Por:
Ignacio Mendoza
Fotografía:
Archivo
El circo de los
vicios privados
El escándalo sexual de NXIVM propuesto
como trending topic para el verano 2019
Mejores ingredientes
no podía haber para
perfilar al escándalo
de la temporada: ricas
herederas del jet set
que abandonan familias y entregan
fortunas, actrices populares con auto
estimas desechables que se convierten
en anzuelos para chicas con autoestimas desechables, hijos de prominentes
políticos y empresarios que la hacen de
reclutadores o commendatores: todos
involucrados en una secta sexual que
-disfrazada de organización de auto
ayuda y desarrollo personal- cometía extorsiones y delitos económicos
mientras esclavizaba a cuanta mujer
pudiente se le atravesara.
Por supuesto: en la pista no falta
el aderezo del anecdotario truculento
(esclavas con marcas a fuego en sus
zonas íntimas como si fuesen ganado
o el sufrimiento impuesto a las correligionarias como medio para “auto superarse”), tampoco la posibilidad de que el
asunto termine en teleserie o película.
En todo caso, NXIVM se ha propuesto
como trending topic del verano 2019.
Mientras eso se fragua, me es inevitable recordar un relato de Henry
James, La muerte del león, cuento en
donde se pregunta si es ético que los
medios invadan la vida privada de las
personas públicas.
También recuerdo al mundo hipercontrolado que Orwell propone en
1984, novela donde la esfera íntima de
las personas es dominada por medio
de la tecnología (posibilidad que hoy
es posible gracias al celular que nos
acompaña a todas partes). Pero más
allá de eso cabe averigurar por qué nos
encantan los escándalos al margen de
las respuestas habituales (“porque nos
gusta el morbo” o “porque es algo que
vende”). La respuesta, creo, reside en
estas condiciones:
a) La información se disemina,
modifica y plantea con tal facilidad que
por ello la credibilidad esté en disputa
(“En serio: ahí dicen que lo avalan los
estudios”).
b) Lo privado hoy es un concepto
relativo por la facilidad con la cual
compartimos datos, imágenes, noticias y posturas (“¿A poco esa es funcionaria de gobierno? Deja lo pongo en
Twitter, para que no manche, que no
nos retrase”).
c) Cualquiera puede ser cronista,
reportero o portavoz, ya que nasta con
echar mano de un celular y hacer uso
de la red social adecuada para recibir
constancia de ello (“A poco esa es funcionaria de gobierno? Deja lo pongo en
Twitter, para que no manche, que no
nos retrase”).
d) ¿Narrativas seductoras? Olvidemos Game of thrones: lo de hoy es el
escándalo que desmitifique o favorezca
el revanchismo social (“los ricos podrán
tener mucha lana pero no son felices”).
Nada de esto es casual. Si la Literatura tiene acta de nacimiento es
en el conflicto y la atracción que nos
ejerce aquello que sucede detrás de las
puertas. ¿Y sobre qué se constituye el
escándalo? Sobre suspenso, melodrama
y moraleja.
Suspenso porque apenas la mayoría
de las veces intuimos lo que sucederá…
pero no podemos garantizarlo. Melodrama porque no pasa mucho tiempo
sin que los participantes del escándalo
se dividan en buenos, malos y víctimas.
Moraleja porque anticipamos el castigo,
la redención o el confort moral que nos
haga respirar tranquilos.
Ciertamente, habrá quien crea que
esto también se debe al hecho de que
la imagen se ha impuesto a la voluntad lectora (la cámara convertida en
guillotina o nuestro ánimo por ver la
televisión antes que por leer).
No faltará quien halle aquí un instrumento de dominación porque, a final
de cuentas, basta con un vídeo, una
foto o un tuitazo para sembrar dudas
y demoler reputaciones. Sin embargo, los
escándalos siguen seduciéndonos porque con ellos ponemos en entredicho la
credibilidad de quien creemos intocable.
Y es que, en estos tiempos donde la
credibilidad es, precisamente, un bien
escaso por todo lo expuesto, el circo
de los vicios privados seguirá siendo el
mejor recurso para dormir tranquilos,
confiados en que hay alguien peor que
nosotros, en un arrojo similar al que
nos ganaba cuando observábamos a
los cadáveres adornando la portada del
Alarma! y, después de la compasión, nos
decíamos que qué bueno que el muerto
era “ese” y no nosotros.
Ignacio Mendoza
Catedrático, escritor
y promotor cultural. Ha sido Premio
Nuevo León de Literatura y Director de
Cultura en el Municipio de Monterrey.
También se ha desempeñado como
profesor de Letras Hispanoamericanas, y
prepara actualmente su segunda novela.