Por: Edui Tijerina Chapa
Fotografía: Cortesía Edgar Vivar
EDGAR VIVAR
La ignorancia es atrevida
Recientemente tuve la oportunidad de
participar, por cuarto año consecutivo,
como Presidente del Jurado del ALDER
International Short Film Festival, en Chicago, Illinois.
Además de la satisfacción de ser parte
de esta gran labor para promover el quehacer de cineastas de todo el mundo, acercando sus películas a la comunidad latina
de la “Ciudad de los Vientos”, me tocó compartir responsabilidad
con muchos jóvenes entusiastas y talentosos, pero, también, con
grandes figuras de la pantalla.
Este año, el trofeo especial ALDER a la trayectoria llegó a
manos de alguien que ha marcado las vidas de varias generaciones a partir de su trabajo histriónico en teatro, cine (a cuadro y
doblaje) y televisión. Todos recordamos personajes icónicos como
el “Señor Barriga”, “Ñoño” y el “Botija”, entre tantos otros, que
han hecho historia en la televisión de México para el mundo.
Tienen un punto compartido: el talento de Don Edgar Vivar.
Aquí va la charla que tuve el placer de documentar para todos
Ustedes. Curioso que no fue propiamente una entrevista, pues
se trata de segmentos de conversaciones y comentarios que
se intercambiaron durante nuestra estancia de todo un fin de
semana, de jueves a lunes, por aquellos rumbos de Illinois, en
Estados Unidos.
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Edgar Vivar con Mafer Russell y Edui Tijerina Chapa |
¡Bienvenido a Chicago, mi querido Edgar!
Gracias, Edui. Es un gusto estar acá y volver a coincidir, viviendo
esta experiencia del Festival de Cine ALDER. Muy agradecido,
de verdad, al ver el trabajo de cineastas que buscan emocionar, conmover, impactar y hacernos reflexionar a través de sus
pequeñas obras. Y les llamo “pequeñas” no es despectivo, sino
refiriéndome a su extensión. Son cortometrajes que dejan en
claro lo mucho que se puede lograr sin necesidad de extenderse
demasiado; la gran fuerza que puede tener un mensaje cuando se
tiene una capacidad combinada de análisis, narrativa y de síntesis. Finalmente, lo que permea no es cuánto dure la película sino
qué tan a fondo de nuestra mente y/o corazón consiga llegar.
Los cortometrajes tienen, también, otro nivel de exigencia
para el espectador.
Sin duda. Demandan total atención para poder entender y
asimilar, con la misma intensidad, el contenido propuesto en
la película.
¿Y qué te parece lo que has visto acá?
Ver el nivel de estos trabajos me resulta estimulante y esperanzador. También me emociona que haya gente como Mafer
Russell, Sandy Castañón y Vianey Ayala, que se preocupan por
los cineastas jóvenes y se esfuerzan por acercarlos al público,
ofreciendo estímulos, reconociéndolos y abriendo caminos para
que este tipo de actividades se sigan realizando. Esos sí que son
círculos virtuosos. Nadie lo puede negar.
Por todo esto, doy gracias a la vida, a Dios y a la organización
por invitarme.
¿Qué sientes al recibir el reconocimiento especial a tu
brillantísima trayectoria?
Me quedo sin palabras. Realmente he estado conmovido todos
estos días por tanta muestra de aprecio, de cariño. Sentir a la gente tan cercana, tan familiar, realmente carga de energía.
No tengo más que agradecimiento amplio y profundo.
De hecho, me he comprometido con este equipo para apoyarlos en todo lo posible, promoviendo y dando difusión a este
Festival. Espero seguir acompañándolos en próximas ediciones
e instar a la gente a que venga, vea y se empape de lo que está
haciendo nuestra comunidad por y para el cine.
“Fui un niño
retraído.
Gordito. Ya
imaginarás el bullying en la
primaria.
Sobrellevar
eso, no fue
fácil. Me refugié en la
lectura”
Los nuevos cineastas serán los grandes directores de
mañana.
¡Exacto! Mañana estos nuevos cineastas que nos ofrecen su trabajo, digamos, de manera embrionaria, serán los que tengan la
batuta. Hay participantes con mucha experiencia, pero también
hay otros que están dando sus pinitos de arranque, tal y como
lo hicieron Spielberg, Scorsese, Iñárritu, del Toro…
Todos comenzamos dando pequeños pasos y, así, poco a poco,
logramos llegar a la meta.
