La exquisitez
de ser nosotrxs
De la
brillantina
rosa y otros
demonios
Hace días, una mujer lanzó brillantina rosa al
secretario de Seguridad Pública capitalina en
reclamo. Días después, se llevó a cabo una
manifestación de mujeres que exigían un alto a la
impunidad, a la falta de acciones contundentes
a la violencia. Fuimos testigos de que la marcha
llevada a cabo en Cdmx tuvo muchas formas:
algunas pacíficas, otras más “provocadoras”.
En la ciudad, quedó registro de todo ello.
Posterior a la marcha, la autoridad capitalina
se pronunció, primero señalando que abrirían
carpetas de investigación y posteriormente
retractándose de lo dicho. De todo el país y
desde diversos medios, hubo críticas a las
manifestantes y a lo acontecido en la ciudad,
traducido en pintas a monumentos, rayones,
cristales rotos, entre otros. La intención de este
escrito es reflexionar en algunos señalamientos,
ejemplo de ello es:
¿Fue exagerada la manifestación?
¿Es válida la intervención hecha al espacio
urbano?
DATOS DUROS: En México, nueve mujeres son
asesinadas al día según ONU Mujeres. De enero
a abril, se reportó el asesinato de 114 mujeres
menores de 17 años. Solo en 2019 se han cometido
más de 1800 feminicidios y homicidios contra
mujeres.
El asunto de la brillantina es poesía pura,
pero la mejor explicación, la dio una de las
manifestantes: “ojalá que las mujeres fuéramos
agredidas con brillantina y no en las formas que
ocurre, porque nos están matando”. Sobre si fue
o no exagerada la manifestación, permítame
decirle que no. Las cifras, los casos, los abusos,
están sobre la mesa. Es una revolución NO contra
los hombres -permítame aclarar-, sino contra
un sistema patriarcal que ha permitido, que ha
omitido, que ha callado, que ha silenciado, que
ha señalado a las mujeres como provocadoras
por levantar la voz, por vestir de cierta forma, por
caminar sola, por salir a ciertas horas, por pedir
igualdad de derechos, por no quedarse callada,
por rayar monumentos y dejar ahí constancia
de su enojo, de su miedo. Todo lo ocurrido, lo
veo como la continuación de una revolución
que empezó hace décadas y que ha tardado
en generar resultados. Lo que vimos, fue solo el
corcho que sale disparado ante la presión de las
cifras, del dolor, del miedo, de la desprotección,
del no pasa nada.
Por todo ello, entiendo como válida la intervención
en el espacio urbano, pues es el reflejo de una
ciudad viva. Las consignas pintadas son las
heridas que sangran a nivel social y que deben
ser oídas, que deben cimbrar a todo el que las
mire para repensarse en sus formas, en sus
omisiones, en sus silencios, en lo que promueve
desde sus relaciones de convivencia, afectivas
y laborales con esa otra/otro.
Muchas tenemos una historia que contar sobre
abuso, sobre esas violencias toleradas o que ni
siquiera nos habíamos dado cuenta por estar
normalizadas. Por todo ello, a mi no me parece
exagerado nada de lo ocurrido, al contrario, es
totalmente comprensible el hartazgo; pero creo
necesaria la reflexión de que como colectivo
mujeres, busquemos nuestras propias formas, es
decir, que no reproduzcamos lo que tanto daño
nos ha hecho, por lo que es importante encontrar
nuestros propios lenguajes y simbolismos como
muy acertadamente fue la brillantina rosa.
Esas mujeres que vimos manifestándose, que
algunos señalan con el dedo y con desdén
como ‘locas’, ‘feminazis’ o ‘provocadoras’, a mí,
si me representan; porque lo hicieron no solo
por ellas, lo hicieron por mi, por ti, por nosotras,
por nuestras hijas, por el derecho de todas a
vivir libremente.
Diana Elisa González Calderón
Doctorada
por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Es docente e investigadora en la Universidad
Autónoma del Estado de México.