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La sana distancia | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Abril 2020


La exquisitez de ser nosotrxs

La sana distancia

Dicen que la mejor guía para el presente y futuro, es aprender del pasado. 

Hace algunos años, en los tiempos del dictador Nicolae Ceaușescu quien gobernó por casi un cuarto de siglo en Rumania, se llevó a cabo un cruel experimento.  

Desde una estrategia pensada contra la baja tasa de natalidad en el país, se instauró por decreto la restricción al uso de anticonceptivos, lo que ejerció un control sobre la vida sexual y reproductiva de la población en la época. Incluso, quien no podía tener hijos, debía pagar más impuestos.

Lo anterior, propició que las tasas de mortalidad materna e infantil aumentaran y desgraciadamente, también se acrecentó el abandono en orfanatos del Estado. Se dice que para la década de los 80´s, vivían en ellos más de 100,000 infantes. 

Con la caída del dictador en 1989, salió a la luz la tragedia ocurrida en los orfanatos:

Bebés y niños pequeños amontonados en cunas, todos en silencio, ninguno lloraba. Se descubrió que eran el resultado de un cruel experimento sobre la ausencia de estímulos. Nadie había respondido a sus llantos y gritos, nadie los había abrazado o propiciado el mínimo roce de afecto. 

No jugaban, no hablaban. Podrá usted imaginar el terrible estado en el que vivían: desnutridos, sucios, ignorados.

Tal descubrimiento, desencadenó importantes estudios sobre los efectos de los estímulos, así como de las consecuencias de la falta de cuidados en la primera infancia. Las investigaciones posteriores, señalaron la manera en la que el cerebro guarda secuelas que trascienden hasta la edad adulta.

La difusión del caso, causó conmoción y algunos de estos niños fueron puestos en adopción en el extranjero y otros, debido a su condición, continuaron a cargo del Estado.

El seguimiento que se hizo a los niños adoptados, trajo importantes descubrimientos, como por ejemplo: que el tamaño del cerebro de los niños del orfanato era significativamente más pequeño, en relación a otros niños criados en mejores circunstancias. O que desde el primer día de vida del ser humano, toda interacción es nutriente al cerebro y es vital para su conformación y capacidad, indicaron en su momento neurocientíficos, lo que habla de la importancia del apego desde edad temprana y de la atención en la primera infancia. 

Algunos de estos niños lograron superar el pasado y otros tuvieron graves secuelas descubiertas al llegar a la edad adulta.

Me topé con esta historia hace tiempo y me impactó. Encuentro el valor del abrazo oportuno y necesario en la infancia pero también en la adultez, porque transmite aceptación, seguridad, acompañamiento y es capaz de transformarnos en lo cotidiano, por muy entrados que estemos en años. Descubro su valor en el abrazo necesario a quien queremos y con quien esa “sana distancia” deseamos sea la más corta. 

Toda esta reflexión vino a mi mente, a propósito de la restricción a tocarnos y estar a una “sana distancia” -mínima de un metro y medio con el de junto-, en estos tiempos que debemos cuidarnos para prevenir el coronavirus. Y es que hay cosas que solo apreciamos en su ausencia y se extrañan… tengamos la edad que sea.

Diana Elisa González Calderón - Docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México.