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Edgar Vivar con Melissa Barrera, Xavier Zazueta, Edui
Tijerina Chapa y el cuerpo directivo de AISFF 2022. |
A propósito de pequeños pasos, que luego son grandes y,
al final, nos llevan lejos…
¿Quieres que nos vayamos al principio?
Por favor.
Pues, mi nombre completo es Edgar Ángel Vivar Villanueva. Nací
en Ciudad de México, hijo de Ángel Vivar López, Ingeniero Civil que, por cierto, fue de los responsables de la planeación de la
Torre Latinoamericana, que es icónica de la capital de nuestro
país. Mi madre, Celia Villanueva, se dedicaba al hogar y a cuidar
de sus cuatro hijos.
¿Cómo fue tu infancia?
Fui un niño retraído. Gordito. Ya imaginarás el bullying en la
primaria. Antes no se le llamaba así, pero, pues eso era. Acoso,
burlas. Sobrellevar eso, no fue fácil. Me refugié mucho en la lectura.
¿Y la adolescencia?
Esa etapa fue un poco más afortunada. Era una escuela abierta
en la que cada alumno elegía lo que quería aprender basándose
en créditos. Era una muy grata libertad, pero tú sabes que toda
libertad conlleva, también, una enorme responsabilidad.
No me digas que ahí fue donde comenzaste tu formación
histriónica…
Al final de la prepa, para completar los créditos, me fui por la
educación artística. El grupo de fotografía estaba lleno. El moldeado no me gustó. Terminé entrando al club de teatro, aunque
el maestro no me caía bien. Luego fuimos buenos amigos. Se
trataba de Gonzalo Correa.
Una vez que me subí al escenario, nunca más me volví a bajar.
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Edgar Vivar Edui Tijerina Chapa y el equipo de producción de AISFF 2022. |
Entonces, lo primero que hiciste fue teatro.
Sí. Teatro estudiantil, luego experimental y clásico.
¿Cómo saltaste a la televisión?
Hice un casting para un comercial de un pastelito llamado
“Napolitano”. Fue muy popular en aquel entonces.
Y de la publicidad, pasaste a la actuación en producciones
televisivas.
Ignacio Brambila se enteró que Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, estaba buscando ampliar su equipo de trabajo y le habló
de mí: “No está maleado”, le dijo.
Poco después recibí una llamada: “Habla Chespirito”. Me
preguntó si había hecho televisión y que si podía ir a las oficinas
de Canal 8. Cuando llegué al estudio, él estaba grabando “La
Peluca de Sansón”. Hubo una parte en la que el gag me movió
a la carcajada. Me reí tanto que tuvieron que cortar. Todos los
técnicos se me quedaron viendo. Roberto se me acercó y miró
de fijo.
- Tú eres Edgar, ¿Verdad?
- Sí.
- ¿Usas el chícharo? (Apuntador)
- No.
- ¡Contratado!
Se dio una química inmediata, ¿cierto?
Algo vio en mí que, a partir de ese momento, me distinguió con
su amistad y con una larga cadena de experiencias profesionales.
Roberto siempre fue un hombre muy noble. Muy bueno.
Fueron mucho años.
Años que son un instante, un suspiro, un abrir y cerrar de ojos.
Años que bien han valido la pena. Todo ha sido hermoso.
“El miedo
siempre
hace falta.
Es un incentivo. Antes de salir
a escena
siempre
muero de
miedo. No
sabes con
qué público
te vas a encontrar”.
Aunque no faltan los que dicen que nuestro medio tiene
muchos defectos.
¿Qué medio no los tiene? El que sea los tiene. Pero si te gusta
lo que haces y te comprometes en hacer las cosas de corazón,
con ética y compromiso, todo vale la pena.
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Edgar Vivar caracterizando al ‘Señor Barriga” en “El Chavo del Ocho” |
¿En qué momento comenzó todo? Es decir, ¿cómo
descubriste la magia de tu vocación artística?
Recuerdo mis primeras veces en un teatro. Me llevaba mi
abuelo. Veíamos zarzuelas. Alguna ocasión, a mis seis años,
vi “Las Leandras”, con Pepita Embil, la mamá de Plácido
Domingo. Yo había entrado de contrabando, porque era
una puesta prohibidísima para menores, por lo atrevida,
aunque, comparada con los estándares que hay ahora, es
un cuento rosa de hadas.
