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La exquisitez
de ser nosotrxs
Un muro
La falta de un plan estratégico
con enfoque en derechos
humanos en torno a las
políticas de migración,
está generando reacciones
desesperadas desde los
gobiernos, así como desde
quien busca cruzar el río o el
muro para llegar al otro lado.
Hace unos días, salió a la luz una fotografía
que ocupó las portadas de medios nacionales
e internacionales. Un padre y su hija de
menos de dos años, aparecen ahogados
a orillas del río Bravo. Están boca abajo y
de espaldas, abrazados por la camiseta del
padre para que el río no arrebate a la niña.
Sus nombres son Oscar y Valeria Martínez,
son salvadoreños.
Dudé mucho en decidir no pegar en este escrito
la fotografía. Mi disyuntiva era por un lado,
mostrar respeto a las víctimas no alimentando
el morbo y por otro, la gran necesidad de hacer
visible la tragedia y su crudeza, una tragedia que
a veces nos negamos a ver de frente y solemos
criticar desde un imaginario en la comodidad
de nuestro cotidiano, de nuestros intereses, de
los intereses de país, pero que debería movernos
a actuar.
Por supuesto que la imagen enoja y duele. Era la
esperanza y es la desesperanza, es la decisión,
es el infortunio. Es el acto desesperado de un
padre y la situación de vulnerabilidad de la
pequeña Valeria.
El tema de migración es un fenómeno social, que
ha sido histórico y político. Se ha posicionado
en la agenda pública con gran preocupación
por parte de los gobiernos desde sus políticas
económicas y sociales. Pero me pregunto
qué tanto hemos actuado con el enfoque de
derechos y reflexionado en lo público y lo privado
desde los mismos derechos humanos. La falta
de un plan, de una estrategia con dicho enfoque
en torno a las políticas de migración, están
generando reacciones desesperadas desde los
gobiernos, así como desde quien busca cruzar
el río o el muro para llegar al otro lado.
Familias migrantes están siendo separadas.
Niñas y niños están en medio de este conflicto que
supera la comprensión. Infancias y juventudes
acompañadas y sin acompañamiento están
conformando en estos escenarios de violencia
y desamparo, su comprensión del mundo y
de la vida. Impacto que seguramente tendrá
repercusiones en su futuro.
Las políticas migratorias son cada vez mas duras
para generar desaliento, pero están provocando
que migrantes se adentren en mayores riesgos,
por lo que historias de este tipo no son aisladas
y cada vez mas escuchadas.
Entiendo las discusiones sobre las cifras
macroeconómicas, pero no dejo de pensar
en el factor humano. En que debemos dejar
de estigmatizar al migrante y pensar que la
migración no se explica desde la generalización
de los procesos migratorios, se explican desde las
historias de vida. Historias de aquellos que huyen
de la violencia, de la pobreza, de la desesperanza.
Por ello, creo que no debemos verlo desde
la negatividad, sino desde las posibilidades
de enriquecimiento cultural, ejemplos varios
tenemos en nuestra propia historia. Pero
entiendo la importancia y lo necesaria que
es una estrategia de desarrollo regional y por
supuesto transfronteriza. Nadie debería morir,
por buscar una mejor vida.
Y ya sea con la forma de un río o marcado
por la construcción de un muro, esa frontera
llena de simbolismos que ha dividido la vida
de millones de personas, es un prejuicio, es un
discurso, es una línea, es un sueño, es un destino,
es un paso, es un rechazo. Y pienso en cuantos
muros levantamos con nuestros malos juicios
y soberbia, falta de empatía y solidaridad con
el otro-otra, ese, aquel.
Por ello desde lo cercano, demos el primer paso:
empecemos por revisar nuestros prejuicios y
busquemos sumar al bien común. Hagamos
una fisura al muro.
Diana Elisa González Calderón
Doctorada
por la Universidad Autónoma de Barcelona.
Es docente e investigadora en la Universidad
Autónoma del Estado de México.
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