Modelo caduco de
desarrollo cultural
Cuando en México asumamos a la cultura más allá de las artes, creencias y
tradiciones, entonces estaremos en la posibilidad de poder aspirar a un crecimiento
real de nuestra sociedad.
A finales de los ochenta y principios
de los noventa, Medellín, Colombia,
fue considerada como una de las
ciudades más violentas del mundo,
marcada principalmente por el narcotráfico, la inseguridad y el deterioro
del tejido social.
Sin embargo, en 1993, tras la muerte
del capo Pablo Escobar; Medellín
comenzó con un proceso de transformación social, que la llevó de ser
la ciudad más violenta del mundo a
convertirse en un modelo de seguridad e innovación.
Sin duda, un proceso exitoso de regeneración urbana, recuperación de
espacios públicos y mejora de la
calidad de vida de sus habitantes.
A tal grado que, de ser la ciudad con
los más altos índices de violencia,
asesinatos y secuestros, pasó a ser
la ciudad con mayor equipamiento
cultural de toda Sudamérica.
Evidentemente, el camino para esa
transformación tuvo como base la
fuerte colaboración entre comunidad, gobierno e iniciativa privada,
a través de una fuerte inversión
cultural, integrada al desarrollo de
la ciudad.
Ahora bien, actualmente en México
estamos viviendo una de las más grandes crisis
de seguridad en la historia, al grado de tener una
tasa de 29 homicidios por cada 100 mil habitantes.
Entonces, si está comprobado que una de las formas más eficaces para combatir la violencia es
a través de la cultura, ¿qué estamos esperando?
En este punto cabe destacar, que quizás el problema lo tengamos en la forma en que percibimos a la cultura, ya qué como país, la hemos
subestimado tanto, que nuestro modelo de desarrollo cultural se basa en poco más allá de las
artes y en la cuestión patrimonial. Claramente, un
modelo más que caduco de desarrollo cultural.
Probablemente, una parte importante del problema, es que nos
hemos acostumbrado a entender
a la cultura como mera difusión de
eventos y festivales, lo qué la hace
incompleta y superficial.
De tal manera que, cuando en México
asumamos a la cultura más allá de
las artes, creencias y tradiciones y
busquemos que sea un potencial
para fomentar valores, creatividad,
cohesión social y transformación,
entonces estaremos en la posibilidad
de poder aspirar a un crecimiento
real de nuestra sociedad.
En suma, requerimos dejar de
entender a la cultura como una justificación de eventos de protocolo lucimiento social y asumirla como
un derecho y factor de inclusión y
equidad.
Debemos definirla como una plataforma para pensar y proponer
salidas a los grandes problemas de
nuestras comunidades, al igual que
como un ente creador de identidad
de la sociedad misma.
Quizás un buen punto de partida
sería darle a la cultura los mismos
derechos que a la educación, salud,
seguridad, desarrollo social, deporte
y recreación, al igual que una máxima consideración política para que se convierta en el eje
transversal de todo tema o prioridad de gobierno.
¿Usted qué opina?
robgarza@att.net.mx