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Mar de estrógeno | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Marzo 2020


La exquisitez de ser nosotrxs

Mar de estrógeno

A veces debo obligarme a no seguir leyendo las noticias. Cada día una nota periodística supera la del día anterior. En México, cada día son asesinadas 10 mujeres. Cada día, 34 niñas de 10 a 14 años son embarazadas y cada 4 minutos hay una violación. Los medios no descansan en señalarlo y nuestro miedo tampoco. Podría pasarle a cualquiera.

En las calles y redes sociales hay ebullición. Las mujeres tomaron el espacio público y hay una convocatoria de paro nacional. En el escenario universitario, las alumnas, las docentes, las trabajadoras, se dieron a la tarea de denunciar el abuso, el acoso, la violencia y han pegado papeles en las vidrieras con la acusación. Pareciera que ya no quieren callar. Pareciera que perdieron el miedo o más bien entendieron que son voz de las que ya no están.

Algunos dicen que esta causa está siendo utilizada con fines políticos. Yo solo puedo hablar por mí: del miedo que me da salir de noche y no regresar, del miedo que me da que alguien crea que tiene derecho sobre mi cuerpo o sobre mis ideas, del miedo que me da enfermarme y que los servicios de salud me den la espalda. Pero no puedo dejar de sentir el miedo de las otras también: de Eva, de Valeria, de Ingrid, de Fátima…

Si se dio cuenta, la discusión pública se había asentado en ciertos tópicos y a raíz de terribles muertes en los últimos días, las mujeres sentimos un llamado. Fue un aullido que convocó a la indignación, a la solidaridad con esas historias de vida cegadas. No es que no nos hayamos conmovido antes y esto va más allá de lo político, es que ya nos cansamos de que no pare la violencia, de que el número aumente, de que las estrategias no funcionen, del discurso vacío. Me siento orgullosa de lo que actualmente esta organización de las mujeres está logrando: unión y respeto a las víctimas.

¿Acaso podrían las mujeres cambiar la agenda política del país o no es importante lo que está pasando? La unión genera fuerza y la fuerza genera empuje. Se deben mover años de silencio. Tenemos décadas peleando derechos, pero siglos donde la sociedad y la cultura nos ha encasillado, sometido, callado. Este movimiento hace un grito al unísono.

La palabra “mujeres” es un plural que implica muchas y por lo tanto variedad. A mi madre de 80 años le hace mucho ruido la palabra “feminista”, pero la he visto indignarse y escucho sus reflexiones de apoyo a la causa ante la ausencia de derechos de las otras, los otros, mientras se repiensa ella misma. También he escuchado a la ama de casa, a la secretaria, a la abogada, a la estudiante y a un grupo de mujeres-trans levantar la mano para solidarse con las historias de vida de esa otra que es víctima de violencia o que tiene cáncer, o de aquella que es discriminada o de esa otra que fue violada. 

Para muchos, este movimiento es una exageración, una contradicción, una tontería. Yo no lo creo. Es la decisión de un grupo amplísimo de mujeres que sintieron el llamado a levantarse, a discutir, a exigir; que orgánicamente ha crecido y por ello, debe respetarse. 

Esta marea me da esperanza en el futuro. Creo que en México, la verdadera transformación deberá contemplar a las mujeres y sus causas, o no será transformación.


Diana Elisa González Calderón
Docente e investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México
Marzo 2020