JULIA LAGE | La música como propósito y poder transformador | ROBERTO GARZA | Abril 2024

YVONNE FAULKNER | El arte como catalizador de emociones | EDUI TIJERINA | Mayo 2021

Entrevista: Edui Tijerina Chapa
Fotografía: Cortesía Yvonne Faulkner




YVONNE FAULKNER
El arte como catalizador de emociones

Casi todas las definiciones a “Arte” coinciden en que éste es “una actividad en la que el ser humano recrea, con una finalidad estética, un aspecto de la realidad o un sentimiento, valiéndose de la materia, la imagen o el sonido”. Muchos agregaríamos que “el proceso implica la inversión intelectual y/o emocional del autor y el potencial vínculo con el receptor, que podría verse / sentirse identificado o proyectado en la obra”.

Precisamente, esa maravillosa fuerza que el arte tiene para facilitar la descarga emocional, tanto en quien lo produce como en quien lo aprecia a través de cualquiera de sus sentidos, es parte importante de nuestra charla con Yvonne Faulkner, una talentosa fotógrafa, diseñadora, pintora, muralista, escritora, conferencista y promotora cultural originaria de Monterrey, Nuevo León, México, pero actualmente radicada en la Ciudad de Dallas, Texas, en los Estados Unidos.

Dime, Yvonne. ¿Se puede hablar de una edad ideal para descubrir la vocación por el arte?

Desde pequeña fui introvertida, callada; siempre curiosa y con afán de aprender cosas nuevas.

Recuerdo que, estando en clases, me ponía a dibujar en mi cuaderno. Trazar muñequitas de papel era, en cierta forma, mi manera de aplacar el bullicio en mi cerebro y, así, poder escuchar con atención a los demás, aunque pareciera lo contrario. Así fue como, a los seis años, vendí mi primer dibujo. Gustó tanto, que llegó un momento en que tenía que dedicar el tiempo completo del recreo para dibujar muñequitas para mis compañeras de clase, quienes pagaban un peso por cada una.

Yvonne Faulkner


¿Qué tanto influye el entorno?

Pues, crecí en un ambiente muy estricto. Según mis padres, mi única responsabilidad era estudiar y mantener dieces en mis clases. Creo que eso marcó la forma de ser tan exigente conmigo misma y este deseo constante de preparar, actualizar y seguir formando en variedad de temas.

Definitivamente, no tuve una niñez típica. No salía a jugar con las vecinas ni con amiguitas de mi edad. Papá y mamá trabajaban todo el día, por lo que me quedaba al cuidado de la abuela, de quien -por cierto- aprendí a cocinar. Así, mis juegos se limitaban a crear un mundo imaginario y a tocar a escondidas la guitarra de mi tío, quien jamás permitía que nadie la usara ni que se acercara siquiera a sus cancioneros de colección. Desde ahí comencé a amar la música. 

“Descubrí que, sin palabras, se puede expresar lo más íntimo de uno mismo sin necesidad de dar explicaciones a nadie”

Artes plásticas y música… ¡Pero, también, baile y canto!

¡Sí! Fíjate que una de esas tardes en casa de mi abuela, donde, como buena niña regia de ese tiempo, tenía como mis programas favoritos los de “Pipo” y “Club Infantil”, escuché que en este último tendrían pruebas de talento para quienes quisieran participar. Sin más ni más, al día siguiente “recluté” a cuatro compañeras de la escuela, con quienes armé un grupo de baile, las invité a la casa y presenté con mi mamá, a quien, al tenerlos ahí, no le quedó otra alternativa que apoyarnos. Comenzamos a ensayar… ¡Y así nació “Yvonne y su grupo CHIPS”!

Preparamos dos temas musicales. Una vez ante los productores, me preguntaron que si podía cantar porque ya tenían muchos grupos de sólo coreografía. No estaba dispuesta a perder la oportunidad así que de inmediato les dije que sí y me puse a cantar. Fue así como aquella niña de nueve años siguió cantando con el corazón, sin parar, durante los siguientes cuatro años.

Esa etapa fue una de las experiencias más hermosas, a la vez que difíciles, que he tenido en la vida. Aunque no lo creas, sentía pavor de estar frente a una cámara, pero decidí enfrentar los miedos. Eso me enseñó el valor de la disciplina, el peso y satisfacción de ser responsable y, sobre todo, que para lograr lo que queremos se requiere empuje y decisión para dejar la zona de confort.


