Libros para libres
Leer es una de las formas
más puras de resistencia
y libertad que podemos
experimentar. Leer es
aceptar la potencia de la
vida, es incorporar a nuestra mirada
las armas necesarias para enfrentar
a las temibles bestias del olvido.
Leer es desgarrarse en el instante
mientras un ejército de espectros
intenta la conquista de la realidad.
No es posible atravesar el páramo
de la existencia sin que los libros
ocupen un lugar de privilegio en
nuestro día; sin que Camus, o Borges o Alejandra Pizarnik enarbolen la bandera de la inquietud para
levantarnos inconscientemente de la
postración a la que la dura realidad
nos somete cada día con sus noches.
Lo mismo en el Divino Marqués
de Sade que en Roberto Bolaño, lo
mismo en Juan el profeta que en Julio
Verne, la potencia de la literatura es
la potencia de la libertad, de aquello
que nos indica que la vida está más
allá de lo que nos propone la mirada
muerta de un siglo roto. Recuerdo
cuando me atreví a abrir las páginas
de Fahrenheit 451 de Ray Bradbury,
leer es siempre un atrevimiento, una
rebeldía. La novela narra la historia
de la desaparición de los libros, de su
persecución y destrucción; describe
a una sociedad en coma, llevada por
las maquinaciones del poder y de los
medios, en donde la voluntad estaría
crucificada y consagrada a la banalidad y a la serenidad estéril.
El protagonista sufre un encuentro con la literatura, y es que la literatura, igual que un bisturí, ejerce una
digna violencia en quien se atreve
a leerla. Montag, protagonista del
libro, entiende que la conciencia se
defiende desde la rebeldía de la decisión propia, que los libros nos enseñan a decir “no” cuando es necesario,
que un libro es la ocasión de prevalecer ante las armaduras del poder que
intentan siempre atenazarnos para
luego manipular nuestros deseos y
para vendernos e inocularnos una
vida que no es la nuestra.
Entonces no hay más remedio que
romper lo que nos han dicho que
es la cultura. Montag entiende que
la memoria es indispensable para
evitar la destrucción de la voluntad, para preservarla. Al final de la
novela encuentra en el bosque un
grupo de personas, que ante la destrucción de los libros se entregaron a proteger la literatura desde el fondo
de si mismos, a donde no podrá llegar nunca la avidez del poder.
Leer nos lanza al campo abierto,
ahí en donde estamos desamparados pero lúcidos, sin garantías, pero
dueños de nuestros pasos, frágiles, y
precisamente por esto listos a ejercer un profundo amor por la vida.
Leer es, en su momento más alto,
el intento verdadero de hacernos
dueños de nuestra propia libertad.
Caminante no hay camino, se hace
camino al andar.
Email: samuelr77@gmail.com
Instagram: @samuelrodriguezdiciembre
Profesor de
Arte, Cine y Estética en el ITESM campus
Monterrey. Cuenta con un posgrado
en Filosofía Contemporánea por la
Universidad de Granada. Su más reciente
publicación literaria es el libro de
cuentos “La Ausencia” editado por Arkho
Ediciones en Buenos Aires Argentina.