Cruce por la Cordillera de Los Andes
Muchos dicen que “El Zorro” es un mero
personaje de ficción, imaginado por el
escritor Johnston McCulley. El héroe
vivió en la vieja Los Angeles, cuando
la ciudad era una pequeña villa de la
Alta California y parte del México colonial, todavía
bajo el férreo dominio de la corona española. Según
otros, es probable que el autor de la leyenda de “El
Zorro” se inspirase en la historia de Manuel Rodríguez, guerrillero de la independencia de Chile, cuya
figura mítica se asemeja a la personalidad del justiciero enmascarado.
MANUEL RODRÍGUEZ
Muchas son las peripecias que la sabiduría popular
convierte en verídicas, como aquellas en las que el
guerrillero Manuel Rodriguez es el protagonista. Se
cuenta que, durante las guerras chileno-argentinas
por la independencia, al ser perseguido por las tropas
realistas, se refugió en un convento de frailes dominicos y, disfrazado de monje, llevó a los realistas por
todas las dependencias del lugar.
Dicen que en otra ocasión, fingiendo ser un mendigo, abrió la puerta de la carroza del mismísimo
gobernador Marcó del Pont, quien en agradecimiento
por el gesto llegó a darle una buena propina. En otro
hecho audaz, encontrándose en medio del campo,
simuló ser un campesino que estaba castigado en
el cepo por embriaguez, de modo de despistar, una
vez más a los que lo perseguían. En enero de 1817,
estando ya próxima la llegada del ejército libertador
de San Martín, asaltó los pueblos de Melipilla y San
Fernando.
El pueblo y sus leyendas lo recuerdan en las guerrillas contra el Ejército de la Reconquista española en
Chile, antes que el Ejército Libertador de San Martín
cruzara la cordillera.
La guerra constante de hostigamiento a los españoles fue muy importante para el ejército patriota
chileno-argentino que se preparaba en Mendoza, tanto
por las valiosas informaciones, militares y políticas
que las frecuentes idas y venidas secretas de Manuel
Rodríguez a ambos lados de la cordillera aportaba
sobre el enemigo, y porque reafirmó en el pueblo
la conciencia de la patria chilena y la necesidad de
luchar contra la insoportable dominación y represión española. El mito nace de la audacia, el coraje
y el ingenio de Rodríguez en sus campañas contra el
poder español, que nunca pudo capturarlo, habiendo
puesto en alto precio su cabeza, pues el guerrillero
tenía siempre el apoyo del pueblo que lo protegía y
ocultaba. En esta época surge la leyenda, basada en
la realidad y que sigue viva hasta hoy, que cuenta que
el guerrillero era invencible, y podía estar en todas
partes y en ninguna, y que podía ser la persona de
quién menos se sospechaba:
“puede ser un obispo
puede y no puede
pero ser solo el viento
sobre la nieve”
LA RED DE ESPÍAS DE SAN MARTÍN
El cruce de la cordillera, la gran gesta de San Martín,
O’Higgins y el Ejército de Los Andes, formado por
tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata
—hoy llamadas Argentina— y las chilenas exiliadas
en la ciudad de Mendoza. El cruce, con cuatro mil
soldados regulares y 1200 milicianos, de la cordillera
de los Andes ocurrió entre el 12 de enero y el 9 de
febrero de 1817. Partió desde la región platina del
Cuyo hasta Chile, para combatir a las tropas realistas
del Imperio español concentradas en reacción a la
Revolución de Mayo de 1810 en Buenos Aires.
Era el plan que el general rioplatense José de San
Martín trazó para transportar la Expedición Libertadora que barrió de los actuales Argentina, Chile y
Perú el dominio realista. Fue apoyado por la llamada
Guerra de Zapa, dirigida por mujeres y hombres con
el chileno Manuel Rodríguez a la cabeza.
El cruce de los Andes es uno de los grandes hechos
históricos de Argentina y Chile, y una de las mayores hazañas de la historia militar universal. Desde
Mendoza el libertador San Martín hizo una verdadera guerra psicológica contra los realistas chilenos.
Después de la derrota de los patriotas de Chile en
la batalla de Rancagua, una de las tareas claves de
San Martín fue crear un sistema eficaz de informaciones y conocer al detalle la marcha de los sucesos
en Chile, combinando esas acciones con las tareas
de inteligencia militar y política: la desinformación
del enemigo español sobre las propias actividades
de los patriotas.
Para ese objetivo San Martín creó una muy bien
montada red de espionaje y contraespionaje, en la
cual hubo grandes operaciones de acción psicológica,
haciendo circular entre los realistas la mayor cantidad
posible de información falsa. Los más importantes
agentes patriotas independentistas al lado oeste de
los Andes eran Juan Pablo Ramírez, cuyo nombre de
guerra era Antonio Astete, Jorge Palacios, llamado El
Alfajor, Antonio Merino, que en la clandestinidad era
El Americano, y Manuel Rodríguez, el más notable, el
Alemán, que recibió del general José de San Martín
lo que parecía una misión imposible.
