Por:
Javier Villanueva y Alberto HernándezFotografía: Especial
Inche Kai Che – Siglo XVI
El pueblo Mapuche llega a España para terminar con la
conquista y la colonización*
En su relato –Un largo y extraño viaje– Tony
Horwitz dice que “Es necesario rever la historia norteamericana e incluir a españoles,
franceses y portugueses en su formación.
No somos una nación angloamericana, ni
lo hemos sido nunca.
La América del Norte joven ya era muy diversa”, y
habla sobre la influencia de vikingos y normandos en
el norte del país, donde llegaron cinco siglos antes que
las carabelas de Colón a las islas del Caribe. Afirma
que mucho antes que los británicos se asentaran en
la actual Norteamérica, en 1620, al menos tres grupos
españoles estaban en la región, liderados por Francisco
Coronado, Hernando de Soto y Alvar Núñez Cabeza
de Vaca. Fueron ellos los que primero colonizaron a
los pueblos originarios, y se llevaron varios bienes
valiosos, –viñas y hierbas medicinales– y las hojas de
un árbol para curar la sífilis y la blenorragia, enfermedades que mataban a los europeos en esos años.
Horwitz también niega que el primer refugio protestante en la actual América del Norte fuera el de los
peregrinos ingleses en Plymouth, en 1620. Antes, en
1564, durante la Reforma, con una Europa en guerra
entre católicos y protestantes, un grupo de hugonotes
de Juan Calvino llegó a la costa que hoy llamamos
americana. La misión era estratégica y rentable, pues
creariría una base de rescate para los naufragios en
la región y desafiaría la creciente fuerza española en
el nuevo continente.
Otro grupo de ingleses viajó a la costa que hoy
es América a fines del siglo XVI, dos décadas antes
del Mayflower. Según cuentan las crónicas, halló un
pueblo originario tan acostumbrado a los europeos
que, en el primer contacto de los colonizadores con
los nativos, varios de ellos los recibieron hablándoles
en inglés. Poco creíble, pero así está en las crónicas,
según Horwitz.
Y si todo esto fuera poco, según cuenta el submarinista inglés Gavin Menzies en su obra 1421, el año
en que China descubrió el mundo, el 8 de marzo de
1421 –setenta y un años antes que Colón–, salió de
Oriente la flota más grande de todos los tiempos: 107
juncos, algunos de casi 150 metros de longitud de proa
a popa, que llevaban a sus países a los embajadores
que habían ido a homenajear al emperador Zhu Di.
Siguiendo el relato de Menzies, los almirantes de la
flota china visitaron las costas que hoy llamamos
americanas siete décadas antes que Colón, descubrieron Australia 350 años antes que Cook y rodearon el
globo, adelantándose 100 años a Magallanes. Al volver,
en 1423, el emperador había sido derrocado, China
volvía a su aislacionismo tradicional, y los éxitos del
viaje eran condenados al olvido. Gavin Menzies realizó
una investigación que reconstruye las navegaciones
chinas de inicios del siglo XV en un libro riguroso y
monumental, que podría cambiar toda la visión que
tenemos hoy sobre la época de los grandes descubrimientos europeos.
Otra obra interesante sobre las navegaciones y
los primeros contactos con los pueblos del nuevo
continente es Maluco, la Novela de los Descubridores,
de Napoleón Baccino Ponce de León, que está entre
las que los teóricos llaman Nueva Novela Histórica,
que rompe con la historiografía clásica y reinterpreta el pasado histórico. Maluco es una crónica sui
generis de Juanillo Ponce, bufón de la flota, sobre la
expedición de Magallanes y Sebastián Elcano en la
primera vuelta al mundo, en busca de una vía hacia
las Molucas o Islas de las Especias. Juanillo dirige
su escrito al rey Carlos V, para pedirle que su hijo
Felipe II le devuelva su pensión, que le había sido
negada por “andar por pueblos y plazas indagando
nada más que la verdad”.
La Novela Histórica Clásica, que todavía se escribe
en Latinoamérica y en España, aparece en el siglo
XIX, creyendo pintar fielmente el pasado, de modo
de ayudar a formar la identidad de las nuevas naciones criollas hispanoamericanas, o para recrear la
autoestima tan dañada por la derrota de 1898 ante los
EEUU, en el caso español. Este tipo de novela refleja
las ideas modernistas que ven a la Historia como una
ciencia y creen que conocer los hechos pretéritos,
que causan el presente, permite el progreso hacia
un futuro mejor. La realidad, así vista, es histórica
y única. La Novela Histórica Clásica, por lo tanto, es
la historiografía oficial.
En las últimas décadas se rompen todas las fronteras con las que el positivismo y la modernidad separan
la realidad de la ficción. Para la postmodernidad, ni
siquiera el pasado puede ser visto con objetividad,
sino por medio de interpretaciones parciales, nunca
únicas, de los fenómenos naturales y de los hechos
humanos. Esto ocurre también en la historiografía
actual y en los géneros híbridos surgidos entre la
historia y la ficción.