El caso es que estaba yo junto a mi abuelo. Pepita, mientras cantaba, bajó al lunetario para repartir nardos. Me vio y yo la
veía como una figura fuera de la realidad. Parecía que emanaba
luz, aunque en realidad era la del seguidor que daba contra ella.
Me descubrió entre los asistentes, se acercó a mí y me empezó a
cantar: “Nardos. Lleve Usted nardos, caballero, si es que quiere
a una mujer. Nardos, no cuestan dinero y son lo primero para
convencer…”
Una anécdota inolvidable. Ni qué dudarlo.
Y te cuento que, después, al paso de los años y ya en esta carrera,
me tocó participar en la ópera “Luisa Fernanda”, en Bellas Artes,
dirigida por Plácido Domingo. Entonces, tuve oportunidad de
referirle esto y me dijo que esa noche, cuando su madre me
cantó, él estaba ahí, tras bambalinas.
¿Cómo fue que dejaste la medicina para entregarte en la
actuación? Tuvo que ser una decisión difícil.
La verdad es que fue una decisión muy importante. Creo que
la más importante. Pero no me arrepiento. De hecho, si antes
curaba el cuerpo, sólo di un giro para dedicarme a curar el
espíritu. Y la mejor medicina para eso es, sin duda, la risa y
entrar en contacto con tus emociones.
Me gusta
mi trabajo.
Sirve para
motivar,
promover,
provocar
algo en el
espectador”
La risa, pero también el arte en general. ¿No crees?
Definitivamente. El arte promueve que el individuo tenga una
comunicación con la obra artística, sea en TV, cine, teatro, pintura,
escultura, pieza musical. Esos trabajos, esas manifestaciones,
entran al alma y remedian cualquier estado alterado en el que
estemos. Hay que señalar que también lo bueno, pero, en ese
caso, lo magnifican.
La vida ahora es muy complicada. La gente no puede, no
quiere o no permite conectar con su parte intelectual. Esa parte
a la que el arte llega directamente.
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Edgar Vivar en la “Benito Juarez Community Academy” en Chicago Illinois |
Qué gran labor la tuya…
Me gusta mi trabajo. Si sirve para motivar, promover, provocar
algo en el espectador… ¡Qué bendición! Para eso trabajamos.
Pero, también, una gran responsabilidad. ¿No?
Si vas a dedicarte a esto, dedícate en cuerpo y alma y haz lo
mejor que puedas. Lo mejor posible. Quizás te caigas, quizás
te tropieces… pero, adelante.
Es que los tropiezos son parte del aprendizaje y
crecimiento.
Para aprender a caminar, te tendrás que caer. Para aprender
a correr, tendrás que aprender a pararte y seguir caminando
después de cada caída. Eso aplica en todas las áreas, en todo lo
que hagamos en esta vida. En cualquier actividad humana. Hay
que hacer un análisis totalmente honesto de tus aspiraciones e
intereses y enfrentar los miedos.
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Edgar Vivar caracterizando
al “Señor Barriga” en “El
Chavo del Ocho”. |
¿Se pueden vencer los miedos?
No se vencen. Pienso que hacen falta siempre. Hay que aprender a manejar tus miedos. Hay que aprender a ser conscientes de
tus capacidades, pero también de tus limitaciones.
El miedo siempre hace falta. Es un incentivo. Tómalo para
superarlo, pero no te esfuerces en desaparecerlo. Eso nunca
se consigue. Se vive con él. Si sabemos manejarlo, resulta una
herramienta muy útil. Pero es de doble filo, por eso hay que
ser cuidadoso.
Entonces, tienes miedos.
Muchos. Antes de salir a escena siempre muero de miedo. Es
parte de esto. No sabes con qué público te vas a encontrar.
Cuando te dan un guion y empiezas a leerlo, no piensas más
que en cómo te vas a enfrentar a él… en fin.
Extrañas combinaciones entre miedos y sueños, ¿Verdad?
Casi cincuenta y cincuenta. Cada sueño lleva un miedo. Cada
miedo puede abrir puertas a nuevos sueños.
¿Cuál ha sido tu mayor reto?
Han sido muchos, pero uno de los más duros fue cuando terminó “El Chavo”. La empresa me dio las gracias. Pensé que
todo acababa ahí.
Pero, como siempre digo, los retos son para ponernos frente a
ellos, sacar la casta y aprender. Tenía dos opciones: encerrarme
en la casa o buscar nuevos caminos.
Caí en cuenta de que había muchas más cosas para mí.
