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En los tiempos del fin del amor | DIANA ELISA GONZÁLEZ | Febrero 2020


La exquisitez de ser nosotrxs

En los tiempos del fin del amor

Siempre he estado en contra de festejar “esas” fechas que nos marca el calendario, porque es una imposición de la mercadotecnia que obliga a cumplir con ciertas expectativas sociales.

El 14 de febrero nombrado “día del amor y la amistad” es un buen ejemplo de ello: restaurantes y cafés abarrotados, osos de peluche, chocolates y globos en forma de corazón inundan tiendas y calles de muchas ciudades.

Pero es que el amor no debe ser definido en su forma y contenido. No debe ser imposición que de no cumplirse, es evidencia de que no se ama.  

No me mal entienda. Disfruto el amor romántico, pero no me gusta la obligación de festejarlo cierto día y de cierta forma. Faltan aún muchas páginas donde discutamos estas formas del amor romántico impuesto por la cultura y que le han hecho tanto daño a nuestras relaciones afectivas, y puedo apostarle que muchas historias terminan mal porque siempre se quedaron debajo de la expectativa: si no cumples tu papel, entonces no es amor.

Dice la escritora Luna Miguel, que muchos creen que estamos en los tiempos de narrar el fin del amor, porque ese amor que llevamos toda la vida aspirando, ni siquiera existe. 

Es que el amor romántico, así como nos lo han enseñado, refuerza ciertos roles y estereotipos que han llegado a desembocar en abuso y violencia. 

Por ello, me gustaría repensar de manera personal el amor, su ausencia y su presencia. No se trata de buscar etiqueta y costo, pero si debe tener intención y decisión de acompañamiento: de escuchar, de reír, de intercambiar, de construir, de compartir, de respetar, de alentar, de calmar. De entender a ese otro-otra como un ser libre. Coincidentes por algún azar y por lo tanto valioso por ser momento que podría irse. Que se construye en el día a día a partir de pequeños pero simbólicos detalles: calentar los pies o las manos frías, regalarle un masaje, olvidar por un momento el reloj y el teléfono para ceder total atención a ese otro-otra, escucharlo en lo absurdo y lo importante, (usted puede completar esta lista conmigo).

Tan perfectamente imperfecto, que se construye con el trabajo permanente y cotidiano de luces y sombras, ya lo dijo Bukowski: “sepa sin embargo, que todas las noches que he dormido a su lado, incluso las discusiones más inútiles siempre fueron algo espléndido, y esas difíciles palabras que siempre temí decir, pueden decirse ahora […]”. 

Por lo tanto, creo que el amor tiene un sinónimo: cuidar. Pero este cuidado no corresponde solo a un género. Se cuida lo que se valora. Cuidar es respetarla(lo) en lo que es. Es como una planta que es regada y puesta al sol porque queremos ver como crece. Y es que “El amor nunca muere de muerte natural. Se muere porque no sabemos cómo reponer su fuente. Muere de ceguera, de errores y traiciones. Se muere de enfermedades y heridas; se muere de cansancio”, dice Anaïs Nin.

En tiempos donde muchos creen que ya no existe el amor, dónde las personas y las relaciones se vuelven desechables, donde se cree más listo el que engaña, donde a veces la monotonía, la falta de empatía o el hartazgo aparecen y se sobreviven las relaciones, solo resta tomar el consejo de Antonio Machado: “Huye del triste amor... porque en amor, locura es lo sensato”, y reinventarlo.


Diana Elisa González Calderón 
Docente e investigadora en la Universidad Autónoma del Estado de México.