Definitivamente, cuando se tiene sensibilidad y talento, siempre se está en busca de más y nuevas ventanas de expresión.

Las artes siempre han sido esenciales en mi vida. Durante la adolescencia, me inspiraba mucho el escribir poesía. Amaba el lenguaje y los juegos de palabras; siempre soñé con escribir un libro. Utilizaba la escritura como un puente, un motor para echar a volar la imaginación y crear ese amor perfecto que sólo una adolescente puede perfilar. Lo curioso aquí es que no tenía novio ni nadie en particular por quien sintiera atracción. Más bien, me retaba a ponerme en los zapatos de alguien más - “empatía”, le llaman - y describir los sentimientos como si los viviera en carne propia. Por desgracia, mi madre no lo entendió así y muchas de esas poesías se perdieron en el cesto de la basura. 

El llamado de atención fue al potencial que uno tiene de tomar las adversidades como un bache, una barrera que nos hace regresar o, al contrario, que nos exige saltar para seguir caminando. Yo tomé la segunda opción y, por eso, surgió lo que llamo “mi primera poesía hecha pintura”. Descubrí que podría esconder mis emociones detrás de las formas y colores de una obra pictórica; descubrí que, sin palabras, se puede expresar lo más íntimo de uno mismo sin necesidad de dar explicaciones a nadie. Todo se traduce a una sinfonía de trazos, colores y texturas que se compaginan en un secreto, en un mensaje doble, ante los ojos del espectador. Detrás de cada una de mis pinturas existe una poesía. Describo mis obras como “poesías que puedes escuchar con los ojos”.

Con todo lo que me cuentas, no puedo evitar una pregunta casi obligada: El artista, ¿nace o se hace?

Todos somos, de cierto modo, artistas. Todos tenemos sensibilidad. Sin embargo, el porcentaje es distinto en cada persona, como también lo son las posibilidades de explotarla, de sacarla, y de dar con las técnicas que mejor se nos acomoden para esa expresión. Algunos se sienten más cómodos con las letras, otros con la música, la escultura, la actuación, pintura, en fin. 

A muchos se les queda trunca. A otros se nos va presentando la oportunidad de pulir, de perfeccionar, de liberar.

Particularmente, mis estudios de diseño me ayudaron a desarrollar habilidades como pintora y a tramar mis inicios como instructora. Durante las vacaciones de verano, armaba cursos y talleres en mi casa y recibía pequeños de entre los cinco y quince años interesados en el arte. Ver cómo los chicos aprendían a reconocer técnicas de distintos pintores me llenaba de felicidad, de orgullo.

La carrera también me introdujo a una nueva vertiente expresiva. Una que, años después, se convertiría en una de mis grandes pasiones: la fotografía. Aunque el aprendizaje que obtuve fue con cámara análogo y actualmente todo es digital, las bases de composición, perspectiva, sentido del diseño, paletas de colores, y demás, siguen siendo las mismas. El equipo es lo de menos. Lo que te hace fotógrafo no es simplemente tomar las fotos, sino lo que transmites a través de ellas.

“Desde pequeña fui introvertida, callada; siempre curiosa y con afán de aprender cosas nuevas”

¿Y te aferraste a la fotografía? ¿O qué pasó?

Incursioné de lleno en ella el tiempo en que trabajé como Manager de Mercadotecnia en un Hospital en Texas. Mis fotos se utilizaban para anuncios espectaculares, o Billboards, de campañas institucionales a nivel nacional como las de Children’s Miracle Network y Go Red de American Heart Association.

Mi labor en ese entonces permitió convivir con pacientes de cáncer de mama. Sentí una necesidad imperiosa de hacerles ver lo hermosas que eran aún después de una mastectomía; quise enfocar la fotografía al lado humano. Esto me motivó a abrir mi propio estudio enfocado única y exclusivamente para mujeres. Hasta la fecha, sigo tomando el quehacer detrás de la cámara como una herramienta para motivar, ayudar a fortalecer autoestimas y empoderar a las mujeres que se acercan a mí. 

En la Embajada de México en Abu Dhabi, Emiratos Árabes Unidos


Sobre todo, en nuestros días, en los que los conceptos de belleza cambian de un día para otro…

Claro. Vivimos en una sociedad que constantemente nos establece nuevos y casi inexplicables niveles de presión en cuanto a estándares de belleza. Todos vemos que ya hasta rayan en lo ficticio. Las redes sociales están llenas de imágenes logradas con filtros, trucos de perspectivas y demás recursos que, lejos de causar admiración, propicia frustración y hasta depresión en quienes no toman las cosas como son y se obsesionan con cumplir esos patrones.