Comencé a recorrer Sudamérica. También fui a España.
Produje cosas. He hecho doblaje. Las películas de PIXAR
“UP” y “Ratatouille” tienen mi voz en sus versiones a nuestro
idioma. He hecho telenovelas. Estuve en “El Orfanato”, una
película española que tuvo mucho éxito a nivel mundial… en
fin. Pude mostrar y convencer a los productores que puedo
hacer cosas diferentes a aquellas en las que estaban acostumbrados a verme.
“Luego de haber estado
cuatro veces en terapia intensiva, me he aferrado al
lema que dice “Vive cada
Día” y eso mismo es lo que
siempre pido a los demás”.
¿Qué sueños tienes en el cajón, en espera de ser
realizados?
Muchos. Muchísimos, todavía. En teatro, me encantaría hacer al
Próspero de “La Tempestad”, de William Shakespeare. También
me gustaría producir cosas bonitas. Por ejemplo, alguna versión
de “El Quijote” para los niños.
Siempre estoy pensando en hacer cosas lindas, porque de eso
se trata la vida… ¡De hacer cosas bonitas!
¿Cuál ha sido tu mayor recompensa en todos estos años
de carrera?
El amor de la gente. El cariño que recibo a cada parte que voy.
Las sonrisas. No tienen precio.
Has de tener muchísimas anécdotas con tu público.
Infinidad. Algunas graciosas, otras conmovedoras, otras más,
dignas de tomar como inspiración o tema de reflexión.
Por ejemplo…
Alguna ocasión, en Perú, estaba haciendo temporada de despedida del personaje de “Ñoño”, de “El Chavo”. Estaba en un circo.
Llega una señora con sus hijitos. Se me acercó y dijo: “Muchas
gracias por su trabajo. Déjeme darle un beso a nombre de mi
padre”. Me besó. Luego, siguió contando:
- Mi padre lo quiso mucho.
- ¿Y dónde está él?
- Murió hace ocho días.
- ¿Y cómo vino usted aquí, a verme?
- Quisimos venir a darle las gracias. Mi padre era un fanático
de sus programas. Tenía cáncer y lo único que pedía era sentarse todas las tardes a verlos en televisión. Murió así, viendo
la pantalla… y con una sonrisa.
¿Te das cuenta, Edui? ¡Eso es impagable!
Es el reflejo de tu sensibilidad y talento, que han impactado
muchas mentes y almas.
Y la gente me recompensa enviando caricias a mi corazón.
¿Proyectos por estrenar?
Se acaba de estrenar la película “Poderoso Victoria”. Una cinta
mexicana escrita y dirigida por Raúl Ramón, con una historia
ambientada en 1936 en un pueblo llamado la Esperanza, que
seguramente disfrutarán muchísimo. Les invito a que la vean en cines. En ella actúan Joaquín Cosío, Eduardo España, Roberto
Sosa, Gerardo Oñate… una larga lista de talentos.
¿Cuál es tu lema?
Pues, luego de haber estado cuatro veces en terapia intensiva,
me he aferrado al que dice “Vive cada Día” y eso mismo es lo
que siempre pido a los demás. “Viva cada momento; vívanlo
intensamente; disfruten de la vida, de la buena comida, de los
amigos, de una buena película, de la música… Hay tantas cosas
lindas que embellecen nuestras vidas como para estarnos complicando gratuitamente”.
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Edgar Vivar con “Noño” uno de sus personajes en “El Chavo del Ocho”. |
Eres un hombre muy amoroso. Muy cálido. ¿Qué es lo que
más amas?
Amo mi carrera, amo al público. Amo viajar, aprender idiomas, el
arte. Disfruto mucho los musicales clásicos, como “Hello Dolly”,
por ejemplo. Amo la vida en todas sus manifestaciones.
Amas todo eso. Pero ¿hay algo que odies?
La mentira. La traición. La incongruencia. La ignorancia…
¿La ignorancia?
Sí. Por ella se dicen y hacen tremendas tonterías. Muchos actos
que afectan a nuestra sociedad están basados en la ignorancia.
Tanto en políticos como en artistas, empresarios, religiosos…
en todas las áreas hay gente muy capaz, pero, también, muchos
ignorantes. Y la ignorancia que se mueve entre esos tejidos es
la que suelta ideas y actos que afectan a todos. Es claro que la
ignorancia es atrevida.
¿Cómo quieres que te recuerden, querido Edgar?
Como una buena persona. Nada más