Por:
Ignacio Mendoza
Fotografía:
Archivo
La perspectiva cultural
de Nuevo León: ¿en capilla?
Espero que esta muestra no se vuelva
una costumbre, que haga de nuestra
perspectiva cultural una cuestión que
corriera el riesgo de permanecer en
capilla.
Hace meses publiqué un
artículo sobre la exposición Miguel Ángel, El
Divino, misma que el
público aceptó sin que
pareciera importarle hallarse ante
réplicas y no piezas originales.
El motivo de mi artículo obedeció
a la presencia de una polémica que ha
vuelto a ponerse sobre la mesa gracias
a la presencia, en nuestra ciudad, de
una muestra donde se ofrecen reproducciones de los interiores de la Capilla
Sixtina. La polémica consiste en aceptar
como válida la apreciación y experiencia
estética de una pieza reconocida abiertamente como falsa.
Los polos en los cuales se mueve la
polémica obedecen al hecho de que hay
quienes creen que la experiencia estética que se tiene al estar frente a una
obra original es insuperable, irrenunciable e intangible (lo cual implica que
el arte sea, sobre todo, contenido y no
continente). Por otro lado, están los que
consideran que una réplica no merma la
capacidad de emoción que pueda sentir
un espectador al encontrarse ante una
réplica, los cuales también argumentan
que la apreciación de réplicas se volverá
en una constante que nos ayudará a
conservar el patrimonio artístico, pues
resulta evidente que ese se encuentra
cada vez más maltratado o en franco
peligro de desaparición por culpa de
las masas turísticas, las condiciones
climatológicas o los accidentes como
el sucedido recientemente en París, con
Notre Dame.
Aunado a ello, los entusiastas de las
réplicas consideran a dicho recurso
como el mejor aliado para la democratización y difusión del arte y la cultura
si se toma en cuenta que una visita al
Louvre o al Metropolitan no es algo que
todos puedan costearse.
A diferencia de la exposición de
Miguel Ángel, en esta ocasión sí he
podido visitar la réplica de la Sixtina.
Confieso que me sorprendió positivamente ver cómo la gente disfrutaba
aquel espectáculo de audio y luces que
enalteció lo que, a final de cuentas,
parecían ser sólo unas lonas.
Como ya lo anticipé antes, pensé
en cuántos de esos visitantes podrían
visitar ese espacio o al menos tener
acceso a un libro con buenas fotografías que les permitieran conocer los
detalles de los frescos, pero también
pensé en la necesidad de no caer en la
tentación de confundir la gimnasia con
la magnesia: por mucha que sea la gente
que visite esta clase de exposiciones,
Nuevo León requiere de verdaderas
exposiciones artísticas que quizá no
nos ofrezcan a un artista considerado
como capital por la Historia Universal,
aunque sí podemos pensar en artistas
o propuestas contemporáneas que no
sólo nos den lustre a nivel nacional o
internacional, sino que sobre todo nos
demuestren lo que está concibiéndose
en otras latitudes.
Tal y como creo que convino ver a la
exposición de El divino, la presencia de
esta réplica de la Sixtina es un medio para
que accedamos al conocimiento de las
grandes obras del arte y valoremos el
patrimonio que representan. Lo que no
espero es que esto se vuelva una costumbre que haga de nuestra perspectiva
cultural una cuestión que, caray, corriera
el riesgo de permanecer en capilla.
Ignacio Mendoza
Catedrático, escritor
y promotor cultural. Ha sido Premio
Nuevo León de Literatura y Director de
Cultura en el Municipio de Monterrey.
También se ha desempeñado como
profesor de Letras Hispanoamericanas, y
prepara actualmente su segunda novela.