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 Sin audiencia no hay medios

¿Aficionado o fanático?

Entre el solaz de una afición y la necesidad de ir al psiquiatra.

¿Recuerdan la telenovela “Alcanzar una Estrella”, en la que una chica, seguidora de famoso cantante, termina conquistándolo y se queda con él?

El éxito se debió, por mucho, a un mecanismo de identificación. Todos seguimos algo o a alguien. Somos aficionados que, en mayor o menor intensidad, recibimos gustos a cambio de respaldo. ¡El círculo perfecto!

El término FAN, versión corta de Fanático, refiere a quienes entregan apoyo, atención, pasión y hasta amor incondicional, a personas, personajes, cosas, producciones audiovisuales, etc. que compensan necesidades emocionales y/o de autoestima.

Hay que diferenciar Fanático de “seguidor”. El primero lleva su entusiasmo a niveles desmedidos, a grado de hacer de lado otras actividades, estilos de vida y hasta familia, pareja y amigos.

Un Fan manifiesta necesidad de vínculo con aquello que sigue. Presenta conductas que van desde decorar su espacio con imágenes u objetos alusivos; vestirse o actuar como quien admira; asistir a reuniones, convenciones y eventos relacionados, hasta comentar en redes, coleccionar cosas u organizar clubes de apoyo.

Los perfiles de los FANS coinciden en alta capacidad para la empatía, lo que lleva, incluso, a ponerse en los zapatos del otro para sentir lo que siente, al grado de que lo que genera dolor o placer a su ídolo, genera dolor o placer para sí.

Las expresiones más intensas de conexión con algo o alguien se dan en la adolescencia, que es cuando la persona está en pleno proceso de armado y afirmación de su propia personalidad. Justo por eso, los adolescentes se enganchan más y construyen expectativas en torno a figuras públicas, de impacto mediático y/o de gran atracción social.

En esos procesos se dan casos extremos, patológicos, en los que el fanático percibe a su ídolo como alguien que debe dejar de estar para, entonces, tener mayor posibilidad de tomar su lugar. Son muchas las referencias de figuras famosas que han muerto a manos de alguno de sus más fervientes admiradores.

Se supone que conforme la persona va madurando emocionalmente, la intensidad del fanatismo disminuye, hasta quedar como mera afición. Claro que hay adultos que nunca modifican las conductas al respecto, pero en esos casos hay que ver si se trata de una afición por demás intensa o de alguna alteración en el cuerpo emocional.

Entre los grupos de FANÁTICOS / FANS (o FANES, según la morfología española) encontramos una amplia variedad, dependiendo qué o quiénes despiertan la admiración: 

Los FANS siguen celebridades de la actuación, deporte, política u otras áreas del devenir social; los GROUPIES admiran a exponentes musicales y hasta los siguen en giras de conciertos. Los GAMERS se concentran en videojuegos, los FANZINES en la ciencia ficción, los COSPLAY en cómics y derivados y los OTAKU en los anime o mangas japoneses. Así, el abanico se amplía considerablemente.

Tener un pasatiempo o ser aficionados de algo/ alguien, no tiene nada de malo. Al contrario, puede ser fuente de distracción, entretenimiento y desahogo, catarsis. El problema es cuando acapara la atención a grado de afectar vida social, académica, familiar, profesional y demás. Si esto pasa, convendrá buscar el consejo de un especialista.

Todo lo bueno, en exceso, puede ser perjudicial.


Edui Tijerina Chapa
edui_tijerina@yahoo.com.mx 
Twitter: @EduiTijerina 
Instagram: @eduitijerinachapa  

Escritor, dramaturgo, guionista, asesor y analista de medios. Autor de numerosas piezas teatrales y de scripts para películas como “Cantinflas”, “Juan Diego” y “Jesús de Nazaret”