Cuando quitamos todo eso de la ecuación y llegamos hasta lo más profundo del ser humano, descubrimos lo perfectos que somos, así, tales como somos; que la belleza interna puede mostrarse a través de una imagen directa, auténtica, enfocada en el sentir más que en el aparentar. También, que ni un seno ni una cabellera hacen a una mujer. Eso es lo que me propongo mostrar cuando alguien se posiciona frente a mí y yo del otro lado de la lente.

¿Qué pasó contigo al terminar tu carrera? ¿Cómo fue salir del aula al campo laboral?

Cuando me titulé como Licenciada en Diseño Gráfico y Publicidad por el Centro de Estudios Superiores de Diseño de Monterrey (CEDIM), decidí que era justo el momento para moverme y crecer profesionalmente. Contra la voluntad de mis padres y contando con los pocos pesos que había ahorrado, me mudé a San Antonio, Texas, con el plan de estudiar inglés.

Fue un “Día de la bandera”. Lo recuerdo perfecto. 24 de febrero de 1996, cuando dejé todo: trabajo, familia y amigos. Emprendí el viaje sin mirar atrás. Esa misma semana obtuve contrato para diseñar la nueva línea de empaques de una compañía de productos vitamínicos.

Un año después, abrí mi propia agencia de publicidad en Omaha, Nebraska, a donde me mudé tras casarme con quien fue mi compañero durante quince años. Su carrera militar nos obligaba a cambiar constantemente de residencia. Fue por eso por lo que tuve que cerrar mi agencia y comenzar de nuevo en Corea del Sur. Allá retomé el camino del arte y experimenté la opción de dar clases en escuelas públicas. A pesar de la barrera del idioma, me di cuenta de que el arte es universal; que su lenguaje puede conectar al mundo. Me fue tan bien que mi trabajo como artista fue reconocido y presentado en la prestigiada galería “Yongsan” de aquel país.

“Detrás de cada una de mis pinturas existe una poesía. Describo mis obras como ‘poesías que puedes escuchar con los ojos”

¿Qué tan duro fue el choque cultural?

Pues sobreviví y, sin duda, salí fortalecida. Eso me preparó para el siguiente punto: Italia. ¡Otra maravilla! Allá, en Florencia, tomé una especialidad en muralismo y restauración en el “Istituto per l’Arte e il restauro Palazzo Spinelli”. ¿Te imaginas? ¡Trabajar directamente sobre piezas del renacimiento usando la misma técnica de Miguel Ángel! Apasionante y estresante a la vez. Reparar una pintura de alguien más requiere de mucha paciencia, delicadeza y, sobre todo, saber lo que estás haciendo. Más en casos como esos, que eran piezas de mucho valor artístico, histórico y material.

Con el Embajador de México en Tailandia.


Cuéntanos de tu incursión en el muralismo.

En el muralismo encontré una nueva forma de amor. Estar frente a una pared y tenerla como lienzo gigantesco, da una sensación de libertad creativa impresionante. Saber que lo que hagas quedará ahí por mucho tiempo activa un sentimiento muy particular en el que se combinan el orgullo, la responsabilidad, la sensación de trascendencia. Es muy difícil, por no decir que imposible, detallarlo.

El primer mural que hice fue en mi propia casa. Medía aproximadamente 8 metros de alto por 5 de ancho. Jamás había sentido tanta emoción al estar trepada en una escalera. Ese muro fue la “tarjeta de presentación” que sirvió para que me contrataran para otros proyectos y, después, ser reconocida por el Club de Arte en Pordenone.

Es difícil dejar atrás algo tan personal, pero, a la vez, queda como huella, como propuesta, como un llamado espiritual que otros escucharán y, tal vez, disfrutarán.

El año pasado, tres lustros después, volví a esa casa en la que sembré tantas memorias. Me atreví a tocar la puerta y fui recibida muy amablemente por una chica. Cuando le dije que había vivido ahí, lo primero que exclamó, mientras señalaba la pared, fue: “¿Tú eres la artista que pintó el mural?”.

Mi sorpresa fue mayúscula al encontrar mi obra intacta; esa obra que consideraba perdida y hasta cubierta bajo varias capas de pintura. No pude evitar las lágrimas cuando fue corriendo para traerme un plumón negro y me pidió que lo firmara. Entonces caí en cuenta que me había ido sin firmarlo. No fue sino hasta ese día que pude estampar mi nombre y considerarlo oficialmente terminado.

