanoamericanas, y prepara actualmente su segunda novela.