La exquisitez
de ser nosotrxs
Yo te
nombro
Hoy no tengo nada que escribir, y parto desde
este vacío porque es importante nombrarlo y
saber por qué se produce. Frente a la nada hay
miedo y una especie de desamparo.
El cosmólogo Andrew Pontzen señaló que el concepto de nada es imposible, pues siempre hay
algo “incluso en el espacio profundo”. Por ello, permítame hurgar en la ausencia y lo que sí existe.
En la escritura que intento hacer, reflexiono en la
pertinencia de las palabras que llenan este vacío.
Y es que en el ejercicio de materializar la reflexión
cotidiana, descubro lo importante que es decir,
decirlo fuerte y gritar, pero también callar. No como
quien se autocensura, más bien, como quien se
guarda desde la prudencia, porque como pastel
en el horno, quizás se está en proceso.
He descubierto que estas palabras que a veces
se vacían a la hoja en blanco, son a veces
dolorosas pero liberadoras, y construyen un conocimiento personal necesario para entender
las fobias, los apegos, los traumas y momentos.
Y es una manera de habitarse desde la experiencia de ser quien se es, con las historias, con las
enfermedades, con los demonios y los “mañana
será diferente”.
“Necesitamos leer más historias escritas desde
lugares alejados del canon” dice Paula Bonet,
y es necesario para entender la complejidad
humana, pero también para visibilizar condición,
padecimientos, experiencias; es darles presencia
porque existen.
Nombrar es hacer visible y dar un sitio de atención. Es una intersección entre lo público y lo
privado. En lo individual y desde la experiencia
femenina, descubro que importante es hablar
de la menstruación, de la sexualidad, del placer,
del amor como constructo, de las dudas y
dificultades de la maternidad, del aborto, del
rol de cuidadoras, de las violencias cotidianas,
entre muchos otros temas.
¿Para qué?
Para comprenderlas, resignificarlas y nombrar
desde otras perspectivas tantas veces calladas
e invisibilizadas a nivel social.
Pero también entendernos desde lo colectivo:
de la importancia de nombrar a las personas
desaparecidas, a las personas con discapacidad,
migrantes, a los colectivos LGBTTTI, infancias,
entre muchos otros grupos sociales.
¿Para qué?
Para entenderlas y atenderlas desde las políticas
públicas y programas, presupuestos etiquetados
y leyes diversas.
Nombrarles es reconocer que tienen un sitio, lo
que nos enfrenta a la situación del otro-otra-otre.
Podemos no entenderlo, pero debe respetarse
su experiencia y su existencia.
Nombrar es materializar en palabras los pensamientos y sentires, no callarlos aunque sean
desagradables, como lo dijera Annie Ernaux. Esto
abre una grieta en la pared de lo normalizado,
de lo políticamente correcto, del “deber ser”, y
nos lleva al territorio de lo personal.
De que nombrar, señalar y levantar la voz, más
allá de ser un ejercicio catártico y de autoconocimiento que ayuda a repensar nuestras
formas y modos, es principalmente un acto
político que da voz a lo que ha sido omitido de
las narrativas oficiales o ignorado socialmente.
Regreso al inicio, desde este territorio de
encuentro con el vacío, descubro lo necesario
que es escribir para cuestionarse, más que
para responderse. Buscar más que encontrar.
Partir de la nada es un principio. Al final, estoy
segura que lo que cuenta son los pasos que
nos atrevimos a dar y el reflejo que veremos
en el espejo al asomarnos.
Diana Elisa González Calderón Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.