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Caminando con Dante Alighieri | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Abril 2022

La exquisitez de ser nosotrxs

Caminando con Dante Alighieri

A la mitad del camino de mi vida, me encontré con una selva oscura… dicen las primeras líneas de la obra clásica “La divina comedia” de Dante Alighieri.

Y no es un señalamiento al aire. Cumplir años nos lleva a poner en una balanza lo aprendido y lo pendiente. Repasar la vida y reencontrar sus motivos, entender los porqués en cada decisión y las interrogantes que se nos abren de frente.

Le confieso que esta tarea no es sencilla y la mente invoca algunas trampas, como por ejemplo, tender a culpar a los demás o al destino sobre situaciones que no fueron las esperadas; pero como ya dije, esto es una trampa que impide ver las propias fallas.

En el ejercicio de lectura personal, pienso en el hoy, el ayer y en lo que quisiera fuese mañana. 

Le pregunto a mi yo, de hace veinte años: 

¿estás en el sitio que imaginaste? 

¿cumpliste los sueños que tenías? 

¿por qué renunciaste a ellos? 

Y descubro que hay más preguntas que respuestas y más ausencias de las que quisiera, pero también más comprensión de otras cosas.

Confieso que creí que al llegar a esta edad, las aguas que rigen el deseo (que no son solo corporales, sino mentales también), se tranquilizarían. Cuidado con el spoiler: las aguas siguen con oleaje intenso, en eso no se envejece.

Pero mirarme al espejo enseña que en cada arruga o cana descubierta, hay atrás una historia y un montón de experiencias. Aceptar que los años suman, no es fácil. 

En la obra clásica italiana que refiero, el personaje principal camina con dos personajes que representan la fe y la razón, lo que lleva a encontrar sentido desde lo que creemos y hacemos; pero esto choca con las certezas y aprendizajes acumulados en el tiempo. 

¿por qué se dio la obscuridad? 

¿de qué depende encontrar la luz? 

Una definición dice que la obscuridad es la ausencia de claridad para percibir.  

La oscuridad como necesidad de perderse de las certezas y descubrir que hay nuevas preguntas que se plantean desde el ser humano actual que ha caminado, corrido, llorado, amado, reído, callado, y que de repente se detiene y se pregunta si hay coherencia entre lo que sueña y vive, y hace un punto de giro.

Es detenerse. 

Mirar hacia atrás y hacia adelante sin tener claro lo que habrá. Quizás por el momento solo la selva oscura que dice Dante, como gran encrucijada. 

La disyuntiva es decidir andar por el camino conocido o caminar en la incertidumbre que encierra la noche.

“A la mitad del camino de mi vida, me encontré…” dice el autor italiano, lo que es oportunidad de encuentro y elección.

En el viaje por tres mundos que señala la obra literaria, se reconoce que habrá un castigo a quien ose lo no permitido en el canon; pero el “canon” entendido como regla, norma o precepto ha sido un límite impuesto.

Pienso en un montón de personas que hicieron sus propias rupturas a lo establecido y nos mostraron nuevos horizontes: pienso en Rosa Parks, Amelia Earhart, Matilde Landeta, Leonora Carrington, o hasta mi propia abuela. Pienso en todas ellas y sus encrucijadas, y pienso si a futuro contarán de nosotros quienes nos conocieron y aquí se justificará cualquier duda y elección tomada.

En los mundos que recorre el autor en “La Divina comedia”, se esconde el descubrimiento del saber, las consecuencias del pecado, así como la expiación de las culpas. Saber, culpa y perdón pareciera una especie de manual de vida. Y aunque la obra habla de un contexto histórico específico, pareciera que nos sigue susurrando al oído.

Hacer o no hacer. 

Seguir o detenerse. 

Preguntarse o dejar de hacerlo. 

A la mitad del camino de mi vida…” como dice el autor, solo es el punto de inflexión del como queremos deslizarnos en esa pendiente de vida que nos queda.

Supongo que al final, la historia nos absolverá o hará su respectivo reclamo.


Diana Elisa González Calderón 

Docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México.