La exquisitez
de ser nosotrxs
Autorretrato
Ojos, nariz y boca. Una manera de arreglarse el
cabello, un tipo de ropa, una mirada dirigida a un
punto, una técnica que lo registra, un acomodo
en el espacio.
La RAE define la palabra como: “Retrato de una
persona hecho por ella misma”, lo que exige un
conocimiento propio y profundo para captar los
datos esenciales y con mayor fidelidad.
Ser quien observa y ser el objeto de observación.
La cualidad de que el retrato se lleve a cabo
por la persona retratada, da la posibilidad de
mostrar rasgos no conocidos a cualquiera, y es
ventaja ser dueño de la mirada que construye, ya
que es una tarjeta de presentación. Una manera
de hacer visible lo invisible.
En 1556, Sofonisba Anguissola se pintó mirando
de frente y en actitud desafiante, mientras se
hizo acompañar de sus instrumentos de trabajo
como pinceles y pinturas. Una manera de
mostrarse en el ser y hacer, enorme dificultad
para una mujer en la época.
Ya en el siglo XX, Frida Kahlo o Joe Spence nos
mostraron las posibilidades exorcizadoras del
autorretrato: para el amor, para el dolor y la
enfermedad.
De los usos terapéuticos y hasta llegar al selfie,
el autorretrato ha sido un recurso para dialogar
con el propio cuerpo y los pensamientos: entenderse y extenderse
a quien nos rodea.
El autorretrato es un
diálogo personal donde el
cuerpo y el conocimiento
propio toma forma para
mostrarse, primero a uno
mismo y después a los
demás. Mera construcción.
Y pensando en ese diálogo
y lo que el autorretrato
es como afirmación, no
puedo dejar de vincularlo
a los tiempos actuales
de pandemia . Y l o
señalo porque todas las
experiencias que vivimos,
suman a esa visión propia
desde cómo nos afectan,
influyen o dejan marca.
Siempre relativo, el tiempo
nos lleva a creer que pasa
rápido, pero también pasa
lento, repetitivo, monótono,
donde otra vez es jueves,
otra vez es jueves, otra vez
es jueves.
Por momentos la vida se ha
detenido y por momentos
ha seguido su cauce haciéndose acompañar de
la muerte. En el autorretrato diario, el cubrebocas
ha servido también para ocultar nuestras
emociones y hemos tenido que levantarnos
de las pérdidas a base de lamer las heridas en
solitario, o por zoom, en WhatsApp y hasta hace
muy poco, presencial.
No sabemos lo que nos deparan estos tiempos
extraños y no sé si estamos preparados ante
lo que se asoma en las noticias, pero habrá
que echar mano de esas muchas lecciones
aprendidas este tiempo: paciencia, adaptación,
resiliencia, empatía y cuidado.
Sobre esto último, lo escribo diciéndomelo a mí
misma: cuida lo que piensas por salud mental,
cuida lo que sientes por salud emocional, y
cuida tu cuerpo que como buena heredera
de Frida Kahlo ya te ha dado alarmas. Por eso:
haz ejercicio, toma agua, baja la cantidad de
sal, abraza más, y ríe.
En un mundo donde pareciera que ser multitask
es la moda, debemos entender que no podemos
con todo y aprender a soltar. Y es que cuidarnos
y pensarnos como prioridad es un pensamiento
hasta revolucionario para las mujeres.
Pero permítame regresar al tema del escrito. Si el
autorretrato es una manera de autoconocimiento,
terapia y recurso para hacer visible lo invisible,
empecemos su construcción:
Esta soy: ojos, nariz y boca; manos, piel, un sexo,
risas y lágrima fácil. Una manera de arreglarse el
cabello, un tipo de ropa, una mirada dirigida a un
punto, una técnica que lo registra, un acomodo
en el espacio. Un divagar permanente en la
utopía. Una pregunta constante. Un manojo de
emociones. Luces y sombras que debo abrazar
para buscar la reconciliación conmigo misma
y seguir caminando.
Le invito a que haga el suyo.
Diana Elisa González Calderón Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.