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Por: Ignacio Mendoza
Fotografía: Especial
Fotografía: Especial
Breve agenda para los próximos
funcionarios culturales
La cultura está presente en todas las actividades de la
vida pública, debiéndose ver como un recurso a favor
de la participación ciudadana.
Con la llegada del año 2020 se comienza
a discutir en Nuevo León el tema de los
candidatos a la gubernatura y las alcaldías, con lo cual también se perfilan los
nombres de quienes pueden asumir las
secretarías y direcciones del aparato público. La cultura no es ajena a tal escenario y por ello conviene
plantear una breve agenda para quienes quieran
comprometerse con dicha área.
Primero, quien aspire a esa responsabilidad debe
reconocer que la cultura está presente en todas las
actividades de la vida pública. No basta con pensar
en términos de difusión, fomento o promoción, más
bien se debe ver a la cultura como un recurso a favor
de la participación ciudadana en otros temas propios del ámbito comunitario, como la seguridad, la
vida cívica o los estilos de vida saludable, sin que eso
suponga generar más actividades que terminen como
entretenimiento para beneplácito de unos cuantos.
Luego, urge un diagnóstico de las tareas pendientes. En este tema el tintero se llena de propuestas:
desde la redefinición de la personalidad jurídica de
los entes culturales públicos hasta la alineación de
la educación artística entre las instituciones competentes, el desarrollo de recursos para la conservación
de la memoria o la democratización de los contenidos (tarea que la mayoría de las veces tristemente
se toma como la presentación de espectáculos en
sitios públicos). Esta tarea es de vital importancia
si consideramos que la política cultural en Nuevo
León ha permanecido estancada. Por increíble que
parezca, seguimos hablando de los mismos festivales,
los mismos programas y los mismos apoyos que siguen
beneficiando a los mismos grupos en detrimento de
la colectividad. Ante esto, urge definir y desplegar
una estrategia que observe similitud de proporciones
tanto en lo normativo como en lo presupuestal y lo
programático, y esa labor será posible si se cuenta
con un diagnóstico.
Después está el tema de las tecnologías de la información y la comunicación. Su presencia e impacto son
incuestionables, por ello cabe preguntarse por qué
no se les ha involucrado adecuadamente en el ámbito
cultural. Se debe pensar en dichas tecnologías como
medios para la información, la formación, la preservación y el acceso a contenidos que, de otro modo,
quedan aislados para un amplio rango de públicos.
Hay que considerar igualmente el desarrollo de
los emprendimientos culturales. Pensar en ello debe
trascender la idea de organizar ferias o encuentros
en donde se les “enseñe” a los asistentes a solicitar
fondos. Para ello se deben revisar los esquemas de
apoyo de la banca o formar alianza con los órganos
legislativos con el fin de que incentiven la incubación
y el financiamiento de empresas culturales, una tarea
que implica investigación y gestión.
Por último, se debe considerar la designación de
funcionarios eficaces, es decir, pensar en profesionales
de la función pública, la gestión administrativa y el
fomento cultural que además tengan un alto sentido
de la responsabilidad. Hay que dejar de lado la idea de
que el artista o el académico son los candidatos ideales
(aunque es cierto que tales experiencias abonan), y si
eso es así, con mayor razón se pasar por alto el nepotismo, el amiguismo o los méritos de campaña. Este
punto es más delicado de lo que parece pues de él se
desprende la posibilidad de encontrar a profesionales
con sensibilidad, inteligencia y sentido común para
poner en marcha las recomendaciones que se señalaron líneas atrás. ¿Qué implica eso? Implica mirar
hacia los egresados de las instituciones de educación
superior, analizar la experiencia de otros estados o
ciudades, revisar trayectorias, en fin.
Esas son las recomendaciones. Espero que algunas
de ellas lleguen a las mesas de trabajo, los foros o los
diálogos para que generen compromisos no sólo para
quienes administren la cultura, sino especialmente
para nosotros, los ciudadanos: quienes somos los
verdaderos responsables de vivir como comunidad.
Ignacio Mendoza
Catedrático, escritor y promotor
cultural. Ha sido Premio Nuevo León de Literatura
y Director de Cultura en el Municipio de Monterrey.
También se ha desempeñado como profesor de
Letras Hispanoamericanas, y prepara actualmente su
segunda novela.
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