Las novelas sobre el descubrimiento y la conquista,
–en auge en las últimas décadas del siglo XX por
causa del 5º centenario de la llegada de Cristóbal
Colón a la hoy llamada América, y a la grave crisis
latinoaméricana en los años 80 y 90– hicieron que
los escritores miraran hacia el pasado para hallar allí
una esperanza. La primera obra con esta óptica fue
El Reino de este Mundo, de Carpentier, de 1949, pero
el auge del género es en 1979, con El Arpa y la Sombra,
también de Carpentier, y El Mar de las Lentejas de
otro cubano, Antonio Benítez. Antes, en 1969, surgió
El mundo alucinante, de Reinaldo Arenas; en 1974, Yo
El Supremo, de Roa Bastos; y en 1975, Terra Nostra,
de Carlos Fuentes. Hay rasgos propios de la nueva
novela histórica: el predominio de las ideas filosóficas
sobre la historia al relatar los hechos históricos; las
omisiones, exageraciones y anacronismos para lograr
una distorsión consciente de la historia; la conversión de personajes históricos en otros de ficción, y
los comentarios del narrador sobre la creación de la
propia obra.
Pero en estas obra los que poco aparecen como
sujetos y sí apenas como objetos, son los pueblos nativos, las enormes naciones autóctonas y originarias.
Son las llamadas “tribus”, una palabra que siempre
denota una inferioridad cultural; los mismos que,
al decir de Eduardo Galeano, no tienen idiomas y
sí apenas “dialectos”. Son los que llegaron de Asia
quince o tal vez hasta treinta mil años antes de ser
“descubiertos” por los europeos o los chinos. Y que
ostentan, ni más y ni menos, que cinco grandes
culturas: la de los Méxicas y su imperio Azteca en
la actual Norteamérica, los Mayas en la Central, los
quechuas al Sur, con su también poderoso imperio
Tawuantinsuyo o Inca, y todavía más al Sur, los pueblos Guaraníes y Mapuche.
Tal vez un modo de poner las cosas en su sitio,
sobre todo después de la gran discusión desatada en
el 500º aniversario de la ocupación de Tenochtitlan
por las tropas de Hernán Cortés, sea releer a Fray
Bartolomé de Las Casas y su lucha por los derechos
de los nativos y la abolición de la encomienda. En su
Breve relato de la destrucción de las Indias, el fraile
relata, a mediados del siglo XVI, las atrocidades de los
colonizadores contra los pueblos originarios. Mientras,
en esa misma época, e incluso después, en Europa
se freía en aceite a los herejes, se cazaban brujas y
se las quemaba vivas, practicando torturas a manos
de la Inquisición.
Por todo eso, es que la historia es repensada en las
páginas de Inche Kai Che - Siglo XVI, el pueblo Mapuche llega a España para terminar con la conquista y la
colonización, un libro que, una vez más, reimagina una
nueva fantasía histórica, esta vez con el protagonismo
de la gran nación de los Mapuche, –así, siempre en
singular, como ellos prefieren–, del actual territorio
chileno y argentino del sur.
Chile es una tierra delgada con un rosario de valles
estrechos entre montañas y volcanes, con ríos caudalosos en una costa muy abrupta, bosques densos
y un suelo que se mueve con permanentes temblores y terremotos. A ese Chile desconocido fue que
se enfrentó Valdivia y perdió. Inés, mujer del conquistador, –recordada como la que cortó la cabeza de los jefes Mapuche para asustarlos y alejarlos de la
destruida Santiago, ya en su vejez, y según la escritora
Isabel Allende–, hace una confesión hacia el final de
sus días. Por haber sido testigo de varias décadas
de guerra, Inés asume su parte de responsabilidad
y entiende la resistencia del pueblo Mapuche, cuyos
fantasmas se le aparecen en su lecho de muerte. Inés
Suárez, la verdadera, –dicen– acabó su vida como una
anciana devota y pacifista, dedicada a la defensa de la
educación, y de los intereses de todos los ciudadanos
de Chile. Quién sabe cuánto hay de verdad y cuánto
de leyenda en todo eso. Los Mapuche probablemente
tendrán otra versión.
*Novela que será lanzada en la Feria del Libro de
Buenos Aires en abril de este año
blog.javier.villanueva@gmail.com
Javier Villanueva.
Argentino, establecido en Brasil,
profesor de idiomas, editor, traductor, escritor y
librero. Investigador y conferencista de temas
hispanoamericanos y de la historia y las culturas de los
pueblos nativos. Autor de más de una centena de libros
didácticos publicados en Brasil, y de dos colecciones de
cuentos en Argentina.
Alberto Hernández.
Argentino, nació en Córdoba
en 1951. Tuvo en breve paso por el periodismo en
el desaparecido Tiempo de Córdoba para luego
ingresar a la Municipalidad de Córdoba en el área de
Publicaciones donde alternó la tarea periodistica con
la corrección de pruebas. Publicó El viaje y otros relatos
setentis- tas (Ed. Tinta Libre, Córdoba, 2014) y Un gremio
imbatible (Ed. Tinta Libre, Córdoba, 2018).