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La exquisitez
de ser nosotrxs
En los
tiempos del
fin del amor
Siempre he estado en contra de festejar “esas”
fechas que nos marca el calendario, porque es
una imposición de la mercadotecnia que obliga
a cumplir con ciertas expectativas sociales.
El 14 de febrero nombrado “día del amor y la
amistad” es un buen ejemplo de ello: restaurantes y cafés abarrotados, osos de peluche,
chocolates y globos en forma de corazón inundan tiendas y calles de muchas ciudades.
Pero es que el amor no debe ser definido en
su forma y contenido. No debe ser imposición
que de no cumplirse, es evidencia de que no
se ama.
No me mal entienda. Disfruto el amor romántico,
pero no me gusta la obligación de festejarlo
cierto día y de cierta forma. Faltan aún muchas
páginas donde discutamos estas formas del
amor romántico impuesto por la cultura y que
le han hecho tanto daño a nuestras relaciones
afectivas, y puedo apostarle que muchas
historias terminan mal porque siempre se quedaron debajo de la expectativa: si no cumples
tu papel, entonces no es amor.
Dice la escritora Luna Miguel, que muchos creen
que estamos en los tiempos de narrar el fin del
amor, porque ese amor que llevamos toda la
vida aspirando, ni siquiera existe.
Es que el amor romántico, así como nos lo han
enseñado, refuerza ciertos roles y estereotipos
que han llegado a desembocar en abuso y
violencia.
Por ello, me gustaría repensar de manera personal el amor, su ausencia y su presencia. No se
trata de buscar etiqueta y costo, pero si debe
tener intención y decisión de acompañamiento:
de escuchar, de reír, de intercambiar, de construir,
de compartir, de respetar, de alentar, de calmar.
De entender a ese otro-otra como un ser libre.
Coincidentes por algún azar y por lo tanto
valioso por ser momento que podría irse. Que
se construye en el día a día a partir de pequeños
pero simbólicos detalles: calentar los pies o las
manos frías, regalarle un masaje, olvidar por
un momento el reloj y el teléfono para ceder
total atención a ese otro-otra, escucharlo en lo
absurdo y lo importante, (usted puede completar
esta lista conmigo).
Tan perfectamente imperfecto, que se construye
con el trabajo permanente y cotidiano de
luces y sombras, ya lo dijo Bukowski: “sepa sin
embargo, que todas las noches que he dormido
a su lado, incluso las discusiones más inútiles
siempre fueron algo espléndido, y esas difíciles
palabras que siempre temí decir, pueden
decirse ahora […]”.
Por lo tanto, creo que el amor tiene un sinónimo:
cuidar. Pero este cuidado no corresponde solo
a un género. Se cuida lo que se valora. Cuidar
es respetarla(lo) en lo que es. Es como una
planta que es regada y puesta al sol porque
queremos ver como crece. Y es que “El amor
nunca muere de muerte natural. Se muere
porque no sabemos cómo reponer su fuente.
Muere de ceguera, de errores y traiciones. Se
muere de enfermedades y heridas; se muere
de cansancio”, dice Anaïs Nin.
En tiempos donde muchos creen que ya no existe
el amor, dónde las personas y las relaciones se
vuelven desechables, donde se cree más listo el
que engaña, donde a veces la monotonía, la falta
de empatía o el hartazgo aparecen y se sobreviven
las relaciones, solo resta tomar el consejo de
Antonio Machado: “Huye del triste amor... porque
en amor, locura es lo sensato”, y reinventarlo.
Diana Elisa González Calderón
Docente
e investigadora en la Universidad Autónoma
del Estado de México.
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