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¡Felices 425 años, Monterrey!
Hay mucho que decir de la Sultana del Norte, pero las
referencias siempre serán relacionadas con la grandeza, la
fuerza y la gran energía de su gente.
El pasado 20 de septiembre
celebramos el 425 aniversario de la Fundación de
Monterrey, mi ciudad natal.
Hay mucho que decir de la
Sultana del Norte, pero las referencias
siempre serán relacionadas con la grandeza, la fuerza y la gran energía de su
gente que nunca se duerme en los laureles, porque siempre está dispuesta a
enfrentar infinidad de retos.
Nací aquí, pero pasé los primeros 12
años de mi vida en la Ciudad de México
por el trabajo de mi papá. Regresamos a Monterrey, y al cabo del tiempo,
casada y con una hija pequeña, tuve
la fortuna de vivir en Roma, Italia, la
ciudad eterna, que fue una hermosa
experiencia, pero siempre añoraba mi
Monterrey y el cerro de la silla, al que
extraño siempre cuando despierto en
otro lugar y no veo cuando me asomo
por la ventana.
Recuerdo nuestras vacaciones
cuando veníamos a visitar a la familia:
pocas veces lo hicimos en tren, en “el
regiomontano”, pero posteriormente
veníamos en automóvil o en autobús.
Los recuerdos inmediatos de mi infancia son: los adultos en sus mecedoras
platicando en el “porche”, mientras que
los niños jugaban con toda la pandilla
de la cuadra hasta el atardecer; el calor
intenso y la forma “golpeada” de hablar
de mis primos y de mis tíos, pero con
una sonrisa franca y abierta siempre.
Cuando regresamos de Ciudad de
México, empecé a adquirir rápidamente las costumbres de los regios. Nos
sumamos a las familias que hacen la
típica carne asada los fines de semana;
a los bailes de cintas para festejar a las
quinceañeras, que regularmente eran
los viernes y sábados; a “dar el rol” a
la Purísima los domingos, o bien, en
el punto de reunión de la colonia para
después ir a cenar pizza o tacos.
Y así, mi ciudad crecía cada vez más,
hasta convertirse en lo que ahora es.
Además del evidente desarrollo industrial, también ha tenido un crecimiento
cultural importante, ya que proliferan
espacios como museos, galerías, salas
de arte; escuelas, e instituciones que
son semilleros de nuevos talentos que
ponen en alto el nombre de Monterrey.
Y de eso, yo he sido testigo desde que
empecé a trabajar como reportera en
los años 80s y aunque tomé un receso
laboral, siempre he estado al tanto de
lo que ocurre en esta tierra bendita
fundada por Diego de Montemayor el
20 de septiembre de 1596.
Y tanto a nivel personal como profesional, tengo mis lugares favoritos: La
Casa de la Cultura; La Casa Universitaria del Libro; El Aula Magna de Colegio
Civil Centro Cultural Universitario; la
Escuela Superior de Música y Danza: los
museos de Historia Mexicana y MARCO,
por mencionar algunos ejemplos.
Las iglesias a las que solía asistir
hace algunos años y que forman parte
importante de esta metrópoli: Templo Expiatorio San Luis Gonzaga, La
Parroquia de Nuestra Madre Santísima
de la Luz; Parroquia San Juan Bautista
De La Salle; Templo Santo Niño de la
Salud y la Parroquia Nuestra Señora
de Lourdes, entre otras.
Hay restaurantes que son toda una
tradición en nuestra ciudad, como el
“AL”, “Palax”, “La Puntada”, “El Regio”,
“El Rey del Cabrito”; a estos últimos
no voy con frecuencia, aunque son los
representativos de nuestra gastronomía
por excelencia.
Por otro lado, el Parque Fundidora
nos recuerda que en 1900 se fundó la
Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, S.A., que fue la primera empresa
siderúrgica de América Latina, siendo
un emblema para Nuevo León.
Pero me llevaría muchos párrafos
enumerar todo lo que nos hace sentir
orgullosos de ser regiomontanos, por
eso entonemos con ganas: “Desde el
cerro de la silla se divisa el panorama
cuando empieza a anochecer, de mi
tierra linda y sultana y que lleva por
nombre, si señor, ciudad de Monterrey”
¡Feliz 425 aniversario, Monterrey!
irma_idalia@hotmail.com
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