Sin audiencia
no hay medios
Los medios y
sus contenidos
Una responsabilidad
compartida
La diferencia entre medios de comunicación y
medios de información radica, principalmente,
en que tanto emisor como receptor jueguen de
manera alterna ambos papeles y aprovechen
la posibilidad de dar continuidad al ir y venir
de mensajes/respuestas por el mismo medio.
Siendo así, entendemos que, por ejemplo, si la
televisión es un medio de información, entonces funciona como puente que nos conecta
con datos y referencias que permiten mejorar
nuestros niveles comunicativos y de comunidad.
Este medio, la televisión, ha sido, desde siempre,
objeto de análisis, críticas y defensas. Se le ha
pronosticado un fin que nunca llegó. Al contrario, evolucionó a otras ventanas (TV por internet, telefonía celular) y opciones de visionado
(streaming, on demand) Si bien es cierto que
muchas veces ha sido vapuleado injustamente,
achacándole responsabilidades que competen
a la familia misma y a las instituciones, en otras
se le han señalado contradicciones que siguen
marcando la pauta del debate.
Hace tiempo, uno de mis grupos en la Universidad se planteó una investigación comparativa
a partir de la cual se establecía, considerando
televisoras y un bloque temporal específico, el
conteo de comerciales de drogas socialmente
aceptadas (en ese entonces todavía se permitía la publicidad televisiva de cigarros) y el de
promocionales de “No a las Drogas”.
Los resultados fueron reveladores. La contradicción
muy marcada. La misma contradicción que se
presenta también en prensa, en radio, en sitios
de internet. En todos lados. Esto nos hace pensar,
reflexionar y señalar que todos los medios son,
metafóricamente hablando, como tener un hijo
que, luego, tiene problemas y debemos ayudarlo.
Los hábitos de relación entre audiencia y medios
son hábitos netamente sociales. Lamentablemente, cuando un medio se salta las normas,
le llegan multas, las paga y listo, no hay más
problema. Por lo mismo digo que hay mucho
por hacer al respecto. Mover una cultura en la
que pesa más el pago de una multa que la responsabilidad social de la falla es algo que, sin
duda, da mucho por discutir.
En todo el mundo, la mayoría de los gobiernos están nutriendo sus arcas con las drogas legales
a partir de los impuestos. Si el Estado está en
contra del alcohol, ¿cómo es posible que, a la
vez, obtenga tanto dinero a partir de su presencia en medios? Estas contradicciones pasan al
público, mismo que, al final, no deja de consumir
debido a la sensación de “Va, dale, si todo lo que
te dicen en radio, prensa, internet y redes son
meras mentiras; puras apariencias”. Para ser
justos, también están las contradicciones de
todos nosotros, como receptores. Hay grandes
sectores de la población que abogan por un
mejor nivel, que pelean por un incremento de
la calidad en contenidos mediáticos, pero que,
cuando las tienen en la parrilla de opciones,
las dejan de largo para soportar con mayores
niveles de audiencia a las opciones que ofrecen
todo aquello contra lo que pelean.
¿Cómo estamos tomando los contenidos televisivos? ¿Cómo estamos capitalizándolos, cómo
los asimilamos y los hacemos parte nuestra,
para, a su vez, integrarnos a todo? Tal vez ahí esté
la respuesta. Lo que estamos buscando puede venir de nosotros mismos, en la medida en que
podamos encontrarle un sentido productivo. El
peor contenido televisivo puede ser provechoso,
pero está en nosotros sacarle ese provecho.
Tal vez lo que falla en el discurso de los medios
culturales contra comerciales es que estos últimos nos presentan cosas comunes, situaciones
que sentimos, dramatizadas obviamente para
que sean más interesantes.
Hay una teoría, la de los usos y gratificaciones,
que nos remite a los medios en términos de
buenos y malos no por sí mismos, sino desde
nuestra perspectiva, en la medida que sus
contenidos nos gratifican o satisfacen alguna
necesidad de información, de entretenimiento o
desahogo. En un momento específico, un medio
podrá satisfacerla mejor que otros, un contenido
podrá resultar mejor. Según las necesidades
que tenga es lo que voy a buscar.
Ahí están todas las opciones, nosotros somos
los que nos movemos hacia una u otra; no creo
que alguno de ustedes tenga en su casa a un
guardián de sus criterios de selección mediática que los obligue a ver tal o cual cosa. Somos
libres de lo que vemos, criticamos lo que se nos
ofrece, pero rara vez ponemos en tela de juicio
los criterios que aplicamos para seleccionar.
Todos, según nuestra formación emocional,
intelectual, buscamos distintas maneras de
desahogo. Yo me puedo desahogar yendo a
caminar, o encerrándome, golpeando mi almohada, escribiendo un poema o escuchando
música. El uso que yo le dé a los materiales es
lo que podía implicar ese desahogo, entonces
yo voy a decidir si me desahogo riéndome o
viendo cualquier espacio cultural.
Este contexto me lleva a la invitación a que
cerremos el año pensando en lo que vemos,
escuchamos y leemos. Pero, también, en nuestra responsabilidad como quienes, al hacer la
selección, marcan la pauta a que se nos sigan
ofreciendo determinados contenidos. No nos
quejemos antes de pensar en hasta dónde lo
que nos llega tiene que ver con nosotros mismos.
Edui Tijerina Chapa
edui_tijerina@yahoo.com.mx
Twitter: @EduiTijerina
Instagram: @eduitijerinachapa
Escritor, dramaturgo, guionista,
asesor y analista de medios. Autor de numerosas piezas
teatrales y de scripts para películas como “Cantinflas”,
“Juan Diego” y “Jesús de Nazaret”.