La exquisitez
de ser nosotrxs
La
invención
de la
memoria
Hace años, un maestro al que recuerdo con
especial afecto, llegó a decirnos en clase:
“Cuando llegue el día final, no olviden llevar lo
más importante”.
No el dinero, no la ropa, no títulos o posesiones.
A partir de ese momento me cuestioné:
¿qué tengo que deba cuidar para el momento
final? No pude darme respuesta, pero supe que
había encontrado algo.
Hace unos días lo recordé, cuando arreglando
documentos me topé con cajas de negativos
y fotos, muchas fotos.
Las descubrí sin querer y parecía que me
tenían guardada esta sensación: de que todo
es efímero y los momentos se nos escapan
como agua en las manos. Así como llegaron de
manera inesperada, se fueron igual: momentos,
rostros, historias.
Y esta sensación de finitud, se ha detonado con
gran fuerza en los últimos tiempos en que gran
parte de nosotros hemos perdido a alguien por
la pandemia u otras causas; sin duda pérdidas
que solo el tiempo acomodará en el sitio donde
duela menos.
Afuera llueve y adentro también.
¿Qué hacer para que la memoria preserve
los momentos, las risas, los olores, todos los
recuerdos?
¿sacar las fotos de las cajas y los álbumes?
¿volver las casas museos y altares a quienes
formaron parte de nuestra historia?
¿puede esa imagen en papel, regresarnos
el sonido de las palabras o hacernos sentir
nuevamente?
¿puede esa imagen expresar, quien fue la
abuela o esa persona que ya no está presente
en nuestra historia cotidiana?
¿debemos valorar los recuerdos o más bien
soltarlos cual lastre?
Miro las fotografías que encontré y trato de
leerlas:
Cuando fui, cuando estuvimos, cuando ocurrió,
cuando pudo darse, cuando fue la primera o
la última vez, cuando no sabíamos o cuando
empezábamos a saber. Simples rituales
comunes.
Las toco, las miro, las huelo. Trato de leer los
pequeños signos que en ella descubro.
¿por qué se tomó ese momento y no otro?
¿por qué guardé la fotografía?
¿por qué tiene anotaciones?
¿por qué está recortada?
Y esto me hace pensar en las fotografías y su
papel en nuestra memoria, pues cada trozo de
papel es un fragmento de tiempo y espacio,
que tiene un valor discursivo sobre el por qué
lo captado y no otra cosa, y el por qué de ese
momento y no otro.
Es una huella y ausencia del resto. Pedacito
recortado del mundo por alguna razón. También una frontera con el paso del tiempo, los demás
y uno mismo.
Las imágenes fotográficas solo testifican un
momento y es la narración del espectador la
que agrega valor, por ello Tzvetan Todorov dice
que se debe tener cuidado con la manipulación
de los recuerdos.
Pero… ¿qué tanta fantasía viste los recuerdos?
¿qué tanto es verdad y qué tanto es invención?
Fotografías que nos cuentan o con las que
contamos nuestra historia, pues estamos
hechos de lo vivido y eso construye la identidad.
Finalmente, la memoria es el pasado filtrado y
reconstruido dice el autor.
Y es que la memoria siempre será parcial, y
reconstruiremos los hechos desde la lógica
propia, desde nuestras filias y fobias, desde
nuestro marco personal, desde la colectividad.
Fotos, fotos, fotos, las toco, las miro, las huelo.
Dicen las abuelas que lo bailado nadie nos lo
quita.
Mejor pidamos que pongan la música y que
siga el danzón.
Diana Elisa González Calderón Docente e
investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México