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El pequeño espacio que habitamos | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Agosto 2021


La exquisitez de ser nosotrxs

El pequeño espacio que habitamos

Y la vacuna llegó. Y por supuesto tengo una tranquilidad que mucho tiempo atrás no sentía. Confieso que en la noche previa, me sentí como niña a la espera de los reyes magos, feliz porque llegaba mi turno. Permítame contarle que en el momento del pinchazo, pensé en mi mamá que se quedó esperando ese momento y murió un mes antes de que le tocara la vacuna.

Pero… ¿qué esperaba esa mujer de 82 años?

Mucho. Solo el momento de salir y retomar la vida. Hacer esa comida para toda la familia con su mejor receta, volver a sentarse con su maestro de pintura y retomar los pinceles. Pinceles que le siguieran ayudando a levantarse de sus pérdidas. Seguro estaría haciendo planes, igual que todos.

Cada quien tiene una historia que contar.

Si usted ha visto el film “Underground” de Emir Kusturica, seguro recordará ese momento donde la gente escondida sale al exterior por primera vez. Así yo, así nosotros. Una oportunidad más para los que llegamos a esta etapa del juego, un Jumanji.

Pero… ¿Qué hacer con la libertad que ahora se abre ante nosotros?

Pensando en todos los que se nos adelantaron en este viaje y en la oportunidad de la vacuna… ¿qué debemos hacer ahora?

Lo pienso y no me lo va a creer, yo quiero limpiar.

Limpiar la casa es una metáfora de la vida. Pues así. Este encierro ha servido para pensar y repensar, acomodar y entender, ajustar adentro y mirar afuera, suspirar. Sí, la vida sigue.

Dice Gastón Bachelard en “La poética del espacio” que la casa es cuerpo y alma, un universo y una gran cuna. Es así que saber habitar la casa es saber habitar el mundo.

“Debemos estudiar continuamente cómo la dulce materia de la intimidad vuelve a encontrar, por la casa, su forma” dice el autor.

Pero todos tenemos pérdidas. Por eso hay que volver a llenar de calor los vacíos de la casa; y dar el olor de hogar al espacio que ocuparon esas noches de insomnio y ansiedad que nos enseñaron mucho, pero que deben dar paso a lo que sigue. Por eso abrir puertas y ventanas para que el aire traiga nuevas historias, nuevos capítulos. Por fin, respirar.

Y si la casa es una metáfora del mundo, habrá que sembrar árboles donde se perdieron vidas y regalar flores a quien nos ayudó a construir historias. Abrazar, agradecer y soltar. Seguir caminando. Mirar al de junto. Ver por el de junto. Trabajar con el de junto. Reconstruir el mundo exterior e interior desde una mejor versión y levantarnos. Soñar con la oportunidad y seguir caminando.

Finalmente, hablando de ese espacio que habitamos, sea nuestro cuerpo, la casa, o el mundo, siempre será bueno inspirarnos en el pensamiento de Bachelard: “Quisiera que mi casa fuera como la del viento marino, toda palpitante de gaviotas”. O dicho de otra manera, que el universo venga a habitar nuestra casa.

Que así sea, por quienes ya no están con nosotros.


Diana Elisa González Calderón 

Docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México.