Deduzco que eres amante de los viajes.

Los viajes dejan grandes lecciones, de todo tipo. Y esas lecciones cierran o abren puertas, según las necesidades emocionales e intelectuales que necesitemos cubrir.

Yvonne Faulkner con su obra “Tradiciones más allá de las Fronteras”.


A propósito de moverse y marcar distancias, ¿te has alejado del arte en algún momento?

Tras varios años alejada del arte debido a mi trabajo diario como consultora de mercadotecnia y al esfuerzo para completar una carrera en Administración de negocios en la Universidad de Maryland, decidí que era hora de retomar. Siempre he sido muy celosa de mi carrera como pintora y, por tanto, no me gusta comercializar las obras que produzco. Para mí, como dije antes, el arte es, más que nada y, sobre todo, fuente de inspiración y desahogo; un escape y oportunidad de autoconocimiento. Me ha salvado la vida en muchas ocasiones en las que mi única forma de sobrevivencia ha sido vaciarme sobre un lienzo. Mi divorcio fue uno de esos momentos.

El arte, cualquiera que sea su forma de expresión, llámesele música, gastronomía, danza o pintura, la que quieras referir, es una manera saludable de dejar que afloren las emociones. Una vez que las sacamos, podemos ver desde otra perspectiva la situación que las involucra. Entonces, aumenta la posibilidad de sentirnos mejor y hasta de tomar decisiones más prudentes y directas que faciliten, si no resolver, al menos sobrellevar el asunto. Es por eso que mi enfoque ha sido la utilización del arte como terapia.

“Sigo tomando el quehacer detrás de la cámara como una herramienta para motivar, ayudar a fortalecer autoestimas y empoderar a las mujeres”

“Arte” y “Terapia” en una misma oración. Suena interesante.

Así es. Tanto que, luego de dar varias vueltas al concepto, fundé “PICS-Mixer”. Te cuento. Al ver la necesidad de actividades que fomenten el arte y su utilización como herramienta psicológica, diseñé el concepto PICS que, por sus siglas en inglés, significa Pinta, Inspira, Crea y Brilla.

PICS me ha llevado a lugares en los que el acceso a la educación básica es limitado; a países donde los pequeños no cuentan con apoyo psicológico para lidiar con los traumas que les dejan las situaciones en que viven, muchas de ellas no aptas para menores.

Esto nació de mi primera visita a Dubai. Quedé tan asombrada con la belleza de sus edificios y desarrollos turísticos, que lo primero que me vino a la cabeza fue la interrogante de quién estaba detrás de todo eso, quiénes eran las personas que hacían posible esa magnificencia; quiénes se sacrificaban en horas y horas de intenso trabajo, lejos de sus familias, por trabajar levantando esas magnas obras.

Tantas preguntas, y la necesidad de respuestas, me llevaron hasta las afueras de la ciudad, donde conocí la otra cara. Una muy diferente. El rostro de los asentamientos de inmigrantes, esos que dejaron todo para ir tras una oportunidad de vida mejor para los suyos, esos que no pueden conducir un Ferrari, que apenas pueden pagar un departamento en el que cohabitan más de veinte personas; esos que apenas tienen para comer. Entonces conecté con una Asociación que provee educación a niños de residentes inmigrantes, usando una casa como aulas y la docencia de voluntarios, porque se trata de familias que no pueden pagar los más de 30,000 dólares que cuesta allá asistir a una primaria.

Obra fotográfica para cliente por Yvonne Faulkner.


El contraste resultó impactante.

Definitivamente. Tan pronto regresé a casa, comencé a planear lo que quería y debía hacer. Pensé en compartir y enseñar a todos esos chiquitos, sin importar su procedencia ni su historia, que pueden lograr todo lo que se propongan; salir adelante, creando su propio futuro. ¿Cómo? A través del arte.

Armé una agenda de trabajo y cinco semanas después regresé para impartir clases de “Arte como terapia” a dos grupos, uno 29 en Sharjah y otro en Ajman, así como una conferencia para el “Dubai International College” y el proyecto de un libro. 

