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La exquisitez
de ser nosotrxs
#Nosotras
tenemos
otros datos
Urge modificar la narrativa
de la violencia que culpabiliza
a la víctima por como vestía
o por dónde estaba, por otra
que señale al victimario y la
acción cometida.
Hace unos días, se hizo viral un documento
escrito y audiovisual que señalaba la situación de
vulnerabilidad de un sector de la población ante
lo que se considera la otra pandemia, usando
el hashtag #NosotrasTenemosOtrosDatos, se
señalaba que “la violencia contra mujeres y
niñas es más letal que el COVID-19”.
Publicado por activistas y escrito a manera
de carta al Presidente de la República, se
hacían algunas declaraciones que deberían
indignarnos, por ejemplo, que la violencia en el
ámbito familiar es real, ocurre a lo largo de todo
el país y quien más la padece son las mujeres,
las niñas y los niños.
Que hay muchos tipos de violencia más allá de
la física, como la violencia psicológica, sexual,
económica y feminicida.
Que según datos oficiales, en México todos los
días hay 10 feminicidios, y que ante el obligado
resguardo en casa por la pandemia, la cifra ha
aumentado.
Que las llamadas al 911 por violencia familiar, se
han disparado a 155 por hora.
Que en lo que llevamos de contingencia se han
registrado más de 20 mil denuncias, pero en el
90% de los casos, no pasa nada.
Que toda omisión o declaración que subestime
el tema frente a su gravedad, fortalece la
impunidad y normaliza el escenario de peligro
y violencia, el cual en gran medida, ocurre en
el mismo hogar.
Que urge el trabajo coordinado desde los
tres niveles de gobierno. Que urgen acciones
estratégicas para atender la situación, así como
llevar a cabo medidas efectivas de atención y
protección a las víctimas y garantizar su derecho
a una vida libre de violencia.
Ante el escenario que plantea la carta, me
pregunto qué tanto abonamos a la naturalización
de la violencia desde nuestras prácticas
cotidianas, y que hemos normalizado al grado
de ya ni notarla en el tipo de música, series, o
películas que vemos, o en nuestras relaciones
y vivencias cercanas.
Que seguimos educando y promoviendo un
tipo de rol, un tipo de mujer, un tipo de hombre
o soñando con un amor romántico que tolera
cierto tipo de violencia creyendo que es amor.
Que movimientos como los que promovieron
los hashtag #MiPrimerAcoso, #YoSiTeCreo,
#MeToo, #NiUnaMenos, #NiUnaMás o
#NosotrasTenemosOtrosDatos, han hecho
evidente que muchas de las historias de violencia iniciaron desde la infancia, incluso en el
hogar como una violencia tolerada y se habían
guardado en silencio.
Si bien un hashtag no resuelve la violencia, sí visibiliza el problema y la denuncia es el primer
paso para resarcir el daño, pero urge modificar
la narrativa de la violencia que culpabiliza a la
víctima por como vestía o por dónde estaba, por
otra que señale al victimario y la acción cometida.
Es necesario señalar que muchas de las
narrativas que se forjan desde los medios y en
el interior mismo del hogar, enjuician bajo un
marco de dominación y discriminación jerárquica por edad, género, raza y clase; por lo que
necesitamos generar nuevas narrativas que
ayuden a reescribir la historia desde otro tipo de
relaciones basadas en el respeto, la tolerancia,
la equidad y la cultura de paz.
Por ello, señalar el problema es el primer paso
y entiendo la razón de la carta al Presidente,
porque parte de la solución en el hoy, recae
en las actuales políticas públicas y programas
específicos para ello; pero creo que la otra parte
necesaria, es nuestra propia reflexión cotidiana
y permanente en las relaciones que generamos
en el hogar. Esa, es la otra escuela y en tiempos
de pandemia, el universo entero.
Diana Elisa González Calderón
Docente
e investigadora en la Universidad
Autónoma del Estado de México.
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