Las causas perdidas
Estamos hechos de la misma sustancia que nuestros sueños. La frase que
Shakespeare planta en la
vida como una flor imposible no pierde su fuerza. Los sueños
habitan en nuestra realidad modificándola hasta hacer de nuestras
vidas un espacio delirante en donde
la fantasía, el ensueño, o la pesadilla
conquistan su espacio propio en el
mundo de los despiertos.
Ahí, en ese mundo de despiertos,
los sueños son los defensores de las
causas perdidas, de las causas menos
valiosas en un mundo entregado a
la razón calculadora, el consumo, la
medición o los resultados inmediatos. Los sueños, las causas perdidas,
son la otra parte, una parte indispensable para la subsistencia de toda
una especie en peligro de morir por
su propia ambición.
Las causas perdidas, la defensa de
un parque, la colocación de un paso
cebra en una transitada avenida, la
defensa de los bosques de la mariposa
monarca, la colecta para personas
desamparadas, la protesta feminista,
la búsqueda de desaparecidos en los
huecos más oscuros de nuestro país,
la defensa de la memoria en Sudamérica, la protección a migrantes en
México, las luchas a favor de la paz y
la justicia en Colombia, la defensa del
agua en Bolivia, son las cosas que nos
mantienen vivos.
También son batallas que generalmente arrancan con derrotas
contundentes pero que gracias a la
resistencia de la gente logran algo
que no logra ninguna empresa comercial del mundo: nos generan lucidez.
También el arte es una causa perdida. Borges, que intentó escribir
del principio luminoso más grande
llamado “El Aleph” y era ciego. El
Greco, que quiso ver a dios en la figura humana. Fellini, que sacaba lágrimas de entre lo absurdo y la risa
agotada del siglo XX. Clara Peeters,
que se implicó en el filo del olvido y
sobrevivió en su pintura. Van Gogh,
que capturó el instante inocentemente y luego no pudo soportarlo.
Akira Kurosawa, que vio el horror y
lo convirtió en la poesía más grande
en la historia del cine. Gioconda Belli, que defiende la paciencia del erotismo en un mundo consagrado a la
velocidad inmunda.
Tú, querido lector que sacas fuerza de la vida y de la muerte para
pervivir en un mundo arrasador,
también tú eres una causa perdida
que debes defender, porque te va la
vida en ello.
No lo dudes, enamórate de las
causas perdidas.
Samuel Rodríguez Medina
Email: samuelr77@gmail.com
Instagram: @samuelrodriguezdiciembre
Profesor de
Arte, Cine y Estética en el ITESM campus
Monterrey. Cuenta con un posgrado
en Filosofía Contemporánea por la
Universidad de Granada. Su más reciente
publicación literaria es el libro de
cuentos “La Ausencia” editado por Arkho
Ediciones en Buenos Aires Argentina