Manuel Rodríguez, patriota y audaz conspirador
desde los comienzos de la revolución chilena en septiembre de 1810, estaba en Mendoza entre los exiliados
y refugiados llegados tras la derrota de Rancagua.
Para dar seguridad y encubrir la vuelta clandestina
a su país, Manuel Rodríguez arregló con San Martín
una peligrosa operación de contrainteligencia: el jefe
rioplatense fingió acusar al chileno de conspirar contra los patriotas, lo confinó en la vecina provincia de
San Luis y en el viaje Rodríguez fingió huír, y cruzó
la cordillera hacia Chile.
Volviendo a Chile, Manuel Rodríguez no solo organizó una vasta red de espionaje y contraespionaje,
sino que además, armó guerrillas. Para entonces,
las autoridades españolas ya tenían claro que Manuel
Rodríguez seguía firme en el bando patriota. Por eso
la nueva táctica del libertador se centró en sus cartas
con el chileno, que a partir de entonces pasó a difundir falsa información, yendo de un lado al otro de los
Andes, para ser interceptadas por los realistas, que
creían tener en sus manos los detalles de los planes
de su más mortal enemigo, el general don José de
San Martín.
Al mismo tempo, otro patriota conspiraba en Chile.
Diego Guzmán e Ibáñez, con el nombre de guerra
Víctor Gutiérrez, enviaba hacia el otro lado de la cordillera listas de los oficiales, cómo se componían las
tropas, y detalles del armamento y de los más diversos
secretos militares del enemigo realista, fuertemente
concentrado en Santiago y Concepción.
Otro caso de patriotismo sacrificado fue el de Pedro
Vargas, ciudadano común de Mendoza, quien aceptó
ser acusado de traidor realista, detenido y paseado
en cadenas por las calles, ante la furia y el repudio
del pueblo. Su mujer, otra gran patriota, lo dejó, sin
imaginarse la increíble misión que su marido estaba
cumpliendo. Fue así que Vargas logró una información preciosa del enemigo. Una vez cumplida su
misión, fue contada toda la verdad y Pedro Vargas ganó el reconocimiento de su mujer y del pueblo. En
esa época de preparación de la gran marcha del ejército libertador que finalmente cruzó la cordillera, el
cuartel general de los espías patriotas funcionaba en
Mendoza, con informaciones que venían de las casas
clandestinas, vitales para la lucha en Chile, siempre
habitadas por vecinos insospechables, con una muy
buena imagen a los ojos de las autoridades españolas.
LA CHINGOLITO
Para preparar y ejecutar la campaña de los Andes y la
liberación de Chile y el Perú, la acción de las mujeres
-mestizas, mulatas, señoras o patrícias- fue fundamental. Incluso en la Guerra de Zapa, y entre ellas
estaba la agente de nombre de guerra la Chingolito,
que se infiltró en la intimidad de la máxima autoridad
española de Chile, Casimiro Marcó del Pont, como
su amante y le arrancó información vital para San
Martín y los patriotas del otro lado de los Andes. Los
datos llevados por Chingolito fueron tan valiosos que,
al mismo tiempo logró hacerle creer al jefe español en
la información falsa que le pasaban desde Mendoza, lo
que lo llevó a tomar algunas de las graves decisiones
militares equivocadas, de gran utilidad a San Martín
y el comando del Ejército de los Andes.
Después una paciente tarea de inteligencia, San
Martín detectó al jefe de los espías de Chile en Mendoza, el padre Pedro López, y se enteró de todos los
nombres de los que trabajaban para él. Varios fueron
presos y otros convencidos u obligados a convertirse
en agentes dobles que daban informes detallados al
jefe realista Marcó del Pont. Pero lo que él no sabía
era que esos detalles sobre los planes, la cantidad de
tropas, armas y los pasos cordilleranos elegidos para el
cruce eran falsos y escritos por el propio San Martín.
También se sabe que San Martín entregó a su
armero, José Álvarez Condarco, una misión de
espionaje: entrevistar a Marcó del Pont, y reconocer y memorizar en su viaje todos los accidentes del
terreno. El jefe realista lo expulsó del país, marcándole en su pasaporte una frase sobre “la traición” de
San Martín España: “Yo firmo con mano blanca y no
como la de su general que es negra”. Otros dicen que
la frase se refería a los muchos negros ex esclavos
en el ejército patriota. Según cuentan, al rendirse,
Marcó del Pont entregó su espada a San Martín, que
lo saludó con un: “¡Venga esa mano blanca, general!”
Argentino, establecido en Brasil,
profesor de idiomas, editor, traductor, escritor y
librero. Investigador y conferencista de temas
hispanoamericanos y de la historia y las culturas de los
pueblos nativos. Autor de más de una centena de libros
didácticos publicados en Brasil, y de dos colecciones de
cuentos en Argentina