Me topé con que muchos de los niños de mis grupos habían llegado al área desde zonas de guerra como Afganistán, Rusia e Irán, donde la educación artística es casi inexistente. La mayoría de ellos estaban temerosos incluso de tomar una brocha o pincel. No sabían qué hacer con ellos. Cuando les mostré cómo y orienté a utilizar sus emociones para plasmar formas y colores, fueron fluyendo hasta crear sus propias obras, algo que jamás imaginaron hacer.

A raíz de estas actividades, la Embajada de México en Abu Dhabi me extendió invitación a un evento en el Palacio presidencial de Qasr Al Watan UAE, donde tuve el placer de convivir con miembros de nuestra representación, cuya sede ostenta, en sus paredes, una de mis pinturas. 

¿En qué áreas se puede utilizar el arte como terapia?

Mi estilo de enseñanza va más allá de detallar técnicas y pasos a seguir. Es, más bien, una oportunidad para aprender a ver detalles, a reconocer espacios, aprender a soltar y fluir. Es un tipo de pintura intuitiva. Tomo el arte como herramienta que puede sanar el alma “un color a la vez”.  

Sé que tú no lo dirás, por un tema de modestia, pero si me permites, quiero compartir con nuestros lectores que lo que haces con esos pequeñitos es como servicio gratuito y hasta les llevas todos los materiales que necesitan.

Así es. La satisfacción de ver sus caritas de felicidad y apoyarlos, aunque sea un poco, en sus procesos para sanar las emociones, no tiene precio para mí.

Estas experiencias me inspiraron y motivaron a tomar una certificación como consultora de vida, partiendo del principio de “Arte como terapia”, así como en programación neurolingüística y salud mental.

Yvonne Faulkner.


¿Qué anduviste haciendo en Tailandia?

Fui invitada a continuar con este programa, impartiendo clases a jóvenes que, además, recibían la experiencia de una meditación guiada y visitas al Templo Wat Arun. Por allá dejé también una de mis obras (“Khwam s̄ āmạkhkhī” Harmony) que es la representación pictórica de la unión de ese país con México. De hecho, se encuentra en exhibición en la Embajada Mexicana.

Además de todas estas experiencias y labores tan admirables, todavía te organizas para trabajar a favor de las mujeres latinas en los Estados Unidos. Hablemos de “Amigas Latinas”.

Bueno, pues, se trata de una Organización que he creado para apoyar a las mujeres de origen latino que han llegado a mi ciudad y no cuentan con el respaldo de una familia o amigos. Se facilitan herramientas para emprendedoras que quieren iniciar o promover su negocio, organizamos exposiciones, reuniones, retiros, sesiones de capacitación con especialistas en diferentes materias, en fin.

Esta idea surgió de mi propia experiencia de empezar de cero en cada nueva ciudad a la que me tocaba mudar. Es muy difícil encontrar amistades y conexiones cuando recién te estás adaptando a tu nueva realidad, pero, a través de agrupaciones como “Amigas Latinas”, el proceso se acorta y facilita. Es un verdadero círculo de apoyo. 

Ejercicios de pintura intuitiva con niños de Sharjah, Emiratos Árabes Unidos.


¿Proyectos a corto plazo?

Por fin estoy por realizar mi sueño de escribir un libro. Éste tendrá la finalidad de compartir con todos las historias de superación y aprendizaje narradas por los protagonistas que he ido conociendo a lo largo de mis viajes.

Regresar a la TV, desde la señal de Univision, con segmentos en los que presentaré ideas creativas y formas de utilizar la imaginación para mejorar el ambiente en nuestros hogares.

Estoy pintando un mural para un centro de la Asociación de “Boys and Girls Club of America”, preparando varias obras para una presentación en Nueva York -cuya recaudación se canalizará a las labores de PICS- y preparo lo necesario para concluir un mural para un hotel en Bangkok.

Me sigo preparando con certificaciones en el área holística como yoga, meditación, reiki, terapia de sonido con cuencos tibetanos y todo lo que tenga que ver con el bienestar de la mente. Eso complementa lo que hago en mis otras actividades. Abrir la mente y el alma ayudan, también, a abrir la creatividad y flujo emocional.

Y me he propuesto aportar nuevas obras pictóricas para subastas a beneficio del “Children Advocacy Center”, de San Angelo, Texas. Con esto, mi objetivo es ayudar a los niños que de alguna forma u otra han pasado por situaciones difíciles, como abuso y/o maltrato. Seguiré trabajando por ellos mientras tenga una brocha o pinceles en mis manos.  

Llevando tradiciones mexicanas a todo el mundo.