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La exquisitez
de ser nosotrxs
La otra
historia
“Si la historia la escriben los que ganan, eso
quiere decir que hay otra historia” dice la canción
de Litto Nebbia, que sin querer mi cabeza no
deja de tararear.
Y eso me lleva a preguntar cuantas verdades
quedan ocultas de la historia oficial. Sí, esas de
conquistados y conquistadores, y aunque de
eso ya se ocupó Don Miguel León Portilla, me
pregunto más bien de las historias cercanas. Esas
que se esconden atrás del brillo del Facebook
o el Instagram y que nadie o pocos saben: el
rímel corrido, la falsa pose, los vacíos, las noches
sobre la cama rumiando la reinvención atrás
de lo que mostramos a los demás.
Permítame contarle que alguna vez, un
Maestro me dijo que la vida eran líneas. Con
algunas personas caminamos en paralelo
observándonos desde lejos. Por misteriosos
motivos algunas líneas se cruzan, otras se
enredan, y en algunos casos, esos cruces
duran años o solo breves fragmentos de tiempo.
Muchos cruces dejan huella y otros solo pasan
sin más.
Y me pregunto en la intención de esos cruces
de vidas, y creo descubrir que de fondo, siempre
hubo una lección que aprender.
¿Cuántas personas dejan huella y cuantas
quedan omitidas del real tejido de lo que somos?
¿Qué es lo que nos hace ser una línea de ciertas
características?
¿Cuántas decisiones nos llevaron a lo que hoy
somos?
Pienso en lo que leo, veo y sueño; lo que me
permito y niego; lo que hablo y callo.
Una pequeña decisión cambia el futuro de
manera radical, y ese es el efecto mariposa.
Por eso hay que ser conscientes de los pasos
y lo que traerán consigo, porque así se escribe
nuestra historia... Me pienso y sé que muchas
decisiones tomadas han sido acertadas y otras
no tanto, pero en el fondo fueron mi elección.
Respiro.
Y me detengo en las muchas decisiones
equivocadas que ante mi reclamo, hacen
que mi Pepe-grillo personal entre en defensa
propia: “tranquila, estas aprendiendo. Vivir es
un aprendizaje permanente, ¿no?”.
Hoy, las vivencias diarias, las risas, los bailes,
las películas, mis propias enfermedades y
las cicatrices, me hacen ver las cosas de
determinada manera, así como las caídas.
Para esto último, solo es descubrir que con el
tiempo, la sangrante herida tarde o temprano
deja de doler, y la vida sigue.
Pero la canción de Litto Nebbia sigue en mi
cabeza.
¿quién gana o pierde en el cómo contamos las
historias?
¿gana el que fue más listo?
¿gana el que no se enganchó emocionalmente?
¿gana el que termina el juego sin manchas en
la ropa?
¿sin rasguños?
Sé de que lado estoy. Me he visto llegar directo
a la enfermería, sin escatimar en silencio para
lamer las heridas; y me descubro en la receta
de Ángeles Mastretta en “La emoción de las
cosas” (2012):
“Yo me comprometo a vivir con intensidad y
regocijo,
a no dejarme vencer por los abismos del amor,
ni por el miedo ni por el olvido,
ni siquiera por el tormento de una pasión
contrariada.
Me comprometo a recordar, a conocer mis
yerros,
a bendecir mis arrebatos.
Me comprometo a perdonar los abandonos,
a
no desdeñar nada de todo lo que me conmueva,
me deslumbre, me quebrante, me alegre.
Larga vida prometo, larga paciencia, historias
largas.
Y nada abreviaré que deba sucederme:
ni la pena
ni el éxtasis para que cuando sea viejo tenga
como deleite la detallada historia de mis días.”
Así la otra historia, esa que no se publica. Ajena
a los demás pero mía como tesoro